Se cocina la trampa

Hace dos años y 13 días escribí una columna titulada “El gobierno le prepara una trampa a los colombianos”, en la cual decía que es “precisamente en esa lógica de no tener que convencer con argumentos sino de polarizar a los actores y al país, al mejor estilo serposamperista en pleno proceso 8000, que el Gobierno prepara una trampa para dentro de unos meses. Y es que cuando haya supuestamente firmado algo que mantuvo a espaldas del país, va a intentar legitimarlo sin ninguna discusión, acorralando a los colombianos con un plebiscito en el que solo haya una pregunta: “¿Quieren la paz o la guerra?”, y ante semejante chantaje, este Gobierno espera que los colombianos angustiados le firmen un cheque en blanco, pero a cargo de nosotros, que él después llenará a dos manos con los terroristas que engordan en Cuba. Nos están vendiendo en La Habana y engañando en Bogotá”.

Pues qué tristeza ver que no estaba equivocado.

Son más insistentes los rumores que este Gobierno, que le gusta hacer cosas por debajo de la mesa, hacerse nuevo mejor amigo de dictadores y legitimar delincuentes, piensa venderles a los colombianos la idea de finiquitar el perverso, equivocado y especialmente inoportuno proceso de impunipaz de la siguiente manera.

Para quitarse de encima el “capricho” de los colombianos que exigimos que paguen de verdad por sus delitos luego de 5 décadas de fechoría y barbarie, pues todavía consideramos fundamental la ley a diferencia del presidente de la Corte Suprema y del fiscal que la consideran algo superfluo y estorboso; propone que en el peor de los casos miembros del cartel Farc paguen máximo 5 años, pero ahí viene el anzuelo detrás de la carnada: que el resto de la “negociación” o claudicación, para ser más exactos, lo negocie el presidente a su juicio y sin restricciones.

Qué tal el cinismo. ¿Será que el Gobierno piensa que los colombianos somos caídos del zarzo? ¿Será que no sabemos de sobra que no es de fiar, que se voltea sin esfuerzo y deja tirados a quienes confiaron en él y a los principios que supuestamente decía tener? ¿Será que los colombianos no sabemos de sobra que los delincuentes de las Farc compiten en mentira con su gobierno favorito y mienten también en las negociaciones, como se le salió “accidentalmente” a un exguerrillero reinsertado con quien debatí en un programa de televisión la semana anterior?

La confianza se gana y no se exige, y ninguna de las partes en esta farsa de proceso la merecen. No vamos a firmar un cheque en blanco.

Como dije en mi columna de hace dos años “El triste argumento que la paz debe obtenerse a cualquier precio”, no es la lógica de quien intenta hacerse ver como sensato hombre de Dios. La paz a cualquier precio es la paz del derrotado o del pusilánime. Lamento informarle presidente Santos que millones de colombianos no somos ni lo uno ni lo otro. Los colombianos queremos la paz, pero no “esa” paz falsa, que más bien parece una servidumbre miserable, como decía Publio Cornelio Tácito”.

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