¿QUIÉN HARÁ LA OPOSICIÓN?

¿Quién va a ser el líder de la oposición política –que deberá estar amparada por un estatuto que la respete y la proteja– en el gobierno Santos?

¿Acaso Óscar Iván Zuluaga con los 7 millones que obtuvo como candidato presidencial en las urnas? ¿O Marta Lucía Ramírez con los 2 millones de goditos rasos, sin probar mermelada alguna? ¿La asumirá Álvaro Uribe con sus 20 senadores y con un liderazgo indiscutible en su Centro Democrático?

No creemos que Zuluaga tenga el temperamento de ejercer la dura función de permanente controversia contra toda la jauría de la coalición gobiernista. Como director del Centro Democrático –bien escogido por supuesto– será el hombre para organizar el nuevo partido, jerarquizándolo y abriendo sedes regionales. Le corresponderá planear, coordinar acciones y declaraciones de contenido programático en lo económico, social. El carecer de curul en el Congreso –escenario esencial de la polémica política– lo alejaría de ejercitar con eficacia esa misión básica en toda democracia. Llevará como presidente del Centro Democrático la batuta de director de orquesta en la organización de foros, talleres programáticos y estudios para alimentar a su equipo de senado y cámara. Ser cabeza de la oposición para desempeñar con vigor la fiscalización política del gobierno –sobre todo del actual, envalentonado en grado sumo– requiere de un liderazgo natural que no vemos en la vocación del destacado dirigente caldense.

Marta Lucía, si bien le dio dignidad y le recordó la ética a un partido que en su cúpula no se hastía de la mermelada, carece de equipo parlamentario para hacerse escuchar con la fortaleza que reclama el hecho de ser cabeza de oposición al régimen. Los congresistas conservadores invitados a la mesa de la Unidad Nacional santista la dejarán sola. No desaprovecharán oportunidad para participar en la repartición del botín burocrático. Lo aman y se montarán en ese tren, así les den puestos en vagones de tercera…

No queda sino Uribe Vélez, con todos sus excesos de twitero impenitente pero con resistencia para ejercer el protagonismo de dar y recibir. Tiene cuero duro para aguantar golpes y devolverlos con réditos. Es un animal político dentro de la mejor concepción aristotélica. No lo intimida el hecho de enfrentar a una cuadrilla de la extrema izquierda parlamentaria, ávida de molerlo. Ojalá encuentre elementos en su equipo parlamentario que no lo dejen muy solo en hacer el gasto de la oratoria de réplicas y contrarréplicas.

La oposición es condición necesaria para que un sistema democrático funcione. El unanimismo y las mayorías que trituran y ahogan la palabra y las ideas a golpes de pupitre o de medios de información sesgados, debilitan la fiscalización efectiva y el ejercicio pleno de la política. Conduce al pensamiento único que es prólogo al partido único y a los gobiernos despóticos y atrabiliarios. Contribuye a que la corrupción y la abulia en los organismos de la administración pública se estimulen.

Ojalá sí se haga una oposición más racional que emotiva, así no se le baje la guardia a la vehemencia. Una oposición con pasión de servirle al país a través de severo control político, que se convierta, por lo menos a mediano plazo, en opción real de poder.

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