Santos, ¿periodista?

“Lo digo como periodista, no como presidente”, le respondió Juan Manuel Santos a la periodista Patricia Janiot cuando ella preguntó, durante un foro en el Club El Nogal, el pasado miércoles, sobre la publicación de un video que terminó con la renuncia del viceministro del interior Carlos Ferro.

Según el Santos periodista, la publicación no es otra cosa que un ejemplo de mal periodismo. Eso sí, luego de lanzar su juicio ante el aplauso de los asistentes, concluyó explicando que esa opinión es solamente la del Santos colega, o sea, la del Santos periodista. Ah bueno, menos mal. Digo, qué importante salvedad para tranquilizar a los atrevidos que creen que el Presidente de la República no tiene por qué juzgar qué es o no es buen periodismo, y mucho menos si aquello que se juzga compromete directamente a su gobierno.

El foro continuó, Janiot siguió haciendo las preguntas que hacen los periodistas, y Santos volvió a contestarlas desde su trono de presidente. Sin embargo, en las salas de redacción y en algunos sectores de opinión surgieron múltiples interrogantes y críticas. Y es que el presidente de la república no es un colega, no importa si él, sus hermanos, sus primos, sus sobrinos y sus hijos, pasaron la infancia jugando en los pasillos de la sala de redacción de El Tiempo. El presidente Santos cuando habla, no importa si lo hace vestido de sudadera o de smoking, en un foro o en el Festival Vallenato, lo hace como Presidente de la República. Siempre. Al Santos presidente le encanta recordar, cada que tiene la ocasión, que él sabe de periodismo porque fue periodista. Y, al parecer, cada que quiere criticar lo que al Santos presidente le parece incómodo, decide quitarse la banda presidencia y vestirse de humilde reportero. Conclusión: en Colombia tenemos un presidente que, a ratos, deja de serlo para juzgar como periodista lo que se publica sobre su gobierno.

En un texto publicado en la revista El Malpensante y que todos deberíamos leer, Juan Miguel Álvarez entrevista a uno que sí es periodista, Gerardo Reyes, y le pregunta sobre la mítica Unidad investigativa de El Tiempo, creada por él, Daniel Samper y Alberto Donadio. Reyes cuenta, entre otras cosas, que al Juan Manuel Santos periodista le gustaba la Unidad Investigativa hasta el día que, oh, “tocamos a un amigo suyo. Ese día ya no quiso que publicáramos la investigación”. Quién era ese amigo, pregunta Álvarez, y Reyes contesta: “Jorge Cárdenas Gutiérrez, quien era presidente de la Federación Nacional de Cafeteros. Él y varios de los más ricos empresarios del país invirtieron en la construcción de un hotel. El proyecto fracasó. El presidente Betancur, con dineros de la Corporación Nacional de Turismo, organizó algo parecido a una teletón para rescatar el hotel y favorecer a sus amigos. ¡¿Qué hacía una corporación nacional pagando un apartamento de un millonario como Jorge Cárdenas Gutiérrez?!”. Sí, en caso de que se lo pregunten, ese Cárdenas es el papá de Mauricio Cárdenas “alias” El Mejor ministro de Hacienda del Mundo.

¿Acaso un periodista no es aquel que publica lo que alguien no quiere que se publique? Ese Santos, el que se molestaba cuando investigaciones periodísticas le ponían el ojo a sus amigos, ¿es el mismo que juzga la virtud periodística?

Hay otros ejemplos de aquella virtud y respeto que Santos tiene y siente por el periodismo. Cuenta La Silla Vacía que cuando era ministro de Hacienda de Andrés Pastrana, tenía la costumbre de entrevistarse a sí mismo y luego “enviar el texto a El Tiempo con la expectativa de que los periodistas económicos subalternos de su papá lo publicaran tal cual, y sin revelar que eran auto entrevistas”. ¿A alguien se le ocurre algo peor en el periodismo que, como político, entrevistarse a sí mismo y luego mandar el texto para que los reporteros pagados por papá lo presenten como noticia o reportaje? Es este Santos, que a veces honra a los reporteros despojándose de su poder como presidente para volverse periodista, el que ahora juzga el oficio. Ese mismo que no era periodista ni siquiera cuando pretendía desempeñarse como tal.

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