Se lamentan

Se lamentan los editorialistas de El Espectador del espectáculo radial del magistrado Pretelt. Para darles crédito, se han lamentado varias veces de los espectáculos radiales, incluido el del hoy fiscal general, el señor Montealegre, no hace mucho.

Sin embargo, vale la pena preguntarse si, aunque sea de mal gusto ver a alguien defendiéndose patas arriba en la arena, no resulta al final beneficioso para un ejercicio que este país del tape-tape necesita hace tiempo. Un ejercicio de decirse de frente, y con ejemplos y casos concretos, verdades incómodas y fastidiosas que, por no querer oír cuando debemos y no querer enfrentar cuando tenemos, no nos dejan corregir de una vez por todas el rumbo de la justicia.

Que al otro día de todo esto de nuevo el fiscal general (¿no notamos que este personaje es una constante en los tropiezos de la justicia?) salga a desenterrar un proceso contra la esposa del magistrado Pretelt no deja a nadie la duda de que hubo un orden de “busquen lo que sea contra él”. Y, dado que tiene fuero, contra lo que se mueva que le sea cercano. La justicia como llavero del fiscal, su rancho, con la que hace lo que le da la gana, no lo que el país necesita.

Que los del Congreso de inmediato pidieron renuncias, sospechoso cuando menos. Y diciente. Que el gobierno nacional (¡gracias a dios por las minúsculas!) saliera a hacer lo mismo, preocupante. Preocupante porque no recuerdo magistrados pidiendo renuncias de ministros o viceministros.

Que Pretelt se defienda como gato herido. En este caso hay que decir que eso que el editorialista resiente, la falta de altura, se perdió hace años. La dignidad de la justicia, que el cargo de magistrado debe conllevar, se perdió hace años. Se perdió cuando los magistrados se dedicaron a la política y no a la justicia en sí. Se perdió cuando notorios magistrados de la corte constitucional (repito: ¡gracias, señor, por las minúsculas!) salían corriendo a ser candidatos presidenciales basados en el historial de sus sentencias.

Se perdió cuando la corte suprema aplazó la elección de fiscal (de nuevo, interesante esta perseverancia del cargo de fiscal en los males de la justicia) durante meses y meses para llevar a un presidente a la locura (casi lo logran), se perdió cuando aceptaron paseos a Neiva, se perdió cuando se les olvidó la grave responsabilidad que caía sobre sus hombros.

Dejen a Pretelt revolcarse en el metro cuadrado donde lo acorralaron. Yo digo que hemos pagado impuestos para que nos los quiten los corruptos, que quede al menos el espectáculo grotesco y la lluvia de lodo. Preocupémonos por que quien salga enlodado responda con la verdad y de una vez la limpieza sea profunda: las reuniones secretas para cuadrar cargos y sentencias, las dádivas y nombramientos. Todo, caiga el que tenga que caer. Y, ahí sí, retomemos el camino de construir una justicia efectiva y digna para todos. Como estamos, aun sacando a Pretelt, no vamos para ningún lado.

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