Santos o Timochenko: ¿Quién manda en las negociaciones de La Habana?

Lo qué pasó este fin de semana entre las Farc y el presidente JM Santos es un misterio. La crisis de las negociaciones en Cuba, bruscamente suspendidas primero por las Farc y luego por JM Santos el 23 de agosto de 2013, fue superada horas después cuando el mandatario colombiano retrocedió y anunció que, el lunes siguiente, se reanudarían los contactos en La Habana como si nada hubiera pasado.

Lo más chocante es que, precisamente, mientras los diálogos estaban suspendidos, la embajada de Colombia en Costa Rica fue atacada a bala por desconocidos y, en seguida, el mismo día, 14 militares colombianos fueron asesinados por las Farc y el Eln en Tame, Arauca, zona limítrofe con Venezuela, sin que el presidente colombiano, ni la prensa santista, hayan querido ver qué conexión puede haber entre la “pausa” decretada por las Farc y esos graves hechos.

¿Qué quería decir el jefe de las Farc, Timoleón Jiménez, alias Timochenko, cuando escribió el 22 de agosto de 2013, el mismo día en que JM Santos lanzaba su idea de referendo,  que el mandatario colombiano “no quiere ceder un milímetro” para “tranquilizar al gran capital”? Es obvio que ante ese pronunciamiento, los subalternos de Jiménez decretaron la “pausa”. Pausa efímera (pero cuán sangrienta) pues unas horas después de que Santos dijera que no eran las Farc las que decretaban la suspensión de la negociación, éstas prometían regresar puntualmente a la mesa de La Habana. Luego de haber ensangrentado de nuevo el suelo colombiano.

¿Qué había ocurrido? ¿Quién cedió? ¿Cuál fue el precio que pagó el Gobierno para que las Farc levantaran su chantaje de suspensión de negociaciones? ¿Santos renunció a su idea de organizar un referendo? ¿Acogió, en secreto, la exigencia fariana de que lo pactado entre ellos sea ratificado por una Constituyente? Como ocurre desde el comienzo de los contactos en Cuba, las dos partes ocultaron de nuevo su juego y sus convergencias.

Pero no es imposible vencer tanta obscuridad. Pues unos detalles arrojan cierta luz.

En medio de la crisis, el 25 de agosto, Timochenko lanzó otro comunicado el cual, en pocas horas, puso de acuerdo a todo el mundo. Ese texto podría explicar el cambio de actitud, respecto de la “pausa” de los dos bandos. Allí, Timoleón Jiménez sigue mostrándose, es verdad, receloso ante Santos, al decir: “Lo que Santos pretende con ese Referendo es que el país vote sí o no, a dotar de facultades extraordinarias al Presidente para expedir decretos con fuerza de ley encaminados a poner en vigencia los Acuerdos firmados en La Habana”.

Empero, a renglón seguido, el cabecilla de las Farc cambia de tono y le sugiere a Santos una salida. Y hasta le susurra al oído que esa variante contaría con su apoyo, lo cual ayudaría mucho, es evidente, al proyecto reeleccionista del presidente. Timochenko dice que el país debería votar “sí o no a la conformación de un pequeño Congreso o cuerpo legislativo encargado de redactar los decretos” y que ese “Congreso estaría conformado por voceros de todos los partidos políticos y en él tendrá cabida una pequeña representación de las Farc.”

Así, deslizando esa frase sobre el “pequeño congreso”, con “representación” de las Farc, Timochenko vuelve a poner en escena su idea de ratificar los pactos de La Habana por una Constituyente y a ofrecer como telón de fondo la reelección de Santos.

El resto de la carta del 25 de agosto es humo diversionista. Incluso Timochenko redacta una frase para mostrar a Santos como un negociador intransigente: “Sus posiciones en la mesa siguen siendo inamovibles en cuanto a no tocar un solo aspecto del orden establecido.” Tal estimación de Timochenko es falsa. El “marco jurídico para la paz” sí desborda el orden establecido, y viola la misma legislación internacional. Sin hablar de los otros puntos absurdos ya acordados en Cuba como eso de entregarle a las Farc no desarmadas centenas de miles de hectáreas de tierras laborables, con millones de ciudadanos adentro, para que erijan bastiones bajo el rótulo de “zonas de reserva campesina”.

Ese episodio de la carta del 25 de agosto del jefe de las Farc, analizado erróneamente por cierta prensa, trasladó de hecho, durante unas horas, el escenario de la negociación y lo puso directamente en manos de Santos y Timochenko.

No sabemos si ese hecho cambiará el curso de los contactos entre los negociadores en Cuba. En todo caso, el equipo de Santos ha hecho saber que su urgencia ahora es modificar la Constitución para poder realizar el día de las próximas elecciones legislativas el referendo en cuestión. Pero no dijo nada acerca de cuáles serán los postulados que podrían examinar los colombianos.

A lo que inmediatamente respondió, el lunes, Iván Márquez: que el Gobierno al “tomarse esas atribuciones está en flagrante violación del acuerdo general firmado en La Habana”. Según el jefe negociador de las Farc, la reforma que estudiará el Congreso “sin discutirlo con la contraparte, expresa una situación de hecho que ni se comparte ni se acompaña”. Al hablar de “situación de hecho” inaceptable, el jefe terrorista quiso decir que el régimen de Santos debe cogobernar con las Farc, sobre todo en materia legislativa, si quiere avanzar en el proceso de paz.

La conclusión de estas idas y venidas del fin de semana es que las Farc no quieren renunciar a una negociación, la única vía que les queda para apoderarse del Estado y de la sociedad colombiana. Por eso su “pausa” no fue más que un truco para reiterarle, no al gobierno, sino a la sociedad, que ellas quieren romper la institucionalidad democrática mediante la palanca solapada de un cenáculo restringido (lo que ellas llaman “asamblea constituyente”) donde ellas llevarán la batuta y sin que los colombianos puedan rechazar o acoger, mediante el voto, tal salto hacia el infierno.

Para evitar una tragedia histórica, los colombianos debemos saber desde ya, en términos exactos, lo que se está preparando en La Habana. Fracasarán quienes escogen el silencio y esperan pedirnos a última hora que ratifiquemos unas capitulaciones aberrantes, presentadas como la única vía hacia la paz.

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