Santos prisionero de las Farc

Colombia gira en torno a la Mesa de La Habana, dice en tono triunfal, “Horacio Duque”, uno de los ideólogos de Anncol, el portal que las FARC emiten desde Suecia. Razón no le falta.

La estrategia fariana se impone gradual e inexorablemente. Consiste en burlar las condiciones acordadas, darle un nombre diferente a los hechos, decir una cosa en la Mesa y otra ante los medios y la opinión pública. Si hay un cerebro detrás de todo lo que han logrado a lo largo de estos tres años, habría que reconocerle un alto grado de lucidez. Han combinado a la perfección el ataque con la defensa, dosifican el dolor aumentándolo o disminuyéndolo según las circunstancias. Confunden al rival y lo van arrinconando, cediendo en punticos sin trascendencia y siendo intransigentes en los temas nodulares. Una pizca de sensatez y bultos de cinismo.

Lo primero que ganaron fue ampliar la agenda de cinco puntos a la totalidad de la Agenda Nacional. De nada vale que los negociadores oficiales y el presidente Santos digan que eso no es cierto. Lo es, y lo grave es que ya parece irreversible. Lo segundo es que lograron poner de parte de su consigna de cese bilateral del fuego a las Naciones Unidas y a los países “garantes”, la primera a través del atrevido y ofensivo escrito de su delegado Fabrizio Hoschschild (eltiempo.com 07/07/2015) y los segundos rompiendo descaradamente su condición de neutralidad. Ninguno de ellos hizo condena explícita de la reciente ofensiva terrorista de las FARC y los terribles daños causados al medio ambiente y a la población civil.

En tercer lugar, por vía de sus chantajistas acciones de terror, lograron cambiar la discusión sobre Justicia, en la que no estaban saliendo bien librados, por el del cese bilateral, que es, precisamente, uno de los fines de su “ofensiva”.

Y en cuarto lugar, les está saliendo a las mil maravillas, gracias a la debilidad y a las ambivalencias del Gobierno, la dosificación del dolor. Para entender lo que hacen, es necesario que dejemos de ver sus “gestos” (cese unilateral) como demostración de “voluntad de paz”. El cese del fuego inicial tuvo, en principio, móviles electorales. Jugaron a favor de la candidatura Santos calculando que con él obtendrían muchísimo más que con Zuluaga. Con la matanza de soldados en el Cauca provocaron su ruptura a sabiendas de que conllevaría una fuerte respuesta. La reanudación de los bombardeos oficiales se convirtió entonces en la excusa para la andanada desatada.

Ante el intenso clamor de los colombianos contra los atropellos, sacaron a relucir su as bajo la manga, el cese bilateral, alegando que la culpa de sus acciones terroristas es del gobierno por no aceptarlo. Se salen así del libreto acordado en principio. Colocan a la defensiva a quienes se oponen al cese bilateral tildándolos de guerreristas. Entonces, para pasar por voluntariosos, sacan el puñal que nos tenían enterrado y lo dejan a flor de piel en la herida abierta.

Ganaron para su punto de vista a la ONU y a los países garantes, que gracias a Santos les dan trato de contraparte. Internamente pusieron en función el aparataje civil y con la bandera del cese bilateral, congresos del pueblo, marchas patrióticas, comisiones de paz, colectivos de derechos humanos, conferencias arzobispales, chamanes, dictadores que posan de demócratas, teólogos y columnistas que más parecen quintacolumnistas, quieren opacar con bulla y banderas blancas el descrédito que tienen hoy la guerrilla, el presidente Santos y el proceso de conversaciones.

En su táctica, proceden al estilo mafioso de Pablo Escobar, agudizando al máximo el sufrimiento para que se acepten sus propuestas como “gestos de paz”. De otro lado, el Gobierno es cada vez más prisionero de los tiempos, de las encuestas y de la cercanía de las elecciones, las guerrillas saben que cuando Santos dice “no” es porque al final dirá “sí” y ni se inmutan ante las bravuconadas del doctor De la Calle. Ya llegaron con la nueva dosis, declaran cese unilateral de un mes, al cabo del cual, retornarán a sus andanzas si no se acoge el “cese bilateral” y amenazarán sabotear las elecciones regionales.

Atrás quedaron los destrozos o “consecuencias indeseables” de sus actos “heroicos”, “humanitarios”, “ecológicos” y “pacifistas” contra la población civil. Pocas y tímidas voces críticas contra ellos en la nueva retórica del cese bilateral. Lo malo del terrorismo, según hemos leído en algunos escribanos, es que fortalece a la extrema derecha.

Las FARC tienen bien asida la manija del proceso de La Habana. Santos acaba de sellar en Medellín (10/07/201) su posición claudicante al decir que la guerrilla no será derrotada por la vía militar, ofendiendo de paso a las FF. MM. de las que se supone es el máximo comandante (nunca los jefes de la guerrilla han dicho que no podrán derrotar al Estado). Santos, al confesar su derrotismo, parece estar justificando la firma del cese bilateral en las condiciones de las FARC con tal de que el título del documento diga “Acuerdo para la Paz de Colombia”.

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