Rompimiento o transición

La oposición venezolana se enfrenta al dilema de si forzar un cambio abrupto o escoger la vía de una transición pausada pero más segura. Acorralar al chavismo puede precipitar un autolgolpe.

Los venezolanos que desafiaron las amenazas del régimen chavista y salieron a votar el pasado 6 de diciembre, otorgándole una mayoría calificada a los partidos de la oposición democrática, emitieron un mensaje contundente: hay que girar para enderezar el rumbo político y económico del país.

Los resultados oficiales certificados con no poco recelo por el Consejo Nacional Electoral le dieron a la Mesa de Unidad Democrática (MUD) 112 escaños, justo el número de diputados que componen la holgada mayoría para poder introducir cambios legislativos de gran calado.

Se llegó a pensar, y no con razones caprichosas, que ante semejante derrota el oficialismo chavista, por maniobras de Diosdado Cabello y Nicolás Maduro, no aceptaría que la nueva Asamblea fuera instalada. Declaraciones agresivas y hostiles con los derechos políticos de la oposición dejaron entrever que la oposición no podría entrar a la Asamblea.

Sin embargo, el órgano legislativo pudo desarrollar su sesión de instalación. Con tensiones y destempladas actitudes de despecho de la bancada oficialista, pero que al final dejaron cierta sensación a los venezolanos de que las cosas habrían podido ser peores.

Obviamente el oficialismo ha acudido a mecanismos jurídicos y políticos para intentar contrarrestar la mayoría opositora en el Legislativo. Impugnaron la elección de tres diputados y el Tribunal Supremo declaró su suspensión provisional. No obstante, la mesa directiva de la Asamblea les dió posesión, por lo cual el chavismo dice que todos los actos de la entidad serán nulos por desacato a la suspensión ordenada judicialmente.

Mientras tanto, una imagen que se volvió viral representó gráficamente la nueva realidad política: el nuevo presidente de la Asamblea, Henry Ramos Allup, ordenando retirar del recinto todas las imágenes del caudillo Hugo Chávez y de Nicolás Maduro. Y que solo quedaran las del Libertador Simón Bolívar.

La MUD, como se sabe, se compone de 16 partidos y movimientos políticos. Aunque a las últimas elecciones pudieron acudir unidos, en su seno hay diversidad de posturas, y las tensiones por la forma de encarar el ejercicio legislativo y de oposición ya han aflorado. Dos líneas generales se distinguen: la más moderada del gobernador y excandidato presidencial Henrique Capriles, y la de la familia de Leopoldo López, que apura por una ruptura pronta y frontal.

Quien haya seguido la trayectoria del chavismo, las posturas de Maduro y Diosdado Cabello, la propia retórica bolivarianista inspirada por el régimen cubano, tiene razones para avizorar que, si aquellos se ven acorralados, no dudarían en acudir a vías de hecho, como la clausura del Legislativo, por ejemplo.

Por eso, la labor de la oposición tiene que ser resolutiva pero también prudente. Ir por los cauces institucionales. Respetar la legalidad, aunque su mandato haya sido la de modificarla, pero con criterio democrático. La mesa directiva de la Asamblea Nacional no puede incurrir en errores frente a la nueva minoría chavista, cuyos derechos parlamentarios deben ser observados, así estos no hubieran hecho lo mismo con la oposición. Pero la legitimidad de ejercicio saldrá reforzada si respetan los derechos de las bancadas.

Lo peor que podría hacer ahora la oposición sería darle argumentos al chavismo para que opte por cerrar las pocas vías abiertas que poco a poco ha ido recuperando la democracia venezolana.

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar