Perdoné pero…

Hace ya 29 años que llegaron a mi casa los lugartenientes de Pablo Escobar para secuestrarme. Fueron unos cinco minutos de una verdadera batalla entre los emisarios dePablo Escobar y nosotros, un hijo mío y yo. Unos seis años después, en una visita a la cárcel de La Catedral como gobernador de Antioquia, se me acercó alias el Mugre y me dijo que sabía del daño que me había hecho a mí, a mi familia y a la comunidad, que había pensado mucho, que estaba arrepentido y me pedía que lo perdonara. Le contesté que no se preocupara que lo perdonaba. Rato después se me arrimó otro narcotraficante, alias el Arete, y más o menos me dijo lo mismo y en igual forma, lo perdoné.

Hasta allí llega el perdón. Si me hubieran pedido que los empleara cuidando y educando a mis hijos, claro está que no les hubiera aceptado esa propuesta. Si la petición hubiera sido que ellos podían manejar mis negocios, claro que no los hubiera llevado a mi empresa. Si se ofrecieran como celadores de mi casa de campo, por supuesto que no los hubiera aceptado a pesar de su experiencia. Pienso que eso haría cualquier persona, perdonar sí, pero no entregarse.

Todo lo anterior, para mostrar cómo cambia la gente cuando se trata de lo propio y, por otro lado, lo de la comunidad y del país. El Gobierno y los votantes por el sí, estaban dispuestos a entregar el manejo de la justicia, del Congreso, de las regiones, de la paz y del país en general a los narcotraficantes y autores de los peores delitos. Hay que perdonar, pero sin premiar a quienes han violado todo el ordenamiento jurídico, las leyes y la Constitución. Perdonar sí, pero sin premiar. A ese premio nos opusimos y esperamos que en las nuevas conversaciones se entienda esa posición.

A quienes me insultan cada semana por mis artículos, quienes no han expuesto un solo argumento aparte de las mentiras e insultos, les pregunto si estarían dispuestos a concederles todo a quienes hubieran atacado a su familia y a su persona. Si les hubieran entregado la educación de sus hijos. Si les hubieran entregado sus negocios para manejarlos, si les hubieran encargado su seguridad y la de sus bienes.

No se pueden diferenciar los intereses personales de los de la comunidad. No se puede pretender la entrega de un país para favorecer sus propios intereses y menos los de unos narcotraficantes y terroristas.

Mientras tanto, quienes quieren la entrega del país a los delincuentes, nada dicen de los militares presos por habernos defendido de los guerrilleros. Los militares, los policías y otros colombianos pagan cárcel por haberse enfrentado a esos delincuentes en defensa de la Nación y de nosotros los colombianos. Nada dicen de los presos políticos que están en una cárcel por cumplir con su deber, mientras otros, que engañaron a esos funcionarios, gozan y disfrutan del dinero producto del engaño.

Pobre Colombia. ¿Quién podrá salvarnos?.

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