Qué soledad tan sola

En esta crisis con Venezuela, se ha demostrado la soledad de Colombia. Ningún país la ha apoyado abiertamente, cuando el conflicto ya tiene el sello de tragedia humanitaria. Imágenes del éxodo forzado, de expulsiones brutales, denuncias sobre abusos sexuales, le han dado la vuelta al continente. Este, en el mejor de los casos, sale con declaraciones babosas.

Esa soledad hiere. No solo por la explicable ausencia de apoyo de la porción americana manchada por la impronta chavista, sino por la de naciones menos aventureras. ¿En dónde están las voces francas y solidarias de México, Perú, Chile, socios de la Alianza del Pacífico? ¿No les importa el infortunio de los colombianos echados de sus modestas viviendas, arrasadas por las retroexcavadoras del autócrata Maduro? ¿Dónde está la protesta de Estados Unidos, país al que Colombia le sirve con veneración morbosa?

Por esa indiferencia de América, la indignación nacional ha sido oportuna y contundente. Dejar solo a un país amigo cuando se le estruja, despierta la convocatoria a la unidad nacional, así quien lo haga desde el gobierno no sea el mejor líder y sus debilidades superen con creces las fortalezas.

Independientemente de que el bipolar cacique venezolano busque camorra para fabricar enemigos externos, capitalizables como sus mejores jefes de debate para contrarrestar las encuestas que lo dan como perdedor en las próximas elecciones parlamentarias, o tender una cortina de humo para camuflar la acción narcotraficante de sus generales, Colombia debe recurrir a las pocas y serias instancias internacionales que aún quedan para dirimir conflictos.

Los expresidentes Álvaro Uribe y César Gaviria han coincidido en acudir a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, así como desplegar misiones serias y bien documentadas ante el mismo Consejo de Seguridad de la ONU. Creer que en la OEA y en Unasur se encontraría la capacidad de frenar la brutalidad del delirante vecino, es una utopía. Ya en la reunión del lunes en el Consejo permanente de la OEA, el venezolano Roy Chaderton minimizó la crisis y se opuso al embajador colombiano Andrés González quien pidió –siendo derrotado– una reunión de cancilleres en Washington para demostrar los atropellos de las autoridades venezolanas. ¿Insistirá Colombia en acudir a Unasur con la seguridad de sufrir otro revés, máxime con una Cancillería tan anodina?

Tiene razón el expresidente Gaviria cuando sostiene que la actitud del gobierno de Venezuela “linda con lo criminal”. Su voz ha sido altiva como también la de Álvaro Uribe y Andrés Pastrana. Los tres han demostrado valor y personalidad. Y saben –como no lo ha podido entender la canciller colombiana– que diplomacia no es sinónimo de debilidad, sino de vigor y oportunidad. Aquellos han contado la escueta realidad en vez de darle largas con eufemismos a una agresión que hay que cortar.

La naturaleza, que con tantas cualidades dotó a Colombia, le dio como castigo tener unos mandatarios vecinos, tan incómodos como burdos. La historia es abundante en esos personajes conflictivos. Presidentes que han sido tan apasionados e irresponsables que superan a los no poco incompetentes jefes de Estado que por aquí hemos tenido….

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