¡PIENSE ANTES DE MENTIR, SANTOS! (2)

Santos se tendió a sí mismo una trampa y quisiera salirse de ella con avivatadas, “tirándoselas de listo”, diciendo que “no le paremos tantas bolas a las constantes declaraciones de las Farc”.

¿Cuál es esa trampa en la que cayó Santos? Querer acabar con el problema del terrorismo sin combatir a los agentes del terrorismo. Él cree que conversando y conversando, las Farc se irán disolviendo; cree que hará el milagro de diluirlas en sus babas y mentiras. Con un agravante respecto a sus mentiras: ¡que no las piensa!

Santos es de los que cree que el combate frontal al terrorismo es “políticamente incorrecto” y que:

  1. Eso es muy “mal visto” en nueve palacios de gobierno de América (Argentina, Brasil, Uruguay, Bolivia, Ecuador, Venezuela, Cuba, Nicaragua y El Salvador).
  2. Caracol, El Tiempo, El Espectador, Semana, y los intelectuales mamertos de este país lo tienen convertido en poco menos que un héroe. Así como convierten en villanos a los “cobardes” que no dialogamos con las Farc y el Eln.
  3. Y si se llegare a “levantar de la mesa” y decide combatir a los terroristas, esos mismos medios lo atacarán como fieras.

Santos no se siente capaz de soportar una andanada permanente de esos factores mediáticos que sí supo enfrentar Uribe. Además, como quiere congraciarse con los nueve gobiernos de la izquierda latinoamericana, cree que la mejor vía es a través de las concesiones que le hace a las Farc. Eso le da un aura “progre”, requisito necesario para llegar a ser postulado como Premio Nobel o alto dignatario de la ONU.

En el fondo, Santos es un admirador vergonzante de las ideas y locuras políticas de su hermano mayor, Enrique. Ese hecho fue determinante para que se involucrara en un nuevo “proceso de paz” con las Farc, la que se constituye en la mayor necedad de la historia de Colombia.

Metido en eso, a Santos (como era predecible), todo le ha salido al revés. El plan urdido por Enrique y sus dos palafreneros, Sergio Jaramillo y Frank Pearl, fue siempre, insisto, una necedad. Ellos creyeron que “llevar a las Farc a la mesa de negociaciones” era un triunfo en sí mismo. ¡Pero no! Al contrario. Para las Farc, ir a esa mesa era su triunfo y la derrota del enemigo. Si por ellos fuera, habrían estado en la mesa con todos los gobiernos y todo el tiempo.

Hagamos una reseña de triunfos de las Farc y derrotas del Estado en La Habana:

  1. Lo obligaron a declarar que Colombia está en estado de guerra civil o conflicto interno armado.
  2. De ello se desprende que las Farc son un ejército insurgente al que hay que darle tratamiento de “parte” en el conflicto (“alta parte” les dice Santos).
  3. La legislación que ahora les es aplicable es la de la guerra entre ejércitos enemigos y no la de banda terrorista incursa en el código penal.
  4. El nuevo estatus de las Farc las faculta para entablar un sistema de relaciones internacionales con sus nueve gobiernos amigos de Latinoamérica; con los demás gobiernos neutrales; y con los partidos políticos afines reunidos en el Foro de Sao Paulo (del que son fundadoras las Farc).
  5. Desde La Habana, las Farc reconstruyeron todo su aparato de propaganda con una eficiencia envidiable.
  6. La necedad –insisto en la palabra- de Santos y la ingenuidad de muchos les hizo pensar que Colombia viviría un renacer democrático al darle vía libre a expresiones políticas “legales” de las Farc, tales como Marcha Patriótica y las Zonas de Reserva Campesina. Al contrario, se dejó entrar un Caballo de Troya y hoy Colombia está incendiada por los cuatro costados.
  7. Al no exigirles “cese al fuego” (según el lenguaje usado para la guerra civil o el conflicto interno armado) o suspensión de sus actividades criminales (según el lenguaje de la Seguridad Democrática), las Farc pudieron reconstruir su aparato criminal, hasta el punto que han reanudado los reclutamientos, reestructurado el negocio de producción y distribución de drogas, compra de armas y control de territorios.

La otra cara de la moneda es ‘Timo’ y su organización terrorista. Él sí ha tomado en serio el diálogo. Le ha sacado y, seguro, le sacará todo el provecho que se pueda. Él no anda por ahí diciendo que no le paremos bolas a lo que diga Santos. Al contrario, no deja caer una palabra que pronuncien él y sus validos; cada expresión (por no decir cada sandez) la cogen en el aire y la devuelven como puyas y dardos. Y como Santos no piensa sus mentiras, lo tienen convertido en rey de burlas. Es definitivo :  Santos se convirtió en un despojo político.

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