¿Quién especula?

“No me explico por qué cada vez que nos acercamos a la paz, hay quienes se llenan de ira y utilizan armas como la mentira para desacreditar el proceso… acuden a acusaciones malévolas”, dijo el presidente sobre quienes dudan sobre las versiones oficiales acerca de las recientes caídas de aviones y helicópteros de la Fuerza Pública. Más allá de que Santos se niegue a “desescalar” el lenguaje frente a sus críticos, ¿las “acusaciones son malévolas” y buscan “desacreditar el proceso”?

Sobre el avión Casa que se estrellara y dejara once muertos, no hay datos que permitan pensar que fue resultado de un ataque. Todo indica que la caída ocurrió porque se congelaron algunas partes del avión, lo que unido a cambios estructurales que se habían hecho en la aeronave entre 2013 y 2014, hizo que perdiera aerodinámica y altura y ganara velocidad. La tripulación perdió control y el exceso de velocidad generó que las alas y la cola se desprendieran del fuselaje. Entró en caída libre.

Las preguntas vienen sobre las modificaciones. Los Casa son aviones de transporte. Tres, entre ellos el que cayó, fueron alterados para convertirlos en aeronaves de guerra electrónica. EADS Casa, la compañía que los construyó, nunca aceptó ni avaló los cambios, aunque le insistieron en ello. Los cambios los realizó IAI, la misma que hizo las modificaciones de los Kfir, que por cierto, también vienen cayéndose a manotadas desde 2012. Desde el 31 de diciembre pasado, los expertos pilotos de las FAC se han negado a montar en los Kfir. Ahora cae un Casa modificado. Y en Palacio están empeñados en comprar F16 de los ochenta, también a IAI. Parece absolutamente indispensable hacer un alto, revisar por expertos independientes los aviones modificados, y tomar decisiones de fondo. No debería morir ni un piloto ni un tripulante más de la FAC por cuenta de esos cambios, si es que son la causa final de tantos accidentes.

Lo ocurrido con el Black Hawk de la Policía, con dieciséis muertos, parece completamente distinto. Para empezar porque las versiones nacieron de la propia institución. Uno de sus miembros informó que “parece ser que los impactaron por debajo, pero no balas, sino como un tatuco o algo”. El audio circuló rápidamente, apenas minutos después de que cayera el helicóptero entre Chigorodó y Carepa, en una operación contra el clan de los Úsuga. Aunque desde el Gobierno sostuvieron que era falso, la Policía ya confirmó que el audio es real. En cualquier caso, la versión debería ser investigada y no desechada por razones políticas.

Pero el Gobierno hizo otra cosa y solo contribuyó a las especulaciones. Apenas unas horas después, algunas “fuentes” gubernamentales reaccionaron al audio sosteniendo que se había presentado “una falla mecánica que precipitó un aterrizaje de emergencia sobre una zona boscosa y de difícil acceso”. Un poco más tarde, mientras que el director de la Policía decía que “por ahora todo es especulativo”, el Ministro de Defensa sostuvo que la aeronave se habría accidentado a alta velocidad contra una ladera porque habría “nubes bajas y generalizadas”. El culpable sería el mal tiempo. Pero los pilotos de la Policía están acostumbrados a vuelos nocturnos y sin visibilidad. Y los Black Hawk están equipados con toda clase de radares y equipos para volar solo por instrumentos y en el peor de los climas. Sin embargo, esa misma noche, Santos no tuvo ningún problema en afirmar, que “ya está comprobado que sufrió un accidente, no hubo ningún tipo de ataque de un grupo guerrillero ni banda criminal”.

Villegas sostiene que “es un abuso con la Nación dar por hecho algo que es una especulación”. Cierto. Pero, ¿quién abusa aquí? ¿Quiénes con base en un audio y con los datos técnicos de los helicópteros, creen que puede haber sido derribado desde tierra? ¿O el presidente que sin más descarta tal ataque?

El problema para establecer la verdad no estaría en los críticos, sino en el afán gubernamental de descartar el derribamiento porque le enredaría mucho el proceso. En esa área están aliados, para operaciones de narcotráfico, las Farc y los Úsuga.

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