Predial amargo

Llegó el momento en el que se empiezan a recibir los recibos del predial. Este es el impuesto municipal por excelencia y la principal fuente de ingresos del Distrito. Los incrementos en los últimos años han estado bien por encima del promedio inflacionario. Es hora de analizar la relación costo/beneficio de vivir en Bogotá.

Se dice que la capital es la única verdadera ciudad del país, pues tiene el tamaño, los servicios y alternativas. Sin duda, es un centro dinámico en el que millones de colombianos han hallado trabajo y posibilidades de prosperar. Bogotá tiene una oferta cultural sin igual en Colombia, restaurantes, las mejores universidades nacionales y múltiples conexiones internacionales. Podría concluirse que los impuestos se ven reflejados en esa metrópoli en desarrollo.

La verdad es que en Bogotá las cosas no progresan, sino que retroceden. La calidad de vida, medida por cualquier indicador es cada día peor. En promedio, un ciudadano de la capital dedica una hora y 43 minutos a desplazarse de su casa a su lugar de trabajo. ¡Son por lo menos 38 horas mensuales, y ello equivale a 19 días al año perdidos en un trancón!

La situación se agrava sin que nada nos permita ver soluciones en el mediano plazo. El Transmilenio, al que ninguno de los últimos tres alcaldes ha querido invertirle, colapsa producto de su éxito. Si hubiéramos desarrollado las troncales que estaban proyectadas no tendríamos las dificultades actuales que generan las justificadas protestas de los usuarios.

Si se excluyen las troncales, cuyo mantenimiento es asumido por el sistema, la malla vial de Bogotá está en un estado deplorable. El 19 por ciento está en un estado regular y 44 por ciento, en un muy mal estado. Casi el 60 por ciento de las vías locales, las de los barrios, están destruidas y no existe solución a la vista, a pesar de los extraños proyectos de la Alcaldía de importar máquinas tapahuecos sin respetar las normas de contratación.

La educación pública en Bogotá es gratuita y su cobertura es cercana al 100 por ciento. Pero su calidad es muy baja. Ningún colegio público distrital clasifica entre los primeros 500 establecimientos escolares nacionales por sus resultados en las pruebas de Estado. En Bogotá, que está lejos del mar, deberíamos tener la mano de obra mejor calificada del país para competir internacionalmente, pero ese no es el caso. Los niveles de bilingüismo son despreciables y no existe ningún proyecto serio para formar los docentes que requerimos para cubrir esta falencia.

Al igual que a nivel nacional, el sistema de salud distrital atraviesa por una grave crisis. El gobierno distrital creó una EPS que se encuentra al borde del colapso. La red de hospitales sufre por el impacto del crecimiento de los usuarios del régimen subsidiado y de los problemas financieros estructurales de nuestro modelo de salud.

La crisis de Bogotá es integral. Medio ambiente, seguridad, cultura ciudadana y costo de los servicios públicos son áreas, en las cuales también hay graves dificultades. Mientras tanto, pagamos impuestos más altos por menos calidad de vida.

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