¿Por qué al Ejército? ¿Por qué ahora?

Nadie se atrevería a poner en duda que la Revista Semana es la voz del Presidente Santos, más confiable para él que el diario El Tiempo. La Revista es de propiedad de Felipe López, uno de los dos personajes que Santos denunció como sus amigos del alma, y por si fuera poco, el Director es su sobrino Alejandro, hijo de su hermano Enrique, el que le cuadró a los Castro, a Chávez y a las FARC para los diálogos de La Habana.

Establecido ese principio, nadie dudaría que la paliza que desde Semana se le está dando al Ejército viene dirigida desde la Casa de Nariño, porque le conviene a la Casa de Nariño para estas próximas elecciones. Un equipo encabezado por el venezolano J.J. Rendón es capaz de cualquier cosa. Maquiavelismo puro. O si quieren, fascismo sin ambages.

El Ejército es la más amada de nuestras instituciones. Cualquiera encuesta, hecha por tirios o por troyanos, coincide en ello. Pues hay que arrastrarla por el piso y quitarle ese puesto de honor en el corazón de los colombianos. Y ello por una razón tan simple como poderosa: las FARC no firman papel alguno que no contenga la ruina parcial o total del Ejército. Los pueblos sufren las guerras. Pero las ganan o las pierden sus ejércitos.

A Santos le importa un bledo preservar o sacrificar el Ejército. Para un oportunista de su clase ese es asunto menor, cuando tiene en juego su porvenir político y su puesto ante la Historia, lo único que de verdad le importa. Así que adelante, manos a la obra, y la obra se puso en marcha.

Los ataques recientes al Ejército se inician cuando un periodista de Semana cuenta haber sido víctima de un atentado que le hicieron gentes muy malas y de pésima puntería en las cercanías de Tolemaida. Adoba su denuncia con el ataque implacable que esa revista le había organizado al propio Ejército por las supuestas delicias que para los militares presos significaba el paraíso carcelario que precisamente en Tolemaida les tenían organizado.

Pero no bastó. Esos ataques no valieron un rasguño para la imagen soberbia del Ejército. Era menester algo mucho más duro. Y llegó.

Nadie ha podido explicar cómo se descubrió la fachada de Inteligencia Militar montada en el barrio Galerías de Bogotá. Solo lo sabe la Revista Semana. La Inspección del Ejército se queja de la baja eficiencia de contrainteligencia militar que permitió que fuera descubierta. Pues el Presidente, desde el primer minuto del primer día, la emprendió contra el Ejército, dándole pleno crédito a Semana. Pues no le valió. Ni la fachada era ilegal, ni hay constancia de que fuera centro de interceptaciones ilegales. Menudo fiasco para Santos.

Pues cuando se le viene encima el escaparate, Semana le tiende otra malla protectora, a saber, la corrupción del Ejército. Nadie ha dicho quién interceptó las comunicaciones reveladas. Los cuentos no cuadran. Y nadie ha explicado cómo son los militares presos los que manejan los contratos con los militares activos. Pero no importa. Para eso está Semana. Para seguir sosteniendo cualquier infundio y para cavar la fosa moral del Ejército. Las FARC respiran tranquilas. El Ejército no vale una higa y pueden ganar la guerra de La Habana. Y Santos tendrá un papel con el que aspire a reelegirse. Y como dicen los cuentos al final, colorín colorado.

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