Que marchamos, ¡marchamos!

Que marchamos, ¡marchamos! Llenamos avenidas, calles, puentes y plazas, en las principales ciudades de Colombia. El éxito de la marcha del 2 de abril, citada por el Centro Democrático, fue rotundo e innegable.

Salimos a protestar contra las mentiras y los engaños de las negociaciones de paz en La Habana. Negociaciones que pretenden la total impunidad para los cabecillas de las Farc, quienes no pasarán ni un día tras las rejas. Negociaciones que crearán leyes y tribunales especiales, ignorando los legítimos de la Nación, para, precisamente, darles esa impunidad a los narcocriminales; para borrar sus secuestros, desapariciones, violaciones, asesinatos, crímenes de lesa humanidad y toda clase de atrocidades, que agobiaron al país por más de cinco décadas.

Vi y hablé con gentes de casi todos los partidos, naturalmente, uribistas, también, conservadores y no pocos liberales, de todas las corrientes.

Unidos marchamos para que se respete a los soldados, a los desplazados, a las víctimas reales. Para que los que nos defendieron de las Farc, con valor y constancia, no sean igualados con los narcotraficantes ante la ley ni ante el mundo.

Fue muy emocionante, pero también doloroso, oír en la Plaza de Bolívar en Bogotá, a un soldado que perdió sus dos piernas, un brazo y un ojo, hablar del abandono en que tiene el gobierno de Juan Manuel Santos a los soldados discapacitados y de cómo en el Hospital Militar a no cabe un soldado más. Oírle afirmar, con orgullo, cómo él ofrecería el brazo y el ojo que le quedan, por defender la democracia y las instituciones de la Patria.

El aplauso a este héroe fue cerrado y sus palabras fueron respondidas con el Himno Nacional, cantado con mucha fuerza por una plaza llena hasta las banderas y ensopada por un torrencial aguacero que no logró dispersar a la multitud.

Claro, allí no se vio ni a uno solo de la izquierda. Para ellos estas negociaciones son el triunfo que jamás lograrían con las armas, ni con los votos. A ellas, Santos pretende entregarles, en bandeja de plata, a Colombia, con curules y territorios especiales para los cabecillas de los grupos que firmen la paz. Hoy las Farc, mañana, el ELN, y después, los Úsuga, o quien sabe quién.

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