¿Qué le espera a Juan Manuel Santos?

¿Será Santos rehén de quienes lo apoyaron? ¿Cómo hará para tenerlos contentos a todos, incluidos los conservadores?

Después del triunfo alcanzado en las elecciones del pasado 15 de junio, donde obtuvo casi 912 mil votos más que su contendor, Oscar Iván Zuluaga, al presidente Juan Manuel Santos le esperan momentos difíciles en la conformación de su equipo de inmediatos colaboradores. Si quiere darle gusto a todos los dirigentes que se adhirieron a su campaña luego de la primera vuelta, donde ocupó el segundo lugar con 3'301.815 votos, Santos deberá tener mucha astucia política para ubicarlos. Aunque varios analistas señalan que la adhesión a su nombre no fue de carácter burocrático, sino en apoyo a sus propuestas para alcanzar la paz, la verdad es que detrás de esos apoyos hay intereses políticos.

La presión sobre los barones electorales surtió efecto en la campaña reeleccionista. Que la Costa Atlántica, que en la primera vuelta solo puso 961.833 votos, haya incrementado el número de votantes en una cifra superior al millón de votos es prueba contundente de que esos raros especimenes de la política, como los Ñoños y los Musa Besaile, no tuvieron un compromiso claro con la campaña reeleccionista. Pero ante el campanazo de alerta que representó el resultado de la primera vuelta para las aspiraciones de Juan Manuel Santos, esos caciques políticos no tuvieron otra opción que jugársela toda para asegurar sus privilegios y, sobre todo, corresponder a la cantidad de recursos del Estado que recibieron para aceitar sus campañas al Congreso de la República.

¿Cómo deberá compensar Juan Manuel Santos el trabajo proselitista realizado por los caciques regionales para asegurarle la reelección? Lo más seguro es que lo hará atendiendo sus solicitudes para que les nombre a sus amigos en los altos cargos oficiales. Ese millón cuarenta y cuatro mil votos que aseguraron el triunfo del presidente candidato, puestos por dirigentes políticos de la Costa Atlántica, tienen un costo burocrático. Santos debe darles gusto en sus exigencias. De no hacerlo, le cobrarán por ventanilla su ingratitud. Este es uno de los temas espinosos que le esperan a Juan Manuel Santos al asumir su segundo mandato: quedar bien con quienes no tienen reatos morales a la hora de exigir que se les cumpla con los compromisos es algo que el presidente sabe hacer.

¿Podrá Juan Manuel Santos darles gusto a todos los dirigentes que después de la primera vuelta adhirieron a su campaña? Lo más seguro es que, como buen jugador de póker, sabrá hacerlo. Pero tendrá dificultades. Sobre todo porque los Ñoños y los Musa Besailes no se contentarán con cualquier cosa. Ellos quieren incrementar el poder en sus regiones y la mejor manera de hacerlo es exigiéndole al presidente que les dé una buena tajada de la torta burocrática. Lo mismo que hará César Gaviria. Se dice, incluso, que al expresidente lo van a premiar nombrándole ministro a su hijo Simón. Algo tiene que sacar el exmandatario después de haberse bajado de su pedestal para ayudarle a Santos a asegurar la reelección.

A Juan Manuel Santos le esperan días difíciles para conformar su nuevo equipo de colaboradores. Las adhesiones de Gustavo Petro y de Clara López no son gratuitas. Como el exalcalde quiere salir de la Alcaldía de Bogotá para jugársela como candidato presidencial en el 2018, le va a pasar cuenta de cobro por los votos que le puso en esta contienda electoral. Para Petro, esta es la oportunidad para ubicar a sus amigos en el gobierno. Lo mismo hará Clara López. El notorio incremento de la votación en Bogotá a favor de Santos se debe al aporte de estos dos líderes, indiscutiblemente. Santos pasó de 441.041 votos en Bogotá en la primera vuelta a 1'336.770 en la segunda, superando a Oscar Iván Zuluaga por 261.517 votos.

¿Será Santos rehén de quienes lo apoyaron en su aspiración? En la medida en que sepa manejar los apetitos burocráticos de todos los que se montaron en el bus de la reelección, tendrá capacidad de maniobra. Pero si la designación de nuevos ministros y directores de institutos descentralizados no llenan las expectativas de quienes lo apoyaron, posiblemente tendrá dificultades. Así las cosas, le tocará gobernar con personas de izquierda. Aunque el apoyo de Piedad Córdoba y del senador Iván Cepeda pudo haber sido en respaldo a las conversaciones en La Habana, entre la opinión pública queda la sensación de que el presidente está obligado a darles puestos en el gobierno. ¿Cómo hará para tenerlos contentos a todos, incluidos los conservadores que lo apoyaron?

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