Pretelt, no dimita

No, no se vaya, magistrado Pretelt. Si lo hace, sus colegas de las altas cortes se frotarán las manos felices y nada cambiará. Ellos y la Fiscalía General podrán seguir haciendo sus trapicheos con toda frescura. También reinará la felicidad en el Congreso y la Presidencia. Porque todos saben que en el concierto para delinquir y “politiquear” en que se ha convertido el sistema judicial de altos vuelos, son necesarias esas dos patas más. Y con su dimisión venderán al país la idea de que muerto el perro se acabó la rabia. Que con su salida y la desaparición del Consejo Superior renacerá la justicia. Y más hedionda no podrá quedar. Pestilente y bendecida la cloaca por un grueso manto de impunidad.

Prueba de que las tormentas no producen cambios fue la sesión del Congreso para negar la licencia a Pretelt. Que Horacio Serpa, quien fuera el escudero de Samper en ese mismo recinto, osara tirar la piedra más gorda para rechazar la solicitud es señal inequívoca de que todo sigue igual, de que los embadurnados pasan por una piscina milagrosa que limpia sus pecados y quedan listos para pontificar.

Por eso, es necesario que no dimita ahora Pretelt, que continúe ventilando el ‘roscograma’, los amaños entre magistrados, los contubernios con el Fiscal General y el gobierno de turno. No aspiro a que relate sobornos, cómo se compran y venden los procesos y la selección de tutelas, y cuáles son los despachos de abogados que ofrecen plata. Eso sería un sueño.

Insisto en mi tesis vieja: no hay reforma que valga sin voluntad de los magistrados y los políticos de adecentarse, de permitir que a las altas cortes solo lleguen los mejores con el único interés de impartir justicia. Que pertenecer a las instancias judiciales superiores sea suficiente premio.

Pero en este caso se ha profundizado tanto la cloaca, despide un tufo tan pestilente, que si quieren salvar la dignidad de todos no basta con la salida de Pretelt. Deben irse sus colegas de la Constitucional, pese a que hay dos o tres decentes; y los del Consejo de Estado y Corte Suprema. Por etapas, como sea, pero fuera, las togas están sucias y les quedan grandes.

En cuanto a la Fiscalía General, me pareció sospechoso que saliera el viernes a acusar a la esposa de Pretelt “de crímenes de guerra y lesa humanidad” por dos fincas pequeñas. Fue un despliegue pantallero y una denuncia excesiva. ¿Ahora la esposa va a resultar una criminal? La impresión que deja Montealegre es que como no puede agarrarlo a él, va por la familia. Le hace perder credibilidad si es que le resta alguna a esta Fiscalía abanderada de causas políticas, y alejada de las preocupaciones ciudadanas.

Prueba de ello es el anuncio de destinar seis fiscales a ese caso. Indigna que pierdan el tiempo con la señora, que con un investigador tendría, y no le haya dedicado un minuto, escuchen bien, un minuto de su tiempo a buscar a Paola Ortegón, ganadera de 36 años que unos milicianos desaparecieron el 22 de octubre pasado. Seguro que al lector le dará rabia conocer que en todos estos meses la Fiscalía no ha tenido tiempo para enviar ni a un funcionario a la zona a indagar. Para ella no hay disponible un solo fiscal; para un caso con ramificaciones políticas e intereses personales, seis. Bien pensado, hasta mejor. ‘Catatumbo’ prometió encontrarla y a estas alturas del paseo le creo más a él. A qué hueco hondo no habremos caído para tener que escribir yo esto.

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