¿Quién engañó a quién?

No puede haber en Colombia alguien más encartado que el señor presidente Santos. Encartado con su propia criatura, esas conversaciones de paz que se inventó para recuperar su alicaída favorabilidad en las encuestas de opinión, lo único que en verdad le importa.

Durante más de seis meses nos mintió, negando tozudamente lo que muchos sabíamos, que andaba en entendimientos con las Farc en Cuba. Cuando quedó en evidencia su treta, la justificó al estilo de Maquiavelo. La razón de Estado lo explica y lo autoriza todo. Y adelante. Un presidente mentiroso debe ser perdonado por el triunfo que con sus mentiras gana. En el juego de póker, en lo único en que al parecer es maestro nuestro Jefe de Estado, también vale, y se aplaude, ese sistema.

Cuando creyó tener a la fiera apaciguada, y listos los diálogos de paz, los anunció con la fanfarria que para estas cosas se usan. Sobre todo cuando es uno, de lejos, el mayor anunciador para la televisión, la radio y la prensa. Después de cincuenta años de sangre, de guerra y de dolor, estaba al frente la tierra prometida, la anhelada paz con sus promesas infinitas de prosperidad y plenitud. ¡Y el pueblo de Colombia, crédulo y sencillo, se tragó el cuento de un solo bocado!

Primero fue una intervención en horario triple A, para dar el anuncio de aquel hecho colosal. Después, en el horario predilecto del mediodía, el discurso suyo, harto malito como nos pareció, y el discurso de Timochenko, que nadie oyó y nadie entendió. Porque Timochenko dijo todo lo contrario de lo que dijo Santos. Pero no importa. ¡Adelante!

Santos viene diciendo que el tema de la discusión se contrae a cinco puntos, ya suficientemente amplios y conflictivos, pero al fin y al cabo, únicos y excluyentes.

Timochenko y Márquez no se han cansado de decir que allá se llegará, pero después de haber arreglado el país en la mesa. Esto es, después de definir el nuevo modelo político, social y económico de la Nación. En suma, que Santos quiere una misa rezada y las Farc una Asamblea Constituyente.

Santos mide el esfuerzo en meses y las Farc en años. Ya hablaron de los dos miserables años en que algunos quieren resolver un conflicto de medio siglo.

Santos quiere, ahora, que todo se tramite en silencio. Las Farc, que en presencia del mundo y con participación del mundo entero. Piedad Córdoba, Vivanco, la Delegada de las Naciones Unidas, Carlos Lozano, Cepeda, la Alvear Restrepo, todos están haciendo cola para coger el micrófono.

Santos no quiere que se hable del nuevo Ejército, del terrorismo de Estado, de la inversión extranjera, de la minería y el petróleo, de los TLC, de los bancos y las industrias. Y las Farc dicen que esos son sus temas predilectos.

Santos pregunta cuánta cárcel están dispuestas a soportar y las Farc preguntan para quién será la cárcel. No para ella, en todo caso, porque nunca hicieron mal a nadie. El terrorismo fue del Estado, y ellas las víctimas que tuvieron que defenderse.

¿Quién engañó a quién? Si Santos nos engañó a todos para mejorar en las encuestas, el problema es de alta política y desencadena una crisis sin precedentes. Si las Farc engañaron a Santos, porque engañaron primero a Jaramillo, a Pearl y a Enrique Santos, nos tendrán que explicar varias cosas, entre todos los engañados. Para que entendamos, por ejemplo, cómo tenemos un presidente tan ingenuo y el presidente cómo tiene asesores tan majaderos o tan mal intencionados.

Ya el presidente empezó a darle puntadas a la ardua cuestión de este engaño. Porque ya ha dicho que si esto se daña, no ha pasado nada. Y que si se daña, es por culpa de las Farc. No por culpa de quienes escribieron un acuerdo donde se mencionan, no importa dónde, todas las cosas que las Farc reclaman como sus temas centrales. Y no por culpa de quien nos montó en este enredo, que tiene en entredicho y paralizado el país. Y no por culpa de quienes montaron el teatro en Oslo, sin que sepamos por qué. Definitivamente, jugar póker es bastante más fácil que gobernar un país.

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