Santos y la mermelada

Tal vez la causa fue el cariño con el que lo recibieron el sábado pasado o la emoción de estar en uno de los municipios en donde triunfó con mayor margen en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, al recibir el 80 por ciento de los votos depositados. Pero cualquiera que haya sido el motivo, lo cierto es que durante su visita a Algarrobo, en el departamento del Magdalena, Juan Manuel Santos no escatimó su entusiasmo. Al menos así lo indicó al señalar en la plaza principal del pueblo que “el amor en la política se expresa con presupuesto”.

¿Y cómo se va a notar tanto cariño? Con un término que el diccionario de la Real Academia define como “conserva de membrillos o de otras frutas, con miel o azúcar” y que en Colombia tiene una acepción más bien negativa, aunque no para el mandatario. “A los que no les gusta la mermelada, les va tocar aguantarse o se vacunan contra la diabetes, porque voy a duplicar la mermelada aquí, porque es la inversión social en todas las regiones”, dijo.

Hacer esa promesa es aceptable para un candidato en campaña, cuando se trata de endulzarles el oído a los electores. Al fin de cuentas, es difícil estar en contra del propósito de buscar que el Estado gaste más para atender las carencias de los más necesitados, en un país en el cual hay tanto por hacer.

El problema es que el Presidente en ejercicio debería tener un poco más de cuidado, no solo porque se encuentra a pocos días de comenzar su segundo periodo, sino porque más de un observador esperaba que hubiera aprendido la lección que casi le cuesta el triunfo en las urnas: la de no subir tanto las expectativas, para que la ciudadanía no le pase la cuenta de cobro. En respuesta, alguien podría decir que más que euforia lo que hay es un plan de Gobierno.

Si eso es así, vale la pena darle una mirada a las cifras. Aunque desde hace rato los expertos discuten sobre qué es y qué no es inversión social –asumiendo que el término mermelada solo se refiere a este capítulo–, vale la pena mirar el presupuesto nacional del 2014, en el cual unos 20 billones de pesos se destinaron a lo que el Ejecutivo describió como el pilar “Igualdad de oportunidades”.

El nombre viene del Plan Nacional de Desarrollo y tiene que ver con programas orientados a mejorar la situación de los sectores más pobres de la población. En dicho renglón se incluyen Familias en Acción, la estrategia integral para la primera infancia o la unificación y universalización del régimen subsidiado en salud, entre otros. Pesos más, pesos menos, la mitad de la inversión pública se concentra en esta área.

Reconociendo que tales recursos son pocos a la luz de las inmensas disparidades que hay en la distribución del ingreso –tanto a nivel nacional como regional–, duplicarlos no es un trabajo fácil. Para decirlo con franqueza, 20 billones adicionales para estrategias focalizadas en lo social no aparecen de la noche a la mañana y menos en las complejas condiciones actuales.

En repetidas ocasiones, el Ministro de Hacienda ha señalado que el margen de maniobra es estrecho, por cuenta de la aparición de nuevas obligaciones y debido a las menores utilidades esperadas en Ecopetrol. Es verdad que se viene una reforma tributaria, pero esta se concentrará en prorrogar el desmonte del gravamen a las transacciones al igual que el impuesto de patrimonio, más algunas herramientas orientadas a luchar contra la evasión.

De tal manera, lo prudente es proceder con cautela y suponer que los recaudos no crecerán mucho, a menos que la Casa de Nariño tenga otra cosa en mente y prefiera hacer la cirugía de fondo que los técnicos recomiendan con el fin de incrementar los ingresos públicos. Pero si no es así, y la propuesta sobre el presupuesto del 2015 que se conocerá hoy lo confirma, hay que tener cuidado con las promesas. Porque no habrá mermelada para tanto.

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