Recuperando dignidad perdida

Ocurrió  lo que tenía que ocurrir: el partido conservador colombiano, desde el mismo fondo de sus cimientos, se puso en pie y grito ¡Basta! Acordándose de su glorioso pasado y vislumbrando su promisorio, ungió a su candidato único o mejor a su candidata única, con un mandato trasparente para que enarbolara de nuevo las banderas doctrinarias y recuperara la dignidad mancillada, así como el poder total, para que nos dejemos de contentar con las migajas que deja el clientelismo. Sucedió lo que tenía que suceder. Algunos dirigentes, que se creían la reencarnación misma del partido, se quedaron con sus crespos hechos o, mejor, con sus crespos santistas totalmente deshechos…

Una convención  vigorosa, independiente, trepidante, pero sobretodo visionaria y responsable con su papel histórico, proyectó la figura de Marta Lucía Ramírez hacia el firmamento presidencial. Si se impone la cordura y la sensatez colectiva, el partido entero la colocará en la segunda vuelta electoral y de allí en adelante, todo será ganancia.

Un análisis desprevenido de los acontecimientos no debería sorprendernos por los magníficos resultados convencionales. Pero lo que si debe llamarnos  la atención es que los "perdedores" alegarán ser mayoría y con esa convicción se retirarán del recinto. La historia conservadora, que ha narrado siempre un verdadero rosario de divisiones, desencuentros y confrontaciones convencionales, también nos ha relatado cómo las reculadas eran protagonizadas por los minoritarios y nunca por los mayoritarios.

Escrito lo anterior, con la emoción propia de quienes todavía confiamos en los superiores destinos del rebaño azul, vienen los espacios para la reflexión que no pueden ser distintos a la de la urgencia y conveniencia de cerrar filas en torno a Marta Lucía, una figura femenina como las de los viejos tiempos: corajuda, audaz e impetuosa pero a la vez espiritual, inteligente, muy preparada y muy  a tono con los tiempos de modernidad e innovación. Merecedora de todos los respetos, de todos los respaldos y de todos los agradecimientos por los permanentes, constantes y valiosos servicios que le ha prestado y seguirá prestando al partido y al país.

Esta lección de dignidad deben asimilarla quienes quieren desconocer el esplendoroso triunfo de la colectividad y de su abanderada. Deben deponer su ira, que entendemos que no debe ser poca, pero por bien de todos los copartidarios y de todos los colombianos deben acudir más pronto que tarde al llamado por la victoria. En la seguridad que se nos avizoran tiempos mejores, mucho mejores de los actuales en que hemos sido considerados como convidados de segunda, cuando no convidados de piedra. O si no,  qué lectura darle a la cerrada de las  puertas de Palacio a los viejos socios para que no vuelvan a sentarse en la mesa del convite, precisamente en donde se reparte  la mermelada.

Adenda

Como nos dolió el irrespeto innecesario con  esa figura del partido, nuestro entrañable amigo y colega javeriano, el  senador Roberto Gerlein.

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