¿Reímos o lloramos?

¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora!

¡Nadie en lo alegre de la risa fíe,

porque en los seres que el dolor devora,

el alma gime cuando el rostro ríe!

Del poema “Reír llorando” del poeta mexicano Juan de Dios Peza.

No es fácil comprender cómo hay cosas que provocan simultáneamente sentimientos tan opuestos como la risa y el llanto, que son consustanciales a los seres humanos y supuestamente nos diferencian de los demás animales. Si tan distantes están las causas del llanto y la risa, ¿qué hacer cuando la ambigüedad nos pone en el terreno en el que no sabemos cuál es la mejor respuesta?

¿Será mejor reír, llorar, reír y llorar, llorar de tanto reír, o reír para no llorar?

¿Reír? Pedro Pubill Calaf, un cantante barcelonés de ritmos gitano-guapachosos que hizo popular la “Rumba Catalana” en los 70 decía en una de sus canciones: “Y es preferible reír que llorar y así la vida se debe tomar, los ratos buenos hay que aprovechar, si fueron malos mejor olvidar”.

¿Llorar? En Eclesiastés 7:3-4, libro que en ocasiones parece haber inspirado a Sartre, optan por una ruta más lacrimógena y afligida: “Más vale la tristeza que la risa, porque el rostro serio ayuda a pensar. El corazón del sabio está en la casa de duelo y el del necio, en el lugar de diversión.”

¿Reír y llorar? ¿Será posible la “ambivalencia”? Los siquiatras dicen que ella es un signo de esquizofrenia, pero el lenguaje tiene formas más bellas de aceptarla como la palabra “cantimplora”, que viene de la voz catalana “canta i plora”, canta y llora; una hermosa metáfora que intenta describir la semejanza entre el ruido que hace un líquido en este recipiente, que unas veces parece canto y otras llanto.

¿Llorar de tanto reír? Aunque algunos científicos aseveran que el llanto parece tener casi tantos efectos terapéuticos como la risa, no creo que exista mejor pócima curativa que reírse tanto que se inunden los ojos. Aunque no faltan los aburridos que dicen que es solamente el resultado de una presión excesiva sobre los conductos lagrimales.

¿Reír para no llorar? Es la opción que nos queda a los colombianos cuando oímos al presidente recular, que con traicionar son los únicos verbos que conjuga sin trastabillar; o los intentos de Humberto De La Calle para aclarar los inofensivos acuerdos del proceso de impunipaz.

Pero para entender mejor cómo es posible que algo pueda generar ambigüedad y no saber si reír o llorar, el mejor ejemplo es una declaración de alias “Iván Márquez”, uno de los cabecillas del grupo criminal Farc que pronto será senador por decreto de sus aliados en el Palacio de Nariño, que dijo sin ponerse colorado: “Lo que yo no puedo aceptar es que se diga que esta guerrilla depende del narcotráfico porque no es así. Nosotros somos una guerrilla de gente trabajadora. Cultivamos la tierra. De la tierra extraemos los elementos fundamentales para nuestra subsistencia”.

¿Y a usted qué le dio: risa, llanto o ganas de vomitar como a mí?

Por la verdadera paz de Colombia, vote NO en el plebiscito tramposo.

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