Poder y crueldad

¿Hasta cuándo el señor Maduro va a continuar estrujando a Colombia, sin que haya de parte de este gobierno una nota firme, así sea escueta, de protesta?

¿Cree el gobierno colombiano, timorato y confundido, que si alza la voz para reclamar respeto, el sátrapa venezolano le da un puntapié a la mesa de La Habana o tachona el cielo bogotano de aviones de guerra en disposición de amedrentamiento?

Hace días Maduro viene instigando. Sus males y frustraciones se los adjudica a Colombia. “Colombia, dice sin empachos, se ha transformado en una exportadora neta de pobreza hacia Venezuela”. Santos responde vacilando: “Eso era en el pasado. Nuestro sistema económico está produciendo todo lo contrario, prosperidad”. Cicatero desahogo de un ser minimizado. No contraargumenta señalándole que el sistema económico chavista no es viable y que la escasez lo lleva hacia un estado fallido. Esta sería una respuesta inalcanzable por su dignidad para el gobierno colombiano. Los complejos no lo dejan retomar los fueros del decoro nacional.

Pero la cadena de agravios sigue. Llega Felipe González, expresidente del gobierno español a Caracas y se utiliza esa visita para golpear el autócrata bolivariano. Considera la presencia de González como “una actuación del eje Bogotá-Madrid-Miami, desesperada para legitimar su guerra contra Venezuela y ponerle la mano a la patria”. Lo colman de desaires. Verbalmente estruja a España y a Colombia.

La última enfurecida del déspota venezolano se debe a que el gobierno colombiano envió un avión militar a recoger a Felipe González. Con furor emplazó al dubitativo gobierno colombiano a que “le diera explicaciones claras sobre tal hecho”. Tronó como júpiter desde el Olimpo. Con el puño cerrado como cualquier dictadorzuelo caribeño -de aquellos que pintan con tanto patetismo, Vargas Llosa, Roa Bastos, Gabo o Asturias- llamó a juicio al embajador de Colombia en Venezuela.

Esta cadena de vejámenes ya va para largo. La dignidad colombiana está en entredicho. ¿Se está confundiendo la prudencia y diplomacia con la cobardía? Aquellas operan en las recíprocas relaciones cuando se exige respeto a tiempo. Si se le deja tomar impulso a los agravios no habrá decencia posible ni en el lenguaje ni en el trato.

El cacique caribeño, estruja, irrespeta y no se alza ninguna voz oficial colombiana de protesta. Calcula el gobierno colombiano que cualquier palabra de reclamo, por suave y pusilánime que sea, despierta la furia de Maduro y tumba el andamiaje de La Habana. Pone una y otra vez la mejilla para que cada día el polichinela caraqueño le dé su zurra.

La dignidad -que no prudencia- se está feriando por estos lados. Pareciera, en fin, que se olvidara a menudo que Maduro es fiel discípulo de Fidel Castro. Y que este, como se dice en el libro “El mejor secreto guardado de Fidel”, deja en sus herederos la peor seña de su identidad: “la pasión por el poder absoluto y la crueldad”.

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