Querido compatriota

Ojalá que todo esto sea, pues, letra muerta, y que lo peor que pueda pasar es que no pase nada.

Estamos a menos de quince días de participar (incluso absteniéndose) en la toma de una decisión que muy probablemente nos cambiará la vida a todos, y no necesariamente para bien. No me mueve el ánimo de hacerlo cambiar de parecer ni voy a molestarme con las personas que, como usted, creen inocentemente en la utopía que le están vendiendo. Cada tanto, las sociedades caen en esos engaños, así que no es su culpa. El sueño de la paz es una idea potente y poderosa que embriaga los sentidos; y cuando se tienen esos sueños placenteros, nadie se quiere despertar. Pero es inevitable, y vendrán el guayabo y el arrepentimiento.

Millones van a votar por la paz de Santos y ‘Timochenko’ sin haber leído ese contrato –que eso es, ni más ni menos–, omisión con la que empiezan las estafas. Que lo hagan personas iletradas, vaya y venga, pero que haya gentes doctas, o medianamente cultas, que admitan –incluso en estas páginas– que aunque el acuerdo es malo van a votar por el Sí, amparándose en argumentos peregrinos que van desde la “fe” hasta el de creer que después se podrá vencer a las Farc en las urnas, es preocupante. Me parece que es el típico caso de la rana que se está cocinando en la olla sin darse cuenta.

Soy pesimista, y quisiera aferrarme a la tabla de salvación impetrada por muchos, como es el engañoso y gatopardístico razonamiento de que el Acuerdo Final es casi que un saludo a la bandera que no implica mayores cambios, y mucho menos eso de que las Farc se tomen el poder. Algo así como que nos gastamos cuatro años amansando fieras en un catamarán para que se aficionaran a los mojitos y se transaran por una vejez plácida, echando discursos en el Congreso y aprobando leyes de esas que no quedan sirviendo más que para un titular de prensa.

Me apena contradecirlos, pero creer que don Rodrigo no puede llegar a la presidencia –o el doctor Luciano, que tiene iguales o mayores ‘méritos’– es como dudar que Nairo se puede ganar el Tour. Primero, la historia los favorece, otros bandidos han llegado al poder (Castro y Chávez, por ejemplo) luego de perdonárseles sus crímenes. Segundo, la toma del poder por las Farc es un cáncer muy avanzado que ha hecho metástasis por todas partes. Por eso el computador de ‘Reyes’ no sirve como prueba, aunque esté avalado por Interpol. Por eso los presos políticos de la oposición, como Luis Alfredo Ramos, acusado por testigos falsos, o Andrés Felipe Arias, cuyo proceso es un absurdo como lo entiende cualquier persona honesta (ver columna de Moisés Wasserman).

Tercero, el Acuerdo Final pone pica en Flandes, atraviesa el Rubicón y quema las naves. Las Farc tendrán superpoderes para minar la democracia por todos los costados: el manejo del campo, la participación en política hasta de criminales de lesa humanidad, el mínimo de 26 curules fijas por ocho años, las 31 emisoras y la mayor financiación estatal que tenga partido alguno; el tribunal de paz, al que llevarán a sus viejos enemigos; el cuerpo élite policial con que perseguirán a los que consideren enemigos nuevos; la comisión de seguimiento y verificación, que será el poder detrás del trono en los próximos diez o veinte años, y decenas más de planes, programas, comisiones, organismos y demás.

Compatriota: ojalá que todo esto sea, pues, letra muerta, y que lo peor que pueda pasar es que no pase nada. Pero este programa de gobierno está escrito y no se podrá modificar; será, como los matrimonios de antes, “hasta que la muerte los separe”. Así que la suerte está echada. Nuestros héroes derrotaron a las Farc en todos los campos, pero el Gobierno claudicó en la mesa. Solo espero que su sueño de paz no devenga en pesadillas. Fraterno saludo.

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