¿Qué responderán?

Si López y su equipo de campaña permanecieron hasta el final de la administración Moreno, qué le hace pensar a la izquierda que ahora su manera de gobernar será distinta.

Cuando en su momento les pidieron explicaciones al senador Robledo y a varios líderes del Polo por el descalabro de Samuel Moreno en Bogotá, respondieron olímpicamente que Moreno no era en verdad de izquierda y, a renglón seguido, que, como la izquierda nunca había gobernado, no les cabía ninguna responsabilidad.

Según esta versión, el apoyo a Moreno se debió solo a coyunturas electorales. No había más candidatos, por lo que era necesario irse con la opción más provechosa hacia el futuro. Palabras más, palabras menos, alcanzar el poder estaba por encima de las consecuencias inmediatas en el deterioro de la administración pública y de las condiciones de vida de la ciudadanía.

No fue la primera vez que la izquierda apostó por candidatos impresentables, que no necesariamente eran de su misma ideología, para propiciar un escenario político favorable. En 1990, el Comité Central del Partido Comunista (PC) se reunió para atajar la candidatura de Bernardo Jaramillo Ossa a la presidencia. La línea radical del PC, encabezada por Manuel Cepeda Vargas y Carlos Romero, propuso incluso el nombre de Alberto Santofimio como candidato alternativo a Jaramillo Ossa. Era mejor irse con un liberal, sobre el que ya entonces pesaban las peores sospechas de corrupción, que alimentar las aspiraciones de los sectores moderados del partido.

Hoy, la historia se repite. El Polo, Petro y un sector de los ‘verdes’ han cerrado filas en torno a Clara López, sin importar todas las alarmas que activa su candidatura. López fue la secretaria de Gobierno de una de las administraciones públicas más corruptas en la historia del país. Y, además, está rodeada por un equipo de campaña que proviene de esa administración o fue políticamente cercano a ella.

Por eso, es imperdonable que el propio Petro se pase por la faja todas las denuncias que hizo acerca de la corrupción de los Moreno solo porque ahora Clara López en la alcaldía le conviene a su aspiración presidencial. De hecho, ese ha sido el argumento de muchos activistas, opinadores y políticos de izquierda para apoyar a López, a pesar del repudio que les causa el entorno de su candidatura.

Si López y su equipo de campaña permanecieron hasta el final de la administración Moreno, qué le hace pensar a la izquierda que ahora su manera de gobernar será distinta. ¿Qué responderán cuando les pidan explicaciones? ¿Dirán que ella no es de verdadera izquierda?

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