¿Se apagan los motores?

Pasadas las elecciones regionales, cada partido hizo una lectura amañada de los resultados para quedar bien con sus electores, como si el pabellón de quemados se hubiera quedado vacío. Ahora con la marea de agresividad electoral más baja, se han ido destapando unas llagas purulentas en el frente económico y de comercio internacional.

El déficit fiscal no solo mordió la suma de 16 billones de pesos el año pasado, según dato de la Contraloría General de la República, sino que este año podría terminar con una cifra superior a los 20 billones de pesos. Las políticas de austeridad, de moderación en los compromisos y promesas, brillan por su ausencia. Es la fiesta del derroche y la improvisación en los Estados faranduleros.

El déficit comercial va en 14.500 millones de dólares, en tanto el de Venezuela llega a 4.400. Con el agravante de que el colombiano podría superar el 200 %, constituyéndose en el mayor de América Latina y el Caribe, según la Cepal. En tanto, naciones cercanas como Brasil, Chile y Argentina presentan superávit en su balanza comercial.

En esta honda crisis de comercio continental en donde Colombia encabeza la lista de tener el mayor déficit, la vertiginosa devaluación del peso frente al dólar no ha servido de estímulo para que las ventas colombianas al exterior crezcan al ritmo adecuado. Somos un país que no ha logrado diversificar productos, ni ampliar su oferta a naciones compradoras de aquellos bienes en donde tenemos ventajas comparativas y competitivas en el comercio internacional.

Cada día que pasa nuevas cifras desalentadoras cubren el espectro de nuestra economía. Y crecen los compromisos con una situación económica deteriorada. ¿De dónde van a salir los 300 billones de pesos que durante quince años se deben apropiar como inversión para asegurar la estabilidad del postconflicto, según cálculos de la estudiosa senadora Claudia López? ¿Acaso con aportes de la comunidad internacional –asfixiada de líos– como lo asegura ingenuamente el ministro de Hacienda? ¿Con más impuestos, como el Iva, que ya piensan encaramar al 22 %? ¿Castigando más el aparato productivo nacional? ¿Restándole recursos al gasto militar y de seguridad, con unas ciudades atiborradas de delincuencia en sus más siniestras manifestaciones? ¿Dándole garrote a una clase media exhausta de pagar impuestos en cascadas a la Nación, a los departamentos y municipios?

Tampoco el panorama laboral es claro. Las cifras sobre desempleo en Colombia suben. Hay más desocupados que en Paraguay, Uruguay, Perú, Argentina, Chile, Brasil, Panamá, Ecuador y México. Nos conformamos con que Haití esté peor…

Mientras todo esto ocurre y el gobierno mira de soslayo los desalentadores índices económicos, hay una opinión pública despreocupada y desorganizada que no ejerce con independencia una fiscalización severa que obligue al gobierno a ponerse serio. Pueda ser que tome conciencia con la sentencia del codirector del Banco de la República, César Vallejo, quien en EL COLOMBIANO expresó que “a Colombia se le apagaron los motores con que venía creciendo”. Daño que ojalá, con el sobrepeso de los compromisos adquiridos en La Habana, no se precipite en picada hacia el océano.

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