¿Qué ocurrirá el próximo domingo?

A dos días de las elecciones presidenciales, la mayoría de los colombianos nos preguntamos qué es lo que realmente va a ocurrir. Las últimas encuestas pronostican que la segunda vuelta va a enfrentar al presidente Santos con Óscar Iván Zuluaga. Es una realidad sorprendente. Un palo, lo llamarían los viejos apostadores de carreras de caballos. Zuluaga, a quienes durante meses se lo veía inmóvil en las encuestas, incapaz de despegar, de pronto aparece con opción de barajarle la reelección a Santos.

¿Cómo explicar tal fenómeno? Dos razones saltan a la vista. La primera es la poca credibilidad que los electores le conceden a la entusiasta propaganda del presidente. Buenos índices económicos le son reconocidos. ¿Pero realmente baja el desempleo? Basta detenerse ante un semáforo capitalino para encontrarse con que el llamado empleo informal de los vendedores de frutas, rosas o bolsas de basura es un reflejo de pobreza extrema no resuelto. La salud es un desastre. Hay enfermos que por falta de atención, tras largas colas, se derrumban en los pasillos de los hospitales. ¿Y qué decir de la justicia? Un horror. En cualquier otro país del mundo donde se contemplara lo que aquí vemos todos los días (testigos comprados, magistrados movidos por aversiones políticas) sería eso, un horror. La política agraria ha sido un incuestionable desastre que provoca tumultuosos paros. ¿Y qué decir de la seguridad? Basta sacar en la calle o en un trasmilenio un celular para sentirse amenazado.

La otra razón que explica el alza de Zuluaga es la capacidad que ha mostrado en los debates públicos. Tiene soluciones reales y sabe cómo atender su costo para problemas relacionados con el campo, la salud, la educación y otros de primera importancia.

¿Cuál puede ser su talón de Aquiles? No creo que los últimos y recientes escándalos relacionados con el hacker Andrés Sepúlveda afecten sus opciones. Tampoco las de Santos por lo ocurrido con J. J. Rendón. Son sucias armas electorales de último momento, y las que se difunden contra Zuluaga parecen propias del ‘castrochavismo’.

En cambio, creo que el talón de Aquiles de Zuluaga puede relacionarse con el proceso de paz. A este respecto existe entre los electores del país una situación contradictoria. Por una parte, es muy fuerte en ellos el anhelo de paz. Nadie desea otros 50 años de horrores. Pero, a la vez, muy pocos aceptan ver a los guerrilleros impunes y con fuerte participación en la política. Pues bien, aquí habría que ser realistas. Hay sapos que se deben tragar y otros que deben ser rechazados. ¿Lo admite Santos? Es dudoso. A quien expresa dudas lo llama amigo de la guerra y a quien lo sigue en su precipitada carrera hacia un acuerdo del cual nada se sabe lo bautiza amigo de la paz.

Zuluaga, en vez de rechazar de plano el proceso de paz, debería asumirlo con ojo vigilante, tomando como ejemplo las inevitables concesiones que admitieron países como Guatemala o El Salvador. En este sentido, Peñalosa se ha mostrado más realista. Él acepta los actuales comisionados del Gobierno, pero no ve compatible con el diálogo las acciones terroristas de la guerrilla. Un acuerdo de Zuluaga con él sería indispensable. ¿Pero será posible? Peñalosa es siempre inesperado en sus salidas políticas. Marta Lucía Ramírez resulta más confiable.

Los diálogos y acuerdos entre estas figuras de la oposición serían definitivos para impedir la reelección del presidente Santos. De ellos depende el futuro del país. La real paz solo la consigue un gobierno fuerte y alerta, ajeno a los efectos de imagen y capaz de rechazar lo que tenga visos de capitulación, como el debilitamiento de las Fuerzas Armadas.

Sobre estas bases –y solo sobre estas bases– deben verse con optimismo los resultados que vamos a conocer cuando caiga la noche del próximo 25 de mayo.

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