Santrich, ¿huelguista de hambre o suicida lento?

Ahora que amenaza matarse con huelga de hambre, la pena es que no lo hubiese hecho antes de matar a 25 inocentes. José Bono

Abogado y político español del Partido Socialista Obrero Español, presidente de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha entre 1983 y 2004, ministro de Defensa entre 2004 y 2006 y presidente del Congreso de los Diputados entre 2008 y 2011.

Santrich y las Farc nos quieren engañar de nuevo, pero no nos dejemos. Como todos los seres humanos, manipulan: con lágrimas, compasión, amenazas, etc. Pero cuando está de por medio un país, hay que estar alertas y analizar una situación difícil como lo es una huelga de hambre.

Nos han enseñado que la huelga de hambre es una forma de protesta social que es, al mismo tiempo, pacífica y extrema. Ahí se ponen en juego valores esenciales del individuo, como la vida y la libertad, contenidos ambos en el núcleo mismo de la dignidad humana. Pero si tenemos en cuenta sus motivaciones éticas, tenemos que discernir si tal acción es altruista o egoísta, sin dejarnos engañar por los contenidos de la argumentación jurídica o constitucional que se genere alrededor del hecho. También debemos examinar, por las características síquicas y vitales del huelguista de hambre, si más bien se trata de un suicidio lento provocado por una pulsión inconsciente que ignora. Tenemos entonces que huelga de hambre y suicidio son manipulaciones.

EL ESCENARIO DE LA HUELGA DE HAMBRE. ¿Qué buscarían las Farc? Convertir esa estrategia en una noticia de carácter humanitario para armar una cortina de humo en torno a la responsabilidad criminal de Santrich ante la corte norteamericana que lo acusa, para de esa manera eludir la extradición. El Episcopado sería utilizado como una herramienta simbólica de presión y salvaguarda moral o humanitaria de Santrich, asumida a plena conciencia o por una misericordia malamente entendida porque también hay que ser misericordiosos con el país que quiere la verdad que Santrich oculta.

Por ello, debemos distinguir entre huelgas de hambre altruistas y egoístas. Una cosa son las huelgas de hambre de un Gandhi, la de Leopoldo López, el famoso preso político venezolano; o la de su coterráneo Franklin Brito en protesta por haber sido despojado de sus terrenos por parte del Instituto Nacional de Tierras (INTI). La huelga de Domilta Barrios contra la dictadura boliviana; las huelgas de hambre de Guillermo Fariñas quien se hizo conocido luego de protagonizar hasta 23 en protesta contra el gobierno de Raúl Castro, al que considera responsable de la muerte de Juan Soto, quien resultó muerto tras ser detenido por la policía. Fariñas fue galardonado con el Premio Sajarov 2010 del Parlamento Europeo por la libertad de pensamiento. Esas huelgas fueron admiradas y respetadas por la sociedad. Pero otra cosa son las ‘huelgas trampa’ de manipulación de los delincuentes para obtener ventajas inmerecidas. Las huelgas heroicas por un fin altruista caen en el ámbito de lo humanitario; y las otras que buscan enredar el debate jurídico para neutralizar una extradición, como el caso Santrich, se asocian con el bajo mundo de la manipulación moral.

Y cuando se llega a este punto nos da tristeza ver cómo nuestro gobierno es títere de los intereses de la ONU, una institución conocida por su fracaso en la solución de conflictos en diversas partes del mundo. En “Santrich: la transformación de un caso judicial en un caso político”, leemos: “Santrich fue visitado en el Hospital El Tunal por los enviados especiales de la Unión Europea, Eamon Gilmore, y de Noruega, Anne Heidi Kvalsoren.

“Y el traslado del ex guerrillero a una casa del Episcopado tuvo su origen en una petición al Gobierno por parte de Jean Arnault, quien es jefe de la misión que autorizó el Consejo de Seguridad de la ONU para verificar el cumplimiento de los acuerdos de paz.

“Está claro que, además de razones humanitarias, su traslado estuvo motivado en la preocupación del organismo internacional por la estabilidad del proceso de paz. Esto quedó explícito en la carta que Arnault le envió al Ministro de Justicia, Enrique Gil Botero, pidiendo el cambio de sitio de reclusión de Santrich, en la que dice que el “deterioro de la salud” del ex guerrillero “tendría consecuencias negativas sobre el proceso de reincorporación de los excombatientes”.

“A pesar de que las distintas instituciones del Estado involucradas en el tema respondieron afirmativamente a la solicitud de Arnault, hasta ahora Santrich mantiene su huelga de hambre y ha ratificado su decisión de ir con ella hasta el final.” Sin embargo la falacia de la ONU es que el ‘deterioro de la salud’ depende de Santrich, no del centro hospitalario, ni del Episcopado; entonces quien pone en riesgo la paz es Santrich.

Haciéndole juego a la estrategia del huelguista, considera Semana en su edición 1880 que Santrich es la papa caliente con la que el gobierno no sabe qué hacer, porque extraditarlo, juzgarlo o dejarlo morir indignaría a medio país. La cosa es exagerada porque el personaje no es sinónimo de un ‘héroe’ de la paz, sino un terrorista; por lo que no sería un ‘mártir’ como lo augura Semana. Y si lo fuera lo sería solo para sus amigos. La otra consideración es el burdo engaño de razonamiento, que la gente siente, pero no discierne.

Cuando Semana publica su portada LA PAPA CALIENTE (Edición 1880) crea una narración mediática de apoyo, que influye en la cultura política, por la exagerada importancia que le da al caso. Dice Semana: “Desde el momento de la cinematográfica captura de Jesús Santrich se sabía que su extradición era una papa caliente para el gobierno. Este tema había sido objeto de intensos debates en la mesa de negociación en La Habana. Las Farc argumentaban que se NECESITABAN MECANISMOS para evitar que se usara la extradición para sabotear su ingreso a la vida civil…Para los negociadores del gobierno era necesario que hubiera mecanismos claros de sanciones aplicables a los guerrilleros que reincidieran en sus delitos después de la firma del acuerdo. Y esos mecanismos no tenían por qué excluir ninguna de las herramientas jurídicas existentes, incluyendo la extradición. Eso, para la oposición, constituyó uno de los pocos rounds que ganó el gobierno.”

Aquí obviamente tenemos un escenario comprometedor entre las Farc y el gobierno en el que la previsible reincidencia delictiva establece una medición de la seriedad de ambas partes frente a la opinión pública. Y, por otra parte, la cínica PETICIÓN de las Farc de garantizar MECANISMOS PARA EVADIR LA JUSTICIA, es decir, IMPUNIDAD. Eso era casi secreto. Y la publicación de Semana es el testimonio factual de que la impunidad denunciada por Uribe no es un invento de la oposición. El problema es que las Farc negociaron con el gobierno y no con la DEA. Yo no hubiera firmado ese acuerdo y me explico. Para entender mi negativa, hay que tener en cuenta que no considero las estructuras jurídicas de un contrato o un acuerdo, sino el comportamiento de los criminales. Y uno de esos comportamientos es el del imprevisible suicidio fallido que desequilibra cualquier estructura de relación y entendimiento. ¿Qué busca esa decisión?

EL ESCENARIO DEL SUICIDA FALLIDO. Las familias y allegados de un suicida fallido quedan atrapados en una disyuntiva: si apoyan al manipulador deben plegarse a sus maniobras y trucos en los que la presión del suicidio es el papel decisorio; en este caso, la posible muerte de Santrich cuyo impacto sicológico se está viendo. Si los ‘familiares’ no asumen el riesgo del suicido enfrentan entonces la sanción social; en este caso, los ataques de los amigos de la paz, los propagandistas de la verdad, los vociferantes de la reparación.

Ahora bien, Santrich es un manipulador sistemático que fija sus objetivos, los logra, manipulando el sentimiento de culpa de los otros, con su huelga de hambre y su condición de ciego. Esa ‘incapacidad’ que manipula genera un malestar en la sociedad muy superior al que él padece. Como no tiene una ‘visión’ del otro, no puede vernos la cara, los gestos de sufrimiento; es decir, para él, no existimos; por eso puede cantar impunemente ‘quizá, quizá, quizá’; y si los otros existen tienen que ser una prolongación de sus deseos y caprichos de ‘ciego’ o huelguista.

Aunque usted no se dé cuenta, debido a nuestro condicionamiento cultural de proteger al desvalido, su papel político de ciego inválido y huelguista neutraliza nuestro sentido crítico normal con un criminal y todos le corren a apoyarlo para salirse con la suya. Por eso, a pesar del video en el que se le ve delinquiendo, la gente duda; a pesar de que el Fiscal y el Presidente examinaron las evidencias, sus amigos le buscan las excusas normales de un desvalido; a pesar de que a la JEP se le pide que dé una fecha, se demora inexplicablemente; y los interesados en sus posiciones políticas lo defienden, como no lo han hecho con otros extraditables.

Debido a lo anterior, la ONU, Santos, el Episcopado caen redonditos ante la ‘videncia’ estratégica de Santrich; porque sicológica y socialmente, toda amenaza de suicidio, como es la huelga de hambre de Santrich, debe ser considerada seriamente. Sin embargo, en este caso esa amenaza debe ser dejada en manos del interesado; ya que lo suyo es un medio en el que el objetivo es lograr que el país se doblegue ante sus normas y deseos, ignorando las necesidades y esperanzas de la sociedad chantajeada, mediante el corrosivo truco moral de anunciar anticipadamente la intención de provocarse la muerte.

Como el suicida frustrado, Santrich y sus amigotes hacen responsables a los otros de su situación apelando al cariño y afecto de sus amigos y seguidores para que peleen por él; pero quien mantiene una actitud de manipulación sostenida, como es una huelga de hambre egoísta, muestra no querer a las personas a las que daña y manipula. Por ese motivo es imprescindible mantener la conciencia clara que la conducta del manipulador se refuerza con las respuestas de atención, preocupación y acercamiento por parte de quienes lo rodean en opinión y servicio. ¿Por qué no lo dejan de verdad solo en su habitación a ver qué pasa? ¿Por qué no le ayudan a cumplir su deseo de hacerse el muerto en vida? Una cosa es morirse ante un público y quedar como héroe, y otra hacerlo solo y sentir que el cuerpo y la mente siguen funcionando como una maquinita que irremediablemente se apaga y en la que el cuerpo no pide permisos sociales. Como buen ateo y comunista Santrich es el dueño de su vida; así que no debe frustrársele el deseo subjetivo de ser feliz muriéndose por su propia mano.

Pero no quiero que se me tache de insensible. Yo respeto a los suicidas sinceros; a los que a pesar de un esfuerzo monumental no encuentran el sentido existencial que buscan y que no encontrarán si les falta la fe. Mi condición de creyente, que considero un regalo de Dios, no puede ignorar ese misterio del otro que cree en la nada, y que solo Dios entiende y perdona en su infinita misericordia, a pesar del rechazo del mejor regalo que nos ha dado. Quizá quien mejor expresó esa condición tremebunda y misteriosa del suicidio fue Jorge Luis Borges:

EL SUICIDA No quedará en la noche una estrella. /No quedará la noche. /Moriré y conmigo la suma del intolerable universo. / Borraré las pirámides, las medallas, los continentes y las caras. / Borraré la acumulación del pasado. /Haré polvo la historia, polvo el polvo. / Estoy mirando el último poniente. /Oigo el último pájaro. / Lego la nada a nadie.

UN DECÁLOGO DE CONCLUSIONES DE SENTIDO COMÚN

1. Usted no negocia nada con quien no ha renunciado a delinquir ni a querer apoderarse del estado porque es el mejor negocio, y usted lo sabe.
2. No entra a debatir si alguien se quiere morir de verdad, porque no hay forma de que pueda impedirlo. Pero sí debe intervenir si se trata de un suicidio frustrado y pide ayuda. En este caso Santrich se rehúsa a comer.
3. Hay dos tipos de huelga de hambre: por motivos altruistas y por intereses egoístas. En las huelgas altruistas quizá como miembros de la sociedad estamos obligados a respaldarlas. Y digo quizá, porque hay muchas formas de protestar. Pero la de Santrich no es altruista. Ese terreno gris es el que genera el debate ético que se aprovecha políticamente para chantajear a la sociedad.
4. En el caso que nos ocupa Santrich no es la paz; es un criminal. Y los guerrilleros no son tontos; saben que están en la cárcel porque cometieron delitos; y si, siendo criminales sin haber pagado por sus delitos se desmovilizaron libremente, pueden escoger entre vivir con dificultades como cualquier vecino al que el estado le incumple, o delinquir y asumir. Así que lo de la ONU es un chantaje.
5. Semana quiere convertir a Santrich en una ‘papa caliente’ pero en realidad es una ‘papa salada’; es decir, que estuvo de malas, lo pillaron delinquiendo, y su dilema, como el de Pablo Escobar, es una tumba en Colombia o una cárcel en EE UU y es libre para escoger.
6. Nosotros no tenemos por qué asumir sus equivocaciones porque es un adulto en pleno uso de sus facultades. Pero ahí estarán sus abogados y simpatizantes para enredar la pita. Enfrentémoslos.
7. En todo lo anterior observamos el triste espectáculo de que no se asumen responsabilidades por las decisiones que cada quien toma, comenzando por Santrich ante las evidencias presentadas por la DEA y la Fiscalía; la del gobierno por dejarse manipular por las circunstancias; la del Episcopado al no saber decir NO por las consecuencias para la iglesia y la sociedad; la de Semana y algunos medios al inflar heroicamente a un delincuente dándole una importancia que no tiene.
8. Para entender en profundidad esta situación y no dejarnos manipular por la culpa, consideremos los descubrimientos de Freud para explicar la esencia del drama humano. En contraste con la ‘pulsión de vida’ que todos conocemos y disfrutamos, Freud utilizaba las expresiones “pulsión de muerte” y “pulsión de destrucción” como equivalentes intercambiables; pero, en su discusión con Einstein sobre la guerra, especificó que la responsabilidad de la “pulsión de muerte” recaía sobre uno mismo, mientras que la segunda, derivada de ella, iba dirigida hacia el exterior. El odio de clases que es la base del marxismo leninismo es una pulsión de muerte y destrucción. Impedido de dirigirla hacia los otros, ahora Santrich la dirige hacia sí mismo. No somos responsables de esa decisión, aunque la pulsión de vida nos lleve a querer ayudarlo a que no muera, sin que nos sintamos culpables si no lo logramos.
9. ¿Y si es verdad que según el Wall Street Journal Iván Márquez está involucrado en una investigación sobre narcotráfico, no sería la huelga de Santrich un distractor que destruiría el proceso de paz, eludiendo irresponsablemente la justicia? Ver: “WSJ asegura que el acuerdo de paz peligra por investigación a Iván Márquez.”
10. Finalmente les recomiendo a los genuinamente interesados en la salud de Santrich, y no en el interés político sobre su ‘verdad’, que consulten a un psicólogo o psiquiatra especialista en la prevención de suicidio para que tengan un panorama objetivo del paciente y se liberen de la culpa a la que Santrich induce para beneficiarse.

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar