¡Que los industriales pasen del siglo XX al XXI!

Les ha faltado iniciativa para incorporar tecnología e introducir sus productos dentro de las cadenas internacionales de valor, que han cambiado las formas de producir y exportar en el mundo.

Qué escándalo el que armó el presidente de la Andi para ambientar la asamblea del gremio de los industriales reunida la semana pasada en Cartagena. No hubo medio alguno de comunicación que no hubiera entrevistado a Bruce Mac Master. Los titulares hablaron por sí mismos. Por ejemplo: ‘Ayudar al sector privado no es regalarles plata a los ricos’, ‘El gran desafío’, ‘La industria merece tener incentivos como la construcción’.

Las estadísticas señalan que la industria no ha crecido o lo ha hecho muy lentamente en los últimos años. No por falta de demanda interna, pues el consumo de los hogares y del Gobierno aumentó a tasas altas como producto de la bonanza externa, sino por incapacidad de competir con el exterior. Entonces se les echa la culpa a la falta de apoyo gubernamental, a los tratados de libre comercio, a la desprotección arancelaria, al contrabando, a la enfermedad holandesa, etc.

La economía no es tan abierta como nos lo hacen creer los industriales, que han sido muy hábiles para lograr que sus empresas se protejan, presionando a las autoridades para enredar el arancel e imponer todo tipo de barreras no arancelarias a las importaciones (un estudio del Banco de la República afirma que estas han llegado a 24.000 en número). En cambio, les ha faltado iniciativa para incorporar tecnología e introducir sus productos dentro de las cadenas internacionales de valor, que han cambiado las formas de producir y exportar en el mundo. ¡A los que lo han hecho les ha ido muy bien!

En vez de continuar por esta vía, hay que racionalizar el universo arancelario, como lo está planteando la ministra Álvarez-Correa. Debe corregirse el arancel para los productos de la industria, homogeneizándolo, digamos, en 8 %. Esto agilizaría tremendamente el paso por las aduanas de materias primas, equipos y productos finales, lo que, a su turno, facilitaría la exportación.

Es que los ahorros que genera la mejora de la infraestructura de transportes se pierden si la aduana, en razón de la dispersión del arancel, se demora varios días en autorizar el ingreso de las mercancías al país. Ojalá el Gobierno proceda rápidamente en esta dirección y no se deje amedrentar por los gremios industriales.

Recuerdo las discusiones de hace 25 años, cuando comenzó lenta y gradualmente la apertura de la economía. Eran casi idénticas a las que promovió ahora el actual presidente de la Andi, solo que la pelea la daba Fabio Echeverri, el paisa que manejaba la Asociación. Que no se podía abrir el comercio exterior hasta que los puertos no funcionaran bien, o las industrias se hubieran reconvertido, o se hubiera invertido en infraestructura física. Si así hubiera sido, nunca se habría hecho nada. Es increíble. Pasaron 25 años y seguimos en las mismas. Aunque los puertos se privatizaron y modernizaron, hubo amplias facilidades para la inversión en la industria –crédito interno y externo con revaluación de la moneda– y se está mejorando la infraestructura de transporte. Lo que sí faltaron, con todo respeto, fue iniciativa empresarial, una visión de largo plazo, relocalizar las empresas exportadoras y moverlas a la Costa Caribe o a Cali.

Aparentemente, la reunión de los industriales en Cartagena fue toda cordialidad. Y quedaron contentos con la expedición de un decreto el 14 de agosto, que prorrogó hasta el 2017 más de 3.600 partidas de cero aranceles aplicables a bienes de capital que no se producen en el país.

Es claro, entonces, que lo que quería el presidente de la Andi era gestar un ambiente en contra de unas medidas más de fondo, que, de todas maneras, el Gobierno tendrá que adoptar para que los industriales transiten del siglo XX al XXI.

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