¿Regresan dìas aciagos?

Muchos lloraban indignados; a otros consumía la impotencia; algunos sintieron vergüenza ajena por acobardamiento de cierto protagonista; hubo quienes rabiaron por el discurso vulgar y amenazante de los victimarios; muchos se vieron transportados en el tiempo al oprobio del Caguán; a todos sobrecogió la angustia del inminente regreso de días aciagos.

Mil sensaciones, cual más intensa y dolorosa, padecieron millones de colombianos con la transmisión del remedo de juicio; sainete leguleyo en el que eran ‘acusadores’ los mismos abogados que siempre aparecen en las causas judiciales de los guerrilleros -‘presos políticos’-, que pretendieron sentar en el banquillo, como ‘terrorista de Estado’, al único político colombiano capaz de liderar nuestro movimiento nacional de liberación del terrorismo.

Pero también -qué alegría sintió el pueblo- se pudo constatar, en vivo y en directo, que ese liderazgo está intacto. Saltó a la vista la superioridad moral, intelectual y dialéctica (en la acepción castiza de arte de dialogar, argumentar y discutir) de Uribe respecto a sus frustrados victimarios.

Como dije en twitter (@JOSEOBDULIO), los tipos «se creían leones y pensaban que lo devorarían. ¡Pobrecitos! Uribe fue el león; ellos, ratoncitos acobardados». ‘Empanicados’, huyeron por la tangente de incisos y recusaciones para evitar que les rugiera.

Uribe, con dos cortas intervenciones en la Cámara y una entrevista en La hora de la verdad, clavó una pica en el Flandes de nuestra memoria. No podemos permitir que nos invada el olvido. A la entrada del campo de concentración de Auschwitz está escrita esta frase lapidaria de Ruiz de Santayana: «Aquel que olvida su historia está condenado a repetirla». ¿Por qué lo menciono? Colombia creyó por décadas en la justeza de la tesis apaciguacionista. Aunque muchos la defendían de buena fe, detrás siempre estuvieron las Farc, cuyo real interés fue ganar tiempo para consolidar posiciones. En 2002, Uribe les dio una buena muenda con la doctrina de la seguridad democrática; tesis que volvió a triunfar en las elecciones del 2010. Aunque circunstancias conocidas quisieran que se borre del lenguaje oficial y de nuestra memoria esa doctrina aprobada por la nación, la mayoría ciudadana no quiere olvidar los avances ni abandonar el trono moral, tan enjundiosamente peleado y ganado por Uribe. La corriente de la «solución negociada del conflicto social y político armado» no nos puede retrotraer al 2001.

Uribe no cayó en la trampa tendida por las tales ‘víctimas’, que querían enjaularlo en una parodia de juicio de baranda. Él puso las cosas en términos políticos y se aprestó a batirse con sus detractores en el escenario público, usando la espada de la dialéctica y el escudo de la verdad. En su diálogo con Fernando Londoño, quedó claro que no tiene litigios personales con las ‘piedades’ y compañía; que lo que va a enfrentar es la consabida «alianza de criminales enemigos de la seguridad democrática, que en su gobierno regresaron del exilio y recibieron todas las garantías», que solo han sabido usarlas para la difamación. En todos los espacios los vamos a combatir, les notificó, y hasta aprovechó para templarle la rienda a uno de los representantes investigadores, a quien recordó que no podía andar por ahí muerto de miedo ante unos nostálgicos de las Farc. «Cuando la justicia se vuelve servil, dijo, se destruye el estado de derecho; un representante a la Cámara no puede andar muerto de miedo con los abogados enemigos y con la prensa».

Interpreto la táctica que utiliza el Gobierno en su relación con la extrema izquierda como un «hagámonos pasito», para, a su vez, merecer tratamiento benevolente en los medios y escenarios, principalmente europeos y americanos, que les copian. ¡Ingenuidad! Para muestra, este botón: http://t.co/iIVyTtw

José Obdulio Gaviria
Eltiempo.com
Junio 22 de 2011
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