Reduccionismo

Decía el expresidente López Michelsen que en Colombia acostumbramos a decirlo todo en diminutivo.

“…Dentro de un ratico”, “Déjeme un papelito”, “Hola, Jaimito”, “Pase mañana por el chequecito” (puede ser de millones); “Delicioso estar en casita”, “Es sólo un minutico”, “Cuídenme el perrito” (puede ser un mastín). Y así.

Con lo del “Congresito” no hay problema: es un pequeño auditorio, o mejor, un parlamentico, con el cual se reemplaza la majestad legislativa, el poder de la representación popular, para que los propósitos de un Gobierno puedan ser alcanzados en el término de su mandato, que le parece corto al mandatario, pese a que ha sido extendido.

Problema semántico hay con el plebiscito, porque parecería que ya es, por sí solo, un diminutivo y juega con el término “Congresito”. El presidente Santos, o mejor, Santicos, habría engendrado dos hijos en su peculiar gestión; el “Congresito” y el plebiscito, pero como éste último se reduce también de 17 millones de votantes a cuatro, una cuarta parte, debería llamarse, muy a lo colombiano, un “plebiscitico”. Y en eso vamos.

Aunque lo apruebe el Congreso y aunque lo aprueben las Farc, que son las que dicen la última palabra, el día de mañana, estudiosos del derecho y democratólogos van a concluir que lo aprobado, primero en La Habana y luego en Colombia, y que incluye sustanciales reformas a la Constitución, es espurio, no vinculante, carente de respaldo popular, hechizo, por la urgencia de cesar las armas y conseguir un Nobel.

La famosa ley de leyes o Carta Fundamental de la República vuelta cisco, al vaivén de acuerdos de paz, hoy con un grupo rebelde y mañana con otro u otros, será una cometa de agosto, halada por dos o tres parlamentarios, que querrán destacarse y estar abonados a todos los foros mediáticos.

Ya es solamente nostálgico recordar la Constitución del 86, que duró más de 100 años vigente, con algunas reformas, pero posiblemente no tantas como la del 91. Recuerdo con precisión que fue el mismo López Michelsen, quien con minucia y detalle, comenzó a proponer una reforma de la Carta de Núñez, artículo por artículo, y cómo todo el estudio que venía haciendo el eminente constitucionalista, quedó bajo la avalancha del revolcón gaviriano, especialista este mandatario en economía y, como el presidente Santicos, ajeno al enjundioso derecho.

***

Leo en otro diario un cierto galimatías: que cualquiera de las dos opciones (por el sí o por el no) necesitará alcanzar la cifra de los 4'400.000 votos para quedar aprobada. Pero me parece que del simple hecho de no alcanzar el sí la cifra del tal umbral, quedará desaprobado el acuerdo de paz, sin que el no, en cuanto opción específica, lo haya alcanzado necesariamente.

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