Que no se repita la historia de Bogotá

Con la ingenuidad política que lo caracteriza y su carismática sonrisa de hombre bueno, enmarcadas dentro de sus concepciones de hacer política en beneficio público, como lo ha demostrado, Enrique Peñaloza aspira a ser el candidato presidencial de los divididos Verdes. Identificado como el vocero del uribismo en las pasadas elecciones para la alcaldía de Bogotá, fue derrotado gracias a la dispersión creadora de las fuerzas Santistas para facilitar el arribo de Petro al Palacio de Liévano, con el 32 % del total de la votación capitalina, cifra que no alcanzó la mitad del potencial electoral calculado para la misma.

Los progenitores de la Mesa de Unidad Nacional mantuvieron la aspiración de sus tres candidatos (Galán, Parody y Luna, conscientes de que ninguno llegaría a la alcaldía), para atraer a los confundidos votos de opinión, particularmente de los jóvenes, e impedir el triunfo de Peñaloza, lo cual permitió la victoria del Socialismo del Siglo XXI en su versión bogotana, con las negativas consecuencias por todos sufridas.

Hoy, una división en las filas democráticas facilitaría la reelección de la alianza de populistas y narcoterroristas en cabeza de Santos, y despejaría el camino para que, gracias al proceso de “paz” de La Habana (al que intentan refrendar con una consulta popular amañada), lleguen a la presidencia los narcoterroristas con candidato propio en el 2018, en medio de un país asediado por todo tipo de violencia y de proselitismo armado.

Si las fuerzas patrióticas del Centro Democrático, el Partido Conservador y otros movimientos independientes (incluyendo a los peñalozistas), a través de sus dirigentes, conforman un frente de batalla con voceros únicos para las presidenciales, se evitará que la historia de Bogotá se repita, a nivel nacional, contra la debilitada democracia que reclama cambios profundos. Las elecciones parlamentarias son un termómetro del rumbo que puede tomar el país. Los líderes elegidos al Congreso por las fuerzas democráticas van a desempeñar, como la voz del pueblo, un papel clave en esta convergencia para salvar al país del narcoterrorismo.

Una convención de las mismas, a través de los voceros que salgan elegidos, debe conformar un gran movimiento nacional para las presidenciales, refrendando a los dirigentes que nos conducen a la conquista del poder para revitalizar la democracia. La experiencia de Bogotá ha de servir de ejemplo, por vía contraria, para cerrar las puertas abiertas, por el populismo santista, a las fuerzas del narcoterrorismo.

“En el pueblo existe siempre la conciencia de su propio destino, y en momentos como el presente, esta conciencia encuentra su expresión exterior”, predecía Tolstoi, en Anna Karenina, auscultando, en el alma nacional de la Rusia zarista de aquel entonces, los cambios democráticos que se aproximaban.

Que asuman en sus manos el destino de nuestra patria, evitando divisiones, los líderes que nos representan para reconstruir las instituciones debilitadas de la misma. Los cambios profundos que se necesitan tienen una nueva oportunidad. A salvar la democracia!, como clama Carlos Holmes Trujillo, desentrañando el sentir de los colombianos y el descontento social en otras latitudes.

Alfonso Lorza González.

Miembro del C.P.P.C.

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