Rebeldía inaceptable

Entender esta situación también nos anuncia que, una vez desmantelada la faceta violenta de las Farc, perdurará un reto dificilísimo para el país, encarnado en el poder de los narcotraficantes, que siguen haciendo de las suyas en las regiones donde la ausencia estatal y la existencia de guerrillas les han permitido ejercer su influencia ilegal.

Aunque era de esperarse, los anuncios esta semana sobre la posibilidad de que un par de frentes de las Farc (uno confirmado y el otro según especulaciones) no se desmovilicen una vez sean firmados los acuerdos de La Habana, son frustrantes. Esperamos que los guerrilleros entiendan, más temprano que tarde, que esta es una oportunidad histórica única para empezar de nuevo por la vía de la legalidad. No hay motivos para justificar su contumacia.

El primer anuncio formal (y, esperamos, el único) de rebeldía frente al proceso vino del Frente Primero. Según las informaciones que se tienen, tanto en La Habana como en Colombia, ese frente, que se mueve entre Calamar, El Retorno y San José del Guaviare, ha estado alejándose de las decisiones del Secretariado de las Farc, manteniendo fuertes relaciones con narcotraficantes y mineros criminales en la región donde actúa. Aunque la cifra exacta no se conoce, se estima que el frente tenga entre 200 y 400 guerrilleros en sus filas.

Su oposición a la desmovilización es preocupante si contagia a otros miembros de las Farc a hacer lo mismo. Según lo denunció la Procuraduría General de la Nación, el Frente Séptimo también estaría considerando no desmovilizarse, aunque el Gobierno ha dicho que esta información no ha sido verificada.

En cualquier caso, la reacción de todos los involucrados debe ser contundente. Hizo bien el ministro del Interior (e) Guillermo Rivera al explicar que “el presidente Juan Manuel Santos ha sido muy claro en que quienes no se acojan a lo que se acuerde en La Habana sólo tendrán como opciones la cárcel o ser dados de baja por la Fuerza Pública”. Más aún, estarían desperdiciando la oportunidad irrepetible de acogerse a la jurisdicción especial para la paz. Por donde se le mire, entrar en rebelión en un momento en que el país está cambiando de discursos, y cuando al Estado ha mostrado inequívocamente su buena voluntad, es un error histórico.

Por supuesto, las razones son mucho más complejas que simples gritos ideológicos. Lo dijo el Estado Mayor del Bloque Oriental de las Farc en un comunicado donde expulsa a cualquier persona que desobedezca la orden de desmovilización: “El sector de mandos y combatientes del Primer Frente que decidió renegar de sus principios, apela a argumentaciones ideológicas y políticas a fin de ocultar la evidente influencia de intereses económicos opuestos a la terminación del conflicto”.

Entender esta situación también nos anuncia que, una vez desmantelada la faceta violenta de las Farc, perdurará un reto dificilísimo para el país, encarnado en el poder de los narcotraficantes, que siguen haciendo de las suyas en las regiones donde la ausencia estatal y la existencia de guerrillas les han permitido ejercer su influencia ilegal.

Lo esperanzador es que las Farc han demostrado su voluntad de repudiar de lleno a estos actores, y una vez desmovilizados pueden proveer inteligencia crucial para que las Fuerzas Armadas empiecen a recuperar los territorios perdidos.

En todo esto, además, no sobra recordar que todos los procesos de desmovilización en Colombia han tenido desertores, pero eso no le resta importancia a los esfuerzos de paz, sólo es un recordatorio de que queda mucho que hacer después de la firma de los acuerdos finales.

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