Polarización política y economía

Está muy activo el debate de si la polarización política afecta el desempeño económico del país y la confianza inversionista. El nexo causal es difícil de medir. El pulso político es normal en democracia.

Como están las cosas, no es fácil para ninguna economía emergente navegar en las aguas turbulentas de la economía mundial. La guerra comercial está tomando unas características tales que puede destrozar muchas cadenas de valor del comercio internacional. Ya se vio en el caso de Hauwei, la empresa china, a la cual se le interrumpió inmediatamente el acceso a sus proveedores, aunque después se aclaró que la medida no estaba en firme. Eso podría darse en otro tipo de bienes menos sofisticados, con repercusiones en muchas economías. Las bolsas han caído con fuerza en todo el mundo como reacción ante las malas noticias para muchas empresas y las monedas se han depreciado. Está por verse la repercusión que esta situación tan complicada tenga sobre el crecimiento.

En medio de esta situación tan incierta la economía colombiana evoluciona adecuadamente. Su crecimiento económico, sin ser excepcional (2,8 % anual en el primer trimestre), es superior al que se tiene en la región, y tiene una inflación controlada que se encuentra en el rango meta de inflación (2%-4%) determinado por el Banco de la República. Un indicador que sí genera preocupación es el aumento del déficit en cuenta corriente que para el año puede llegar a ser 4,3 %, lo cual significa que nuestro gasto es mayor que nuestro ingreso. Y eso hay que financiarlo, pero también reducirlo.

Esa necesidad de financiamiento no ha sido un problema para Colombia, pues los mercados internacionales la perciben como una economía con buenos fundamentos, con un manejo apropiado de su política económica y solidas instituciones. Por ese lado no debería haber mayores dificultades, aún a pesar de las novedades en la calificación de riesgo del país. Todavía nos miran bien desde afuera.

Es difícil creer que una economía de esas características se afecte sustancialmente porque se aumente el tono en la confrontación de las ideas o porque se precipiten los acontecimientos políticos, como ha estado pasando recientemente. Si su marcha se puede afectar es por la evolución del precio del petróleo o de la guerra comercial. Por ahora, sus problemas son más de mediano plazo, resolver su problema fiscal, y de largo plazo, aumentar su potencial de producción.

Esto sin olvidar que los estudios que han querido explorar en el mundo esa relación causal de la polarización política ante la economía no han tenido éxito. La principal dificultad es captar adecuadamente qué mide la polarización. Una posibilidad son los sondeos de opinión de expectativas de hogares y firmas, aunque es difícil capturar el aspecto puramente político en estas. Además, no es claro cómo esa polarización, mídase como se mida, afecta las decisiones del consumidor o del inversionista y, por ese camino, a toda la economía.

Lo malo es que en medio de las discusiones sobre la polarización y sus efectos quedó una institución a la cual no le puede pasar eso, el Banco de la República. Esa entidad ejemplar, cuya autonomía y conformación técnica fue uno de los legados más importantes de la Constitución de 1991, debe preservarse, cuidarse y mantenerse por fuera de la confrontación política. Su independencia es garantía de una buena política monetaria y uno de los pilares, con la política fiscal, de la evolución de la economía. Solo si la confrontación de las ideas toca al Emisor puede llegar a afectarse la economía. Esa sí es una mala idea, sobre todo cuando afuera espantan.

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