Pobreza y petróleo

Venezuela tiene las más grandes reservas de petróleo del mundo, que podrían acreditarla como una de las naciones pertenecientes al exclusivo club de países más ricos del planeta. No es así. Pasa por una crisis económica de grandes proporciones, tiene un elevado descontento social, y soporta una deuda externa que la tiene agobiada. ¡Vaya paradoja!: exhibe niveles de pobreza similares a los países del Tercer Mundo, mientras está -literal- sentada en un mar de petróleo. Una enorme riqueza potencial que ha sido mal manejada por sus dirigentes. Al punto, que hace algunos días tuvo que comprar dos millones de crudo liviano a Argelia.

Muerto Chávez, apareció Maduro que se declaró su discípulo -pésimo, por cierto- y continuador de la ‘Revolución Bolivariana’, a la que convirtió en una colcha de retazos. Tiene a la economía postrada. Hace poco tiempo Venezuela producía 3,2 millones de barriles al día y era décimo exportador del crudo. Hoy apenas llega a 2,8 millones diarios. Su precio ha experimentado una baja constante y es de 70 dólares barril. Una suma insuficiente para Venezuela que se acostumbró a una vida de ricos. Su producto interno bruto (PIB) podría caer un 4 por ciento, según el Banco de Desarrollo. La baja significa que dejará de recibir 10.000 millones de dólares en este año.

Los vecinos tienen deudas considerables en nuestro país y la situación de esas obligaciones es mala. Su pago se ha retrasado y las constantes peticiones del gobierno colombiano y de los que esperan que se las cancelen, han servido muy poco, o nada.

El manejo dado a la economía por Maduro y sus aliados, ha sido pésimo. Lo que ha fracasado es el gobierno de un dirigente de clara tendencia dictatorial. Que se siente ungido por Dios como salvador de una nación en crisis. Es un caso de franca incompetencia hasta llegar a la oscura situación actual, mientras los mares de petróleo esperan ser explotados.

La industria se paralizó y la venta de automóviles se redujo en un 75 por ciento. Esto es indicativo de la magnitud del desastre: el venezolano ama los vehículos más que todas las cosas. La inflación -que bien se sabe es una agresión al bolsillo de la gente- camina con velocidad y los cálculos sobre su futuro, son devastadores. Eso y otros factores, como las tiendas vacías, han provocado enorme descontento.

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