¿QUÉ SE HIZO LA MERMELADA?

Como fue de retador el discurso de Santos en la noche del domingo para testimoniar su derrota frente a Zuluaga, posiblemente así será su agresividad verbal en esta segunda vuelta presidencial.

En su desespero electoral seguramente recurrirá a las más temerarias estratagemas para intentar coronar su meta reeleccionista. Acudirá su campaña a cualquier medio para no dejar que se hundan sus ambiciones de gobernar por otros cuatro años. Raspará la olla del presupuesto nacional para enmermelar a quienes aún se resisten a su cadena de promeserismo y fantasías.

Tres semanas difíciles le esperan al país.

Si bien Santos comenzó su discurso en la noche del domingo invitando a Zuluaga a adelantar un debate fundamentado en tesis y programas, rápidamente, de acuerdo con su talante oscilante, cambió. Retomó su temperamento de hombre contradictorio y reculador, para recaer en provocaciones. Quiso infundir miedo -ese mecanismo de las administraciones desesperadas, según Stalin- al vociferar que el país tenía que escoger entre la guerra y la paz. Volvió a su carácter maniqueísta de dividir a los votantes entre buenos –sus aliados– y malos, sus opositores.

Su cofrade de los últimos días, el expresidente Gaviria, nada le aportó. Antes fue contraproducente. Sus gritos estentóreos, sus ademanes de energúmeno salido de la ropa, irritaron a los colombianos. Verbalmente maltrató a Álvaro Uribe, quien fue uno de los grandes ganadores de la jornada electoral. Si Santos quiere hacer un protagonismo menos malo que el que hizo, para esta segunda vuelta debe invitar a Gaviria a retornar a sus cuarteles de invierno…

Entre los más duros castigos que sufrió Santos, quien calculaba que barrería en la primera vuelta sin necesidad de segunda, fue el que propinó Antioquia. Superado ampliamente por Zuluaga y Marta Lucía Ramírez. La debacle fue mayor en Medellín. Se situó por detrás de la candidata del Polo para ocupar el penúltimo lugar. Melancólico balance para un jefe de Estado que ha hecho de la segunda ciudad del país su aeropuerto alterno en su promeserismo ambulante y desaforado.

Ya comenzaron a armarse las coaliciones políticas para esta segunda y final vuelta electoral. La campaña de Santos está dispuesta a jugársela a cualquier costo. Tiene aun todos los poderes institucionales en sus manos. Cuenta a su haber con un Fiscal General, su mejor jefe de debate, dispuesto a continuar judicializando a los opositores que discrepan de los lineamientos del régimen.

Hay tres semanas en donde al Presidente poco le importará para gobernar, la suerte y la marcha de un país lleno de dificultades. Lo desvelará la angustia y el afán de hacer lo que sea para no perder la reelección. Tentará a quienes fueron doblegados el domingo en las urnas para que se sumen a su causa ofreciendo el oro y el moro en su conquista. Embadurnará a los grandes medios de información capitalinos con jugosas pautas publicitarias para que sesguen la información con toda clase de artimañas.

Repetimos: Dios nos coja confesados para entender con la lógica lo que se viene en estas tres semanas, en donde difícilmente se va a gobernar y más a politiquear, utilizando los recursos del Estado como barril sin fondo.

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