Presidente, no hable

Santos olvida que una cosa es la generosidad de la sociedad para acoger a los desmovilizados, y otra, creer que no tienen las manos manchadas de sangre.

El domingo pasado, un recluta se cortó las venas en Larandia. En fechas anteriores, otro muchacho que pagaba servicio asesinó a un compañero solo porque le quitó la toalla. A uno más se le disparó el arma por accidente y al ver que había matado a un amigo, se suicidó. Son demasiados los que han pasado por la morgue y el centro médico de la enorme base de las Fuerzas Militares en Caquetá, por causas ajenas al conflicto armado.

Por si fueran pocas tragedias, hay que reseñar otros hechos vergonzosos. Más de un uniformado de Larandia está preocupado y molesto por los métodos poco ortodoxos que algunos mandos medios emplean para entrenar. Les da por jugar a guerrilleros y militares secuestrados; ellos escogen el papel de victimarios y les dan a los jóvenes reclutas el de víctimas acorraladas a los que patean sin piedad. Como es lógico, inquietan las consecuencias que esos abusos pueden acarrear porque ya sabemos que cuando la embarra un oficial o suboficial, son muchos los que terminan pagando aunque nada tengan que ver.

No solo la mayoría de los militares repudia infligir malos tratos a nadie, sino que parece increíble que después de tantos escándalos por hechos parecidos aún haya brutos (y salvajes) que sigan en las mismas.

Con esos y otros sucesos graves en las FF. MM., que exigirían investigar así como buscar soluciones al variopinto caudal de problemas de la gigantesca planta de personal –casi medio millón si le sumamos Policía Nacional–, se antoja aún más irracional la sugerencia del Presidente de crear un nuevo cuerpo de policía rural con guerrilleros a bordo.

Aunque la estrategia presidencial es que a cada propuesta extemporánea y explosiva le siga un desmentido de su orfeón, ya aprendimos que lo que dice primero es lo que quiere implementar y lo segundo, pura tinta de calamar. Si luego no le sale la jugada no es por falta de ganas, sino porque choca con la realidad de esa otra Colombia que no alcanza a visionar desde Palacio.

Santos olvida que una cosa es la generosidad de la sociedad para acoger a los desmovilizados, sin exigirles que paguen las cuentas pendientes, por considerar que lo primordial es su reintegración social; y otra, creer que no tienen las manos manchadas de sangre.

La tropa y los comandantes de nivel bajo y medio son, precisamente, los que ejecutan las órdenes de la cúpula en el terreno, el rostro y el gatillo de la organización en las poblaciones. Son quienes asesinan, extorsionan, amedrentan, ponen explosivos, cobran vacunas, queman tractomulas, buses… Premiar su accionar dándoles autoridad oficial sería una bofetada a las comunidades que los padecieron y aumentar la desconfianza hacia las instituciones. Además de sembrar un nuevo germen de dificultades internas en Policía y Ejército. Santos debería hacer un esfuerzo por guardarse sus ideas para los salones parisinos donde encajan y no agitar más el gallinero, y menos pretender que lo cuiden las zorras.

NOTA 1: No pierdo la esperanza de ver a la Fiscalía anunciando a los cuatro vientos que Interpol libró circular roja contra Hernando Molina Araújo, el ‘parapolítico’ aliado con ‘Jorge 40’ e hijastro del contralor Edgardo Maya. No cumplió la totalidad de la pena, está acusado del crimen de un indígena y es prófugo de la justicia desde hace más de un año. Al ser liberal y cercano al Contralor sin sede, supongo que la Fiscalía pondrá el mismo interés en capturarlo que en investigar el crimen de Álvaro Gómez.

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