Qué es el “Estado profundo”, el misterioso enemigo que el gabinete de Donald Trump cree enfrentar en Estados Unidos

En el léxico político de Estados Unidos hay un concepto misterioso que se ha puesto de moda bajo la incipiente presidencia de Donald Trump: el "Estado profundo".

Su definición varía según quien la pronuncie, pero en estos días la expresión en EE.UU. suele aludir a una red de funcionarios públicos que operaría secretamente para impedir que Trump lleve adelante sus políticas.
Es decir, un poder fáctico de empleados del gobierno cuya permanencia en sus cargos va más allá de los cambios de mando presidencial.

"El término de 'Estado profundo' implica que hay gente secretamente en algún lugar, fuera de la mirada pública, escondida incluso de la burocracia, tirando de las cuerdas y manipulando cosas", dice a BBC Mundo Gordon Adams, un profesor emérito de la American University experto en política de defensa y seguridad nacional.

La existencia de esa entidad ha sido señalada por defensores y asesores del presidente, así como por algunos analistas, para explicar una serie de filtraciones de información desde diferentes oficinas del gobierno, incluso de inteligencia.

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Sin embargo, ¿es posible que una nebulosa así opere en las entrañas del gobierno de EE.UU.?

"Está aquí"

El concepto de "Estado profundo" está lejos de ser algo nuevo o asociado estrictamente a Washington: en los últimos años se ha hablado de redes de ese tipo en Turquía o Egipto.

Pero en EE.UU. la idea de un "deep state", como se dice en inglés, ha adquirido una relevancia especial tras las elecciones de noviembre.

"El Estado profundo tiene que parar con su mierda", dijo Roger Stone, un viejo asesor político de Trump, a la revista The New Yorker en vísperas de la investidura del presidente el 20 de enero.

Se refería a información que acababa de publicar el diario The New York Times, citando a funcionarios estadounidenses, que indicaba que investigadores del FBI, la CIA y otras agencias locales de inteligencia examinaban a Stone y otros colaboradores de Trump por supuestos vínculos con Rusia.

Stone negó haber tenido esos vínculos, y responsabilizó al "Estado profundo" por la información divulgada.

Diferentes medios que apoyan al gobierno también han manejado el concepto, sobre todo después que se supiera que el consejero de seguridad nacional de Trump, Michael Flynn, ocultó datos sobre sus contactos con Rusia.

Esos contactos fueron descubiertos por el espionaje estadounidense y divulgados por la prensa, lo que derivó en la renuncia de Flynn semanas después de haber asumido.

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"El Estado profundo nunca duerme. Siempre está haciendo algo. Hacer algo, es decir, socavar a la administración de Trump", indicó esta semana un artículo en Breitbart News, un sitio web de derecha cuyo exejecutivo Stephen Bannon es ahora estratega jefe de la Casa Blanca.

"El Estado profundo está aquí", escribió la semana pasada Ed Rogers, un columnista republicano en un blog del diario The Washington Post.

"Es un fenómeno preocupante, con las organizaciones anti-Trump y funcionarios demócratas alineados conspirando para trabajar activamente contra el gobierno en ejercicio", advirtió.

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"Teoría conspirativa"

Sin embargo, diferentes analistas descartan que en este país pueda haber un "Estado profundo" actuando en las sombras.

"El término es una especie de teoría conspirativa que no capta lo que es una tensión normal entre burócratas, gente que maneja programas por años, y políticos que pueden llegar y tratar de cambiar las cosas", indicó Adams.

A su juicio, el problema es que esa tensión natural en un cambio de gobierno se ha planteado ahora entre la Casa Blanca y la comunidad de inteligencia, que por definición debe actuar de forma reservada.
Trump ha calificado las filtraciones de información clasificada como delitos serios, pidió al Departamento de Justicia que las investigue y decidió nombrar a un millonario de Nueva York para que revise el modo en que operan las agencias de inteligencia.

Por otro lado, su estratega Bannon definió la semana pasada que una meta del gobierno es la "deconstrucción del Estado administrativo", que a su entender fue montado por la izquierda para defender sus intereses mediante regulaciones burocráticas.

"Si miras a las personas nombradas para el gabinete, fueron seleccionadas por una razón y eso es la deconstrucción" del "Estado administrativo", explicó Bannon en una reunión de conservadores.

De hecho, algunas personas que Trump eligió para su gabinete han tenido posiciones encontradas con lo que tradicionalmente se cree que deben hacer los departamentos que encabezan.

Por ejemplo, para la agencia de protección ambiental EPA escogió a alguien que duda de la existencia del cambio climático ycon intereses vinculados a la industria de combustibles fósiles. Como secretaria de Educación nominó a una defensora de las escuelas "charter" fuera del sistema de enseñanza estatal; y para el Departamento de Salud escogió a un médico que cree que "el problema es que hay mucho" involucramiento del gobierno en la atención sanitaria.

Según Adams, la administración de Trump tiene una "determinación de romper las instituciones de gobierno" que plantea dudas sobre cómo se entenderá con la burocracia estatal en los próximos tiempos.

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"Sería muy difícil"

Pero este potencial conflicto de intereses entre altos mandos del gobierno y funcionarios de rangos menores no avala necesariamente la existencia de un "Estado profundo" que opere contra Trump.

"Sería muy difícil. Deberías tener muchísima gente junta para tratar de tener alguna influencia significativa sobre todo el sistema", afirma Lynn Ross, una profesora de ciencia política en la Universidad de Georgetown que trabajó durante casi 15 años en el puestos del gobierno federal, incluida la Oficina Ejecutiva del presidente.

"Hay mucha transparencia y mecanismos de control y equilibrio que impedirían que existan cosas como el 'Estado profundo'", dijo Ross a BBC Mundo.

Entonces, ¿cómo se explican las filtraciones, que han incluido borradores de órdenes ejecutivas que preparaba Trump en áreas como inmigración o seguridad?

Ross sostuvo que le sorprendería que las fuentes fueran empleados públicos, que violarían la ética profesional, y en cambio podrían ser políticos del gobierno midiendo cómo la sociedad o las instituciones reaccionan ante determinados planteos.

"En mi experiencia, cuando ocurren las filtraciones usualmente es algo hecho como en el nivel estratégico-político", indicó. "No es gente en el funcionariado público la que típicamente filtra".

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