REPRESENTO LA PAZ, LOS DEMÁS LA GUERRA

Eludiendo encuentros con los otros candidatos para debatir públicamente los programasde gobierno, el candidato- Presidente acudió a dos de las entrevistas que Yamid Amat ha programado, por separado, con cada uno de ellos. En la del pasado 28 de Mayose ratificó como el candidato de la paz, tal como lo hicieran en su tiempo Belisario Betancourt y Andrés Pastrana, con la diferencia de que Santos calificaa los contradictores como partidarios de la “guerra”.

Hay que recordarle a las nuevas generaciones que después de la dictadura de Rojas Pinilla, una vez constituido el Frente Nacionala mediados del siglo pasado para buscarle salida a la violenciabipartidista, han pasado por la Presidencia de la República catorce gobernantes.

Y que en sus mandatos se establecieron “Diálogos Nacionales”, se pactaron “amnistías” o “indultos”, se nombraron “comisiones y comisionadosde paz”, se acordaron “treguas”, todo con el propósito infructuoso de preservar el “orden interno” de la nación alterado por las minorías violentas que decidieron declararle la “guerra” al Estado a nombre de la “revolución popular”.

Después de cincuenta años, durante los períodos gubernamentales de la Seguridad Democráticadel Presidente Uribe, donde también se legisló y se llegó a acuerdos con sectores violentos, el país empezó a tomar conciencia de que los actos criminales cometidos por dichos grupos a nombre del “pueblo” deben ser analizados y juzgados al rigor de las leyes nacionales e internacionales que cobijan por igual a todos lo colombianos.

Es el único camino para transitar en paz por los caminos de la democracia incluyente. No es un problema de “buena voluntad” de los gobernantes. Es la única bandera programática para conquistar la paz y profundizar los contenidos que le den sentido a la misma democracia.

Ningún gobernante puededarle otro sentido a la interpretación de la historia. Varios de ellos, como algunos escritores de las “guerras” en Colombia, han conciliado con los cabecillas de los “ejércitos revolucionarios” al servicio de intereses extranjeros (primero la URSS, después Cuba y ahora el “Socialismo Venezolano”), quienes han acrecentado sus actividades “insurreccionales” durante sus mandatos, en desmedro de la democracia colombiana.

Al no existir condiciones para que el “pueblo” atienda sus proclamas “revolucionarias”, recurren a la violencia terrorista y a actividades ilícitas, como la del narcotráfico, para subsistir. La paciencia inagotable del pueblo colombiano para resistir las consecuencias de su accionar, en todos los órdenes, se vio recompensada cuando los dos gobiernos de la Seguridad Democrática, presididos por el Presidente Uribe, interpretaron el sentir de la mayoría de los colombianos.

Por lo mismo el candidato- Presidente se equivoca al considerar en la entrevista que al país hay que librarlo de la “guerra” a través de unas “negociaciones de paz”, como si el Ejército nacional estuviera a punto de ser doblegado por la acción de “ejércitos revolucionarios” que están a la puerta de conquistar el poder del Estado.

Y mayor equivocación: calificar como amigos de la guerra y enemigos de la paz a los contradictores de su estrategia “pacifista” que, a través de los “Acuerdos de La Habana”, fortalece, legal y políticamente, a los terroristas en su escalada contra la democracia colombiana.

El primer acto de contrición de los grupos terroristas que se “insurreccionaron” contra el Estado debe ser pedir perdón por sus crímenes cometidos a nombre del “pueblo” y el reconocimiento explícito de que en Colombia no han existido las supuestas condiciones que justifican la existencia de grupos armados al margen de la ley. Lo contrario es abrirle el camino a una nueva historia de violencia en Colombia como la que hoy vive el pueblo venezolano.

De la misma no se pudieron librar tampoco las organizaciones de la supuesta izquierda democrática por supeditar su accionar político a la principal forma de lucha: la violencia terrorista de dichos grupos. Sus menguadas filas, por no esclarecer las diferencias con ellos, han menoscabado sus posibilidades electorales.

El candidato- Presidente, que colaboró desde una figuración predominante con la experiencia de los mandatos de la Seguridad Democrática, y que por sus efectos ocupa hoy la Presidencia, debe respetar los contenidos programáticos sometidos al debate de los colombianos por parte de  los demás candidatos para fortalecer la auténtica democracia. No en vano la maoría de los que acudiremos a la primera vuelta electoral, según las mismas encuestas, desaprobamos su reelección.

Los antecedentes nos lleva a comprender que quien cabalgó sobre la política de Seguridad Democrática para acceder al gobierno, ahora, con tal de lograr la reelección, es capaz de ofrecera los narcoterroristas hasta una Asamblea Constituyente, así hoy lo niegue, para reemplazar el Estado Social de Derecho contemplado en la Constitución del 91 y asegurarles su marcha hacia el “castrochavismo”.

De allí la importancia del debate político sobre las cuestiones centrales de la patria tanto para la primera como para la segunda vuelta. La situación demanda a todos los candidatos definiciones, sin vacilaciones, en defensa de una auténtica democracia al servicio de las actuales y próximas generaciones. Por lo mismo mi posición está comprometida con el programa y la candidatura de Oscar Iván Zuluaga, abogando porque el Centro Democrático se convierta muy pronto en un autentico partido.

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