Refrendación de la paz

Plebiscito sería gran error histórico
“Santos está dejando de ver el largo plazo”

A pesar de que las voces que no canten la misma canción oficial carecen de audiencia en las nubes del poder, es un deber con la Nación insistir en los argumentos que ponen de presente la equivocación en que incurriría el Gobierno si insiste en la convocatoria de un plebiscito dizque para refrendar los acuerdos de La Habana.

Resulta de justicia reconocer que el Presidente no está obligado legalmente a convocar a los colombianos para que emitan su veredicto sobre lo acordado.

Hay que recibir, entonces, con beneplácito que pretenda cumplir con el compromiso político de hacerlo, que asumió en buena hora.

El problema es que ha escogido el peor camino de todos, borrando con el codo lo que quería hacer con la mano.

Le dio por inventarse una ruta que desconoce todas las señales de tránsito.

No ha visto que la soberanía reside exclusivamente en el pueblo, y que este le ordenó a los miembros de la Asamblea Nacional Constituyente consagrar en la Carta todos los mecanismos y principios propios de la democracia de participación.

Poco le ha importado que los delegatarios le hayan otorgado efecto vinculante en el texto del estatuto básico solamente a la consulta popular.

Ha carecido de significado para él saber que el exigente umbral que se definió busca impedir que se abuse del mecanismo del plebiscito.

Tampoco ha tenido importancia la regla sencilla y básica de que una ley no puede reformar la Constitución.

Y resolvió escuchar voces alegres que le aconsejaron hundir el acelerador, porque lo que importa es crear la imagen de un país votando emocionado a favor de la paz.

Lo más grave es que el Presidente Santos está dejando de ver el largo plazo por concentrarse en lo inmediato.

¿Cuánto tiempo supone que durará la presunta euforia que acompañaría el voto por el sí?

Cree que, en el hipotético caso de que ese sea el escenario, ¿el entusiasmo será duradero?

Pues se equivoca si eso es lo que cree.

La fiesta durará muy poco tiempo y el guayabo tendrán que padecerlo los colombianos durante años.

Cuando el país vaya descubriendo, poco a poco, qué fue lo que realmente se acordó y sienta su impacto, las reacciones no se harán esperar.

A ello contribuirá la presencia arrogante de unas Farc empoderadas, que se encargarán de exigirle a éste y los sucesivos gobiernos, el cumplimiento de cada palabra escrita en el documento final.

¿O es que alguien cree que Timochenko y sus muchachos están redactando papeles para guardarlos en un archivo?

No, lo están haciendo con la pretensión de que lo convenido se convierta en una hoja de ruta para toda la Nación.

Por estas y muchas otras razones, el proceso de expresión popular sobre el contenido de lo que se acuerde debe permitirle a la gente decidir de verdad.

Es mejor para el país que quede claro ahora qué es lo que la gente aprueba y qué es lo que rechaza.

Conseguir esa claridad política y social oportunamente sería un paso preventivo, legitimador y fuente de estabilidad.

De lo contrario, la Nación quedaría sujeta a las alteraciones que sobrevendrían a raíz de oleadas de rechazo a varios puntos de los acuerdos.

En este orden de ideas, no nos cansaremos de insistir en que lo responsable históricamente es propiciar un acuerdo político y de Estado sobre el mecanismo para que los ciudadanos decidan.

El plebiscito, tal como lo plantea el Gobierno, sería un gran error histórico.

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