‘Popeye’, Arias, Garavito

Nadie en el planeta que no sea magistrado de alta corte puede entender que un psicópata de la categoría de Garavito pueda salir libre tras pagar menos de seis años por cada niño que violó y asesinó.

¿Quién entiende a la Justicia? Nada más impredecible que ese poder estatal. No tienen criterios similares. Por los mismos hechos te echan a la hoguera para que te abrases, como te sacan a hombros por la puerta grande. Veamos algunos ejemplos:

1) ‘Timochenko’ y ‘Gabino’ (capo del Eln) viven felices en Venezuela, y la Corte Suprema de Justicia no ha pedido aún, con bombos y platillos, su extradición a Colombia y corren a solicitar la de Andrés Felipe Arias. No fui yo, sino Semana y El Espectador los que en sendos editoriales consideraron exagerada su condena. A unos los tratan con guante blanco, y al otro como al peor criminal de la historia. ¿Delito de Andrés Felipe? Ser un prepotente y devoto uribista. ¿Da para 17 años?

2) A los Nule, que merecen pudrirse en la cárcel por ser hijos de papi y mami y haberse robado hasta un hueco, solo les impondrán diez años de cárcel para que alcancen a disfrutar la plata de los bogotanos. Pero al exsecretario de Salud Héctor Zambrano, que al lado del trío de bandidos es un simple aprendiz, le cayeron trece años.

3) El caso Dragacol, para la gente, es sinónimo de corrupción. Yo pregunto: ¿quién entiende que una conciliación, redactada por el Ministerio de Transporte con el visto bueno de quien entonces era ministro, Mauricio Cárdenas, suponga cárcel para el propietario de Dragacol, Reginaldo Bray, y nada para el político? ¿Cómo así que absolvieron a los del Ministerio, ni uno solo fue condenado, y clavaron al empresario? Si Bray robó, si promovió el peculado, Cárdenas y sus funcionarios también participaron en el atraco. O todos en la cama o todos en el suelo.

4) Veintitrés añitos para ‘Popeye’, autor y cómplice de más de doscientos atentados con víctimas civiles, amén de incontables asesinatos por ajuste de cuentas, mejor dicho, unos tres mil muertos a sus espaldas. Y al general Uscátegui, que no participó en la masacre de Mapiripán, que su jurisdicción militar nada tenía que ver con ese pueblo, le clavaron treinta. Es más: ¿cómo así que Uscátegui está pagando cárcel y uno de los autores materiales, el coronel Hernán Orozco, está feliz en Miami con una visa de asilo gracias a la Comisión Colombiana de Juristas? Está condenado a 40 años y los citados juristas, tan acuciosos en otros casos, miran para Marte. La Justicia, obvio, no mueve un dedo por extraditarlo.

5) ¿Alguien encuentra lógico que las altas cortes persigan a unos ciudadanos hasta el infierno y a otros, como el exgobernador del Cesar Hernando Molina, no se molesten en buscarlos? Aún no ha cumplido su pena por ‘parapolítica’, tiene pendiente un caso de asesinato de un líder indígena, pero como es hijastro de un tipo poderoso, Contralor General para más señas, la Justicia se hace la de la vista gorda.

6) Nadie en el planeta que no sea magistrado de alta corte puede entender que un psicópata de la categoría de Garavito pueda salir libre tras pagar menos de seis años por cada niño que violó y asesinó. Eso si hablamos de que fueron 120 pequeños, porque pudieron ser muchos más. Lo normal, lo razonable, es que jamás salga de prisión. O que se vaya a cuidar a los hijos de quien firme su redención.

7) Raro que el Fiscal General dedique una rueda de prensa y anuncie a la galaxia completa que perseguirá a la tuitera Cabal por escribir pendejadas, o que pretenda meter presa a una Contralora honesta, mientras los desfalcos contra la salud siguen en un archivo esperando quien se interese por ellos.

Que luego no pretendan que les creamos y respetemos.

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