Santos manipulador

Para tratar de reconciliarse con la opinión pública, luego de reconocer el gobierno de Maduro, el presidente decidió balancear el asunto recibiendo en privado a Capriles.

Calmados los vientos de la tormenta artificial que sobre las relaciones binacionales desataron las maniobras políticas de Santos y la incontinencia verbal de Maduro, bien vale la pena examinar qué originó y qué intenciones había detrás de la más grave, pasajera y reciente crisis de las relaciones del actual gobierno colombiano con el chavismo.

Primero, los hechos: Santos recibe a Capriles en una audiencia privada, no oficial, y la Presidencia distribuye una foto del encuentro que es publicada en todos los diarios. Viene la esperable reacción airada de Maduro y sus áulicos internos, y la amenaza de revisar el conjunto de las relaciones binacionales. En medio de la tensión, Santos anuncia que Colombia va a “ingresar” a la OTAN, lo que provoca un obvio incremento de la ira de los chavistas, ahora acompañados de sus áulicos en la región. Luego Santos recula, su ministro de Defensa lo corrige y la tormenta se calma.

Es obvio que luego de que Santos le prometió a Maduro que nunca iba a recibir a Capriles, al hacerlo iba a provocar una reacción violenta de los chavistas. Claro, a su manera retorcida, Santos podrá alegar que no lo recibió oficialmente, sino en privado, y que por tanto no incumplió su promesa. Pero, por muy privada que fuera la reunión, la intención era hacerla  pública, como lo demuestra la foto entregada a la prensa. Como siempre, Santos busca quedar bien con Dios y con el diablo. O sea, con la opinión pública y con el chavismo.

Santos sabe que la inmensa mayoría de la opinión pública colombiana detesta el chavismo y considera que el gobierno ilegítimo de Maduro le robó las elecciones a Capriles. Por tanto, para tratar de reconciliarse con esa opinión pública, luego de reconocer el gobierno de Maduro, decidió balancear el asunto recibiendo en privado a Capriles, pero haciendo pública la reunión. Sabía que la inevitable reacción airada del chavismo en su contra, con los consabidos insultos y ofensas, iba a provocar una oleada de solidaridad en su favor dentro de Colombia y simpatías en el exterior. Esta manipulación del sentimiento nacional y democrático de los colombianos le podría rentar unos cuantos puntos a su favor en las encuestas. De los cuales necesita mucho, si tenemos en cuenta que cerca del 65 por ciento de los ciudadanos se opone a su reelección.

Como todo lo suyo, el gesto de Santos con Capriles no fue sincero. Si lo fuera, iría acompañado de una solicitud a UNASUR para presionar el cumplimiento por parte del gobierno venezolano de su compromiso de hacerle una auditoría a la cuestionada votación que supuestamente ganó Maduro. Los chavistas le han hecho conejo a Suramérica, y todos tan campantes. Si su gesto fuera sincero, le solicitaría a la OEA revisar el incumplimiento de Venezuela a la Carta Democrática. Pero nada, sólo manipulación del difundido sentimiento de solidaridad con la oposición venezolana para ganar puntos en las encuestas.

Para rematar, precisamente en medio de la polvareda chavista, Santos desempolva una iniciativa que hace siete años promovió el gobierno anterior para establecer un inofensivo acuerdo de cooperación con la OTAN, presentándolo como un inminente “ingreso” de nuestro país a esa organización. No creo en las equivocaciones de Santos, creo en su cálculo y en su manipulación política. Por supuesto, eso fue como echarle más leña al fuego. Como era de esperarse, a la agresión chavista se sumaron la de Bochavistas a de Nicaragua. Y esto, internamente provocó más solidaridad mediática con el gobierno nacional y una defensa cerrada de nuestra soberanía, ante la pretensión de limitarla por parte del chavismo internacional. Nuevamente, buscando más apoyo de la opinión, mediante la manipulación del sentimiento nacional.

Tampoco creo en la sinceridad de Santos en la defensa de nuestra soberanía nacional. Si lo fuera, habría repudiado el absurdo fallo de La Haya sobre San Andrés. Pero lo aceptó por temor a que Ortega le echara al chavismo en su contra. Si lo fuera, no estaría tolerando el apoyo que a la luz del día Venezuela les sigue dando a las FARC y al ELN protegiendo a sus dirigentes y a sus guerrilleros en su territorio. Si lo fuera, no habría echado a la basura, por temor al chavismo, el acuerdo con Estados Unidos para el fortalecimiento de las bases de nuestra Fuerza Aérea, y el incremento de nuestra capacidad para luchar contra el narcotráfico y el terrorismo. Si lo fuera, no habría hecho del arrodillamiento ante el chavismo su estrategia de política internacional. Que ahora Santos trata de mitigar con gestos inanes de última hora ante su derrumbamiento en las encuestas, aprovechando la catastrófica crisis de gobernabilidad del régimen chavista que no le permite en ningún caso ir más allá de los insultos.

Aunque la opinión pública se sorprendió y confundió de momento por ese súbito, inesperado y pasajero distanciamiento de Santos con el chavismo, creo que la falta de credibilidad que por sobradas razones contamina todos sus actos le impedirá  pescar apoyos en el río revuelto de una crisis artificial, luego de que sus calculadas maniobras enturbiaran las hasta ahora apacibles aguas de sus relaciones con su nuevo mejor amigo, el chavismo.

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