Seis lecciones de España para Colombia

Y, como es evidente, el respaldo de anteayer del gobierno español a las negociaciones de paz de Santos con las Farc, que tanto alborozo parece generar en los círculos oficiales y los medios enmermelados, no es más que un cumplido diplomático. En el manejo de su problema terrorista ellos van en sentido contrario.

Casualidades de la vida. El presidente Juan Manuel Santos acaba de viajar a España anunciando a los cuatro vientos en el principal diario madrileño que desea fervientemente ver a los jefes narcoterroristas de las Farc en el Congreso, en el mismo momento en que el gobierno de Mariano Rajoy ha propuesto una ley parar prohibir que los miembros de Eta que hayan cometido  graves crímenes puedan ser elegidos en cargos públicos. En particular los que empiezan a salir de prisión luego de purgar largas penas, a raíz de un fallo de un tribunal de Estrasburgo que ordenó excarcelarlos.

La paradoja no puede ser más diciente. Pese a que el gobierno peninsular exprese diplomáticamente que respalda las gestiones “pacificadores” de Santos, lo evidente es que hay un tratamiento a similares fenómenos terroristas –el de Colombia y el de España- diametralmente opuesto en ambos países.

Precisamente con motivo de ese proyecto de Rajoy el portal hispano Libertad Digital acaba de publicar una trascendental entrevista con uno de los dirigentes vascos de más brillante trayectoria, Enrique Múgica Herzog, quien efectúa una radiografía certera del problema del tratamiento de los terroristas etarras, cuyas apreciaciones pueden servir como enseñanzas invaluables para los colombianos.

Poco le importarán al gobierno colombiano las sesudas consideraciones que Múgica desprende del caso español. Humberto de la Calle acaba de dictar cátedra sobre la materia, dizque refutando cinco “mitos” que los opositores al curso de las negociaciones de La Habana han formulado. Valdría la pena cotejar sus fantasías con las seis tesis que me he tomado la libertad de extraer de la entrevista de Múgica.

Cuyo testimonio es triplemente valioso. Primero, por provenir de un prominente intelectual y político vasco, que desdeña las elucubraciones nacionalistas, al igual que otros señalados personajes de esa región, como Fernando Savater y Edurne Uriarte. Segundo, por tratarse precisamente de una figura histórica de la izquierda, como que militó en su juventud en el Partido Comunista y luego por muchas décadas en el PSOE, ocupando curul de diputado por varios años y siendo designado ministro de justicia y defensor del pueblo. Y tercero, porque habla también en su calidad de víctima, en virtud de que un hermano suyo, también importante dirigente político socialista de la región vasca fue asesinado por la banda terrorista.

Encarna Múgica, sin duda, el espíritu de rechazo a la violencia criminal, elevado a la categoría de pacto nacional entre todos los partidos de la península. Hasta el punto que no vacila en condenar las dubitaciones de Rodríguez Zapatero cuando intentó unas fallidas negociaciones con Eta.

Resalta la verticalidad de las posturas de Múgica, en un país que no permite que la violencia se utilice dizque como arma “política”, como han pretendido hacerlo los terroristas vascos. Y que no ha caído -por esas mismas posturas recias y valientes- en la insensibilidad que nos caracteriza a los colombianos, donde la seguidilla de masacres y hechos tenebrosos son recibidos como normales, parte de las “reglas de juego”. Allá el menor suceso de esa índole conmueve los cimientos del país y provoca movilizaciones airadas y masivas. Baste saber que, según acaba de conocerse, España tiene una de las tasas de homicidios más bajas del mundo; con una población similar a la de Colombia, el año pasado no alcanzaron a 300, cuando aquí bordean la cifra de 15.000, una diferencia abismal de más de 50 veces.

Estas son, resumidas, las tesis de Múgica (cuya entrevista puede consultarse en este enlace:  http://www.libertaddigital.com/espana/2014-01-14/enrique-mugica-mientras-eta-hable-de-conflicto-es-que-tiene-intencion-de-continuar-1276508123/)

(1) No se puede negociar con grupos terroristas, sino someterlos con las fuerzas del orden.

Como se sabe, Eta ha decidido suspender su actividad armada hace un tiempo, pero solicita una “negociación” con el Estado para poner fin al “conflicto”, que ha recibido una respuesta negativa de parte de las autoridades. Preguntado Múgica sobre si esas “negociaciones” son claves para lograr el final de Eta, responde: “¡No hombre, no! De entrada, desde un punto ético fundamental, simplemente ético, no político, no cabe una negociación con una banda terrorista que ha matado a centenares de españoles, entre ellos miembros de tu propio partido.”

No es ético negociar con terroristas, en absoluto. Y no depende de tales “negociaciones” ni de una supuesta “voluntad de paz” de los terroristas, que se ponga fin a sus actividades criminales. Es la autoridad del Estado lo crucial en la consecución de ese fin: “Y lo que a ETA le ha llevado a la situación en que está es la acción de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado”, reitera Múgica.

(2) No es proceso de “paz” negociar con terroristas, equiparándolos al Estado. Cuando oiga algo así “empiece a sospechar”. Lo que se requiere es un proceso de libertad.

Es inaceptable para Múgica, que el Estado negocie con terroristas “en igualdad de condiciones”. Hacerlo, invirtiendo la relación real, que es la de “víctimas y victimarios”, no es un “proceso de paz”. Quien hable de “proceso de paz” con criminales “no sabe lo que está diciendo”. Cuando usted oiga hablar de un “proceso de paz” en esas condiciones “empiece a sospechar”. Lo que se necesita es un “proceso de libertad”, que libere a la sociedad de los criminales.

Así lo refiere Múgica, taxativamente: “El otro concepto es el de Proceso de Paz. Quien utilice esta expresión no sabe lo que está haciendo. Eso sería si fuese un antagonismo con dos partes en igualdad de condiciones. Aquí ha habido víctimas y victimarios, por tanto no es necesario ningún proceso de paz, sino de libertad. Cuando usted oiga Proceso de Paz, empiece a sospechar. Cuando oiga Proceso de Libertad empiece a contentarse.”

(3) Si se habla de “conflicto” por los criminales, es que tienen la intención de continuar.

El argumento de los terroristas es que hay un “conflicto” que hay que resolver por medio de unas “negociaciones” entre partes iguales, contendientes, a través de un “proceso de paz”. Múgica niega que exista un “conflicto” armado en España en los términos tradicionales de este concepto. Lo que existe es “una situación criminal por parte de unos asesinos”, que no puede equipararse a un conflicto interno armado. Y no se puede aceptar que los terroristas y sus amigos sigan hablando de la existencia de tal “conflicto”; porque eso lo que manifiesta es su “intención de continuar”.

Las explicaciones de Múgica son de una claridad meridiana: “Aquí conviene aclarar algunos conceptos fundamentales. Cuando usted vea en todos los comunicados de ETA o de los grupos que la apoyan, o en las declaraciones que hacen, la palabra conflicto, entonces eso quiere decir que tienen intención de continuar. Porque en Euskadi no hay conflicto, el conflicto tiene que darse entre partes. Por ejemplo, en Irlanda había conflicto, porque unos y otros estaban armados y se mataban. En Euskadi ha habido una situación criminal por parte de unos asesinos. Si se sigue hablando de conflicto es, para mí, una prueba de que ETA y sus grupos afines van a mantener la política que han seguido hasta ahora.”

Ese ha sido uno de los graves problemas de Colombia en el caso del gobierno actual: la aceptación por parte del Estado de la existencia de un “conflicto armado interno”, por medio de una ley, que a la vez les ha otorgado a los criminales la calidad de contrapartes, con el mismo estatus de las fuerzas armadas del Estado. De criminales considerados terroristas que amenazan la democracia, como lo tienen establecido la mayoría de países, han pasado a ser “partes” comparables de un “conflicto”, con iguales derechos de atentar contra las fuerzas militares legítimas, y que, en desarrollo de tales concepciones están conduciendo al país hasta absurdos suicidas como el de querer prohibir la presencia de autoridades de policía en las poblaciones amenazadas por los bandidos.

(4) No son luchadores por una causa (separatismo o contra dictadura), sino terroristas.

Se duele Múgica de que todavía en algunos medios se hable del “grupo separatista vasco” para calificar a Eta, cuando no es más que una banda terrorista. Desde Francia, durante un tiempo, por esa condescendencia, se les amparó; cuando los franceses cambiaron su posición se pudo atacar a fondo a la banda hasta llevarla al debilitamiento actual. Pero es equivocado considerarlos como “grupo separatista” o luchadores “antifranquistas”. Son un grupo terrorista que ha cometido “los crímenes más grandes” cuando la democracia se ha impuesto en España, y “precisamente contra los demócratas”.

Su explicación merece replicarse completa: “¿Por qué todavía en Le Monde no aparece la palabra terrorista y siempre se dice el grupo separatista vasco ETA? Hay una determinada mentalidad que está ahí, que ha durado bastante tiempo. Algunos consideraban a ETA un grupo armado para combatir el franquismo y ha tenido que pasar que los crímenes más grandes de ETA se hayan cometido cuando la democracia se instaló en España, precisamente contra los demócratas. Por eso los franceses cambiaron finalmente su posición.”

Nada diferente a Colombia donde impera una democracia respetable, así no sea perfecta, que sufre el asedio de los terroristas, ensañados precisamente contra las instituciones y personas representativas de ese Estado de Derecho. No es una parte de un “conflicto”, equiparable al Estado, sino una fuerza terrorista que ataca y amenaza gravemente la institucionalidad.

(5) El Estado no se puede doblegar. Los terroristas tienen que disolverse, entregar las armas, pedir perdón a sus víctimas, reconocer su maldad, y solo en esas condiciones el Estado puede concederles algunos beneficios.

Advierte Múgica, refiriéndose a la postura del gobierno de Rajoy frente a Eta: “Yo confío en las palabras del ministro del Interior [Jorge Fernández Diaz] "frente a ETA, el Estado no se va a doblegar". Confío en eso. Por tanto la banda tiene que disolverse, devolver las armas, pedir perdón a las víctimas del terrorismo, reconocer su maldad y, entonces, se deberá actuar aprovechando el margen que la ley permite.”

Es claro que el Estado nada tiene que negociar con los terroristas, ni está dispuesto a hacerlo en España. Lo único esperable es que la banda se disuelva, entregue las armas, pida perdón a las víctimas, y “reconozca su maldad”; solo así el Estado podrá considerar la concesión de algunos beneficios a los terroristas, sin olvidar a las víctimas ni otorgar impunidad alguna.

Exactamente lo contrario de lo que se adelanta en Colombia con las Farc, discutiendo asuntos claves de la vida nacional con los criminales, y ofreciéndoles impunidad y elegibilidad en los más altos cargos del Estado. Aquí el Estado ya se doblegó.

(6) Autores de crímenes de lesa humanidad no pueden tener elegibilidad; y esos crímenes son imprescriptibles.

Preguntado Múgica sobre la idea de Mariano Rajoy de una ley para prohibir que los excarcelados de Eta puedan ir en listas a las próximas elecciones locales de 2015, responde sin titubeos: “Cuando se concrete, se podrá analizar y dar una respuesta. Lo que sucede es que hay crímenes contra la humanidad que son imprescriptibles. Todavía hace poco en Alemania detuvieron a un guardián nazi de los campos de concentración que tenía 88 años. Una de las consecuencias civiles de ese delito podría ser que quien lo comete no pudiera ser electo. Normalmente cuando uno comete un delito recibe una inhabilitación, que suele ser mayor que el periodo de condena penal. Si estamos ante un delito que no prescribe, eso podría ser un elemento para aplicarlo en estas situaciones. Que un hombre que ha cometido un delito contra la humanidad, y eso es el terrorismo, sea alcalde o concejal, no parece muy normal.”

Más claro para dónde. Aquí, con el Marco Jurídico para la Paz se ha abierto un boquete enorme para que los criminales no sufran condenas ni tengan que pagar cárcel y para que, además, puedan ser elegidos a los diferentes cargos de elección popular.

La diafanidad de los criterios del dirigente español me exime de cualquier comentario adicional. Pocas lecciones podemos brindarles nosotros a los hispanos. Más bien deberíamos estudiar con cuidado su experiencia para corregir nuestro rumbo. Y, como es evidente, el respaldo de anteayer del gobierno español a las negociaciones de paz de Santos con las Farc, que tanto alborozo parece generar en los círculos oficiales y los medios enmermelados, no es más que un cumplido diplomático. En el manejo de su problema terrorista ellos van en sentido contrario.

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