¡Santos y los 40 “godos” mermelados!

No se trata de uno de los cuentos de las “Mil y Una Noches”, aunque sí hay un botín significativo en todo este asunto.

Se conoce como “mermelados” a un grupo de oportunistas, burocrateros y corsarios que como sanguijuelas se adhieren al actual gobierno, traicionando sus propios ideales y principios políticos, los hay en los cargos de elección popular, ramas del poder público, sector privado, y medios de comunicación.

Los partidos políticos no perecen de muerte natural, sino que se suicidan, y lo hacen cuando pierden su ideario, principios y doctrina, cuando se convierten en una sanguijuela sedienta de poder y burocracia, lo que los reduce a un colectivo de intereses personalistas, en un tropel de derrotados.

En política puede perderse todo, menos la dignidad, la vergüenza, el amor por la patria, y el norte ideológico.

La dádiva ligera y dulce, es seductora, pero desde que se recibe, se entra en complicidad con el que la entrega, la miseria, el desempleo, la insensibilidad con el pueblo y la entrega del Estado de Derecho a los enemigos de la patria, no será responsabilidad exclusiva del gobierno de turno, como en este caso, sino también de quienes lo acompañen en sus coaliciones, propuestas políticas y desafueros. Una paz ficta, sin exigencias de fondo, sin entrega de las armas y rendición incondicional de las Farc, es abrir un peligroso boquete de lucha ideológica política para la implantación de un sistema totalitarista y depredador de las libertades individuales y la libre expresión.

Un sector importante de congresistas del partido Conservador, ha sido especialmente embadurnado de la misma y con el hipócrita pretexto de la búsqueda y firma de la paz, comete felonía y traición con su colectividad y adhiere meliflua, reptante y sinuosamente al partido de Gobierno.

Decía el cardenal de Reims que a veces para mantenernos fieles a nosotros mismos, debíamos de cambiar de bando político, solo que aquí no operan los principios, sino el interés solapado y mezquino, la perpetuidad y el goce del poder.

Encabezados por el momificado y vitalicio senador Roberto Gerlein, uno de los mayores terratenientes de la Costa Atlántica se convierten en “ardientes” defensores del régimen, al mejor estilo de Vidkun Quisling.

Es tan fuerte la adicción a la mezcla dulcete y azucarada, que una vez probada esta se crea el hábito inmediato, imposible de abandonar, llegando inclusive al coma diabético-político.

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