¿Sabra Santos entender el gesto de Uribe?

El expresidente Alvaro Uribe Vélez lideró con su bancada un acuerdo con los congresistas oficialistas sobre las zonas que se destinarán para la concentración de las guerrillas en proceso de paz.

El hecho sorprendió a muchos sectores de opinión que siempre han pensado que el expresidente es una persona dogmática y cerrada a los acuerdos. El ministro del Interior desautorizó lo acordado mientras el presidente Santos lo recibió en buenos términos.

La caldeada coyuntura política que se está viviendo fue lo que quizás llevó a muchos a hacer todo tipo de especulaciones sobre un hecho no esperado. El debate sobre la ley de orden público que contempla todo lo atinente a las zonas de concentración de guerrilleros en trance de reinserción a la vida civil ha levantado ampolla entre los jefes de las Farc, Timochenko lanzó una alerta a sus frentes puesto que piensa que ese asunto debe discutirse en La Habana.

Comentaristas escépticos se preguntan por qué Uribe, habiendo recibido del gobierno el artero golpe de la detención de su hermano (a todas luces con connotaciones políticas) y de tener a sus hijos en el atrio de la Fiscalía, facilitó este acuerdo cuando, según ellos, se ha opuesto en toda la línea a la esencia de los textos firmados por las “partes” en La Habana.

En lo acordado se aprecia el deseo de evitar que las zonas se conviertan en un nuevo Caguán. De ahí no se puede inferir el desmonte de las críticas sobre otros aspectos de las conversaciones de paz. Ni Uribe ni la bancada del CD ni el partido han declinado en sus exigencias de justicia, cárcel, entrega de armas, inhabilidades políticas, estatus de las Fuerzas Militares, resarcimiento de las víctimas, etc., expuestas y ventiladas ampliamente.

Eduardo Mackenzie en artículo aún fresco que circula a través de su portal ColombiaNews recuerda que el Centro Democrático expidió en 2013 un Decálogo de la Paz en el que, entre otros puntos se afirma que el CD no se opone ni a la paz ni a negociar con fuerzas irregulares. En dicho texto se explica que el propósito de sus críticas a la política de paz del gobierno Santos tiene que ver con los términos entreguistas e incondicionales expuestos por la delegación oficial.
Uribe y sus seguidores insisten en que su objetivo no es romper negociaciones con las Farc sino recomponer los términos en que se han adelantado. Uribe y su bancada han sostenido conversaciones con los negociadores oficiales con miras a un entendimiento que les proporcione a los esfuerzos de paz un marco consensual lo más amplio posible. A cambio, se ha recibido la estigmatización del presidente Santos, de los dirigentes de la Unidad Nacional y de amplios sectores institucionales y de opinión que solo admiten el plegamiento total.

Furiosos antiuribistas desde un espíritu guerrerista plantean que Uribe debe ir a la cárcel y que el uribismo debe ser desmontado, algunos incluso lo han dado por muerto político tras resultados electorales, para este tipo de personas el gesto de Uribe es una jugada contra la paz. El acuerdo los desconcierta en cuanto con los “enemigos de la paz” no debe haber acercamientos. Incluso, unos pocos uribistas piensan que Uribe se dejó presionar por la amenaza de cárcel contra miembros de su familia. El odio visceral y la intolerancia se esconden detrás de los primeros y el dogmatismo y la ignorancia sobre las lógicas de la acción política detrás de los segundos.

El acuerdo, en síntesis, determina que las zonas de concentración de los guerrilleros deben estar fuera de los cascos urbanos. Además, introduce algunas salvedades que deben ser tenidas en cuenta en la reglamentación de la ley: no estarán ubicadas en zonas de frontera ni de minas ilegales ni de cultivos ilícitos, no serán indefinidas ni muy numerosas, no deben ocupar territorios muy extensos, las armas serán inventariadas, dejadas y entregadas para su destrucción a un organismo internacional, no estarán por fuera de la acción de la justicia colombiana, los guerrilleros serán identificados, etc.

Quizás lo acordado no sea útil para evitar que el gobierno mantenga su blanda posición en la mesa, pero, el mensaje que el expresidente envía al Gobierno nacional y a la sociedad es que es posible llegar a entendimientos en tema tan trascendental para el país. Uribe deja una constancia ante la sociedad colombiana y ante el mundo en el sentido de que está dispuesto a hacer acuerdos.

No me hago muchas ilusiones, pero las declaraciones del presidente Santos al diario El País de España sobre la necesidad de un amplio consenso nacional para refrendar la paz, podrían entenderse como una señal en tal dirección.

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