Semana y los maestros de la sospecha

“Entonces estará el justo en gran seguridad, en presencia de quienes le persiguieron y menospreciaron sus trabajos”. -y los injustos se turbarán y exclamarán:- “¡Cómo son contados entre los hijos de Dios y tienen su heredad entre los santos!” (Sabiduría 5, 1-5). “Las almas de los justos están en manos de Dios, y el tormento no los alcanzará”. “A los ojos de los necios parecen haber muerto (…); pero ellos gozan de paz” (Sabiduría 3, 1-3).

«Cuando mejor es uno, tanto más difícilmente llega a sospechar de la maldad de los otros.» Cicerón

El filósofo francés Paul Ricoeur (1913-2005) en 1965, llamó Escuela de la Sospecha a la conformada por Freud, Nietzsche y Marx, las que tienen en común considerar la falsedad de la conciencia y denunciar, desenmascarándola, la mentira que se esconde en los valores de la modernidad: la racionalidad y la verdad, mostrando al sujeto condicionado por elementos sociales, económicos e ideológicos. Para Freud en el consciente se encuentra involucrado lo inconsciente, en Nietzsche, el resentimiento de quien es débil y para Marx, lo económico.

Pero cuando enfrentamos el momento de la verdad de nuestra muerte, la vida del justo viene al caso. ¿Partiremos con la misma dignidad y serenidad con la que hemos vivido, con base en el bien y la verdad, no la sospecha? Sin embargo, ese anhelo, hoy casi un derecho, se le niega a muchos. Por el contrario, la muerte de ciertas personas también nos dice cómo han vivido, pensado, y qué frutos pueden dejarnos. Por lo que pregúntese usted a diario: “¿Qué memoria querría dejar de su paso por este mundo”?

Por lo anterior, puede ser interesante encontrar un paralelismo entre la vida y muerte de los tres ‘maestros de la sospecha’ mencionados porque son pensadores de gran impacto en la civilización occidental, sirviéndonos de referente para ‘sospechar’ como sería el destino final de ciertos personajes contemporáneos o negocios. Por ese motivo, aunque sepamos qué es, definamos la sospecha para ser claros: La sospecha se conforma por creencias que surgen hacia algo o alguien basándose en conjeturas, presunciones o indicios.

Así, comencemos por citar a los expertos quienes consideran que al menos el 10-15% de la población general experimenta regularmente pensamientos paranoicos y delirios de persecución que son un síntoma frecuente de psicosis en la que existe, en gran medida, una directa contribución afectiva a la experiencia. En particular, la ansiedad y la angustia afectan el contenido y la persistencia de la paranoia. En la mayoría de los casos, la paranoia no cumple una función defensiva, sino que se basa en preocupaciones interpersonales conscientes de la persona. Sin embargo, el solo efecto no es suficiente para producir experiencias paranoides. También hay evidencia de que las experiencias internas anómalas pueden ser importantes para producir un contenido de pensamientos extraños y un sesgo de razonamiento basado en las conclusiones de personas con delirios de persecución debido a una interacción de procesos emocionales, experiencias anómalas y sesgos de razonamiento. Este análisis es importante, pues usted podrá conocer qué sesgos personales de razonamiento componen el talante de muchos comunicadores y aquellos que se tragan su producto sin dilucidarlo.

Veamos cómo vivió y murió Marx en sus últimos años. Afligido por la mala salud que él mismo describió como «la miseria de la existencia,” atribuido a problemas hepáticos y un exacerbado estilo de vida inadecuado, los ataques a menudo le venían con dolores de cabeza, inflamación ocular, neuralgia en la cabeza y dolores reumáticos. Un desorden nervioso serio apareció en 1877 y el insomnio prolongado fue una consecuencia que Marx combatió con narcóticos. La enfermedad se agravó por el trabajo nocturno excesivo, la dieta defectuosa, el vino, los licores y el tabaco. Desde 1863, Marx se quejó mucho sobre los forúnculos y los abscesos eran tan graves que no podía sentarse ni trabajar en posición vertical.

La enfermedad enfatizó ciertos rasgos de su carácter. Discutía de manera cortante, su mordaz sátira no se reducía a los insultos, y sus expresiones podían ser groseras y crueles. Aunque en general Marx tenía una fe ciega en sus amigos más cercanos, sin embargo, él mismo se quejaba de que a veces era demasiado desconfiado e injusto incluso con ellos. Sus veredictos, no solo sobre enemigos sino incluso sobre amigos, a veces eran tan duros que incluso las personas menos sensibles se ofendían. Debieron haber sido pocos a quienes no criticara así… ni siquiera Engels fue una excepción. ¿Será que ese modo de ser quedó incrustado en la ‘genética’ del marxismo?

¿Y cómo fue lo de Nietzsche? Un artículo reciente en Acta Psychiatrica Scandinavica reconsidera su locura y muerte de neurosífilis. Los autores del nuevo estudio sugieren que Nietzsche murió de demencia frontotemporal, un tipo de demencia que afecta específicamente los lóbulos frontal y temporal. Este estudio es diferente, ya que los autores revisaron las notas médicas reales de Nietzsche a la luz de lo que se sabe sobre la progresión de la sífilis y la demencia en la actualidad.

Por otra parte, diagnosticado Freud con cáncer de boca, el genio fumador de cigarros con el ego más grande que hayamos conocido, como que se inventó todos sus intríngulis, persuadió a su médico para que le practicara la eutanasia cuando fuera el momento adecuado.16 años después del diagnóstico, el Dr. Max Schur le dio 21 miligramos de morfina. El padre del psicoanálisis, el hombre que popularizó términos tales como «id» y «complejo edípico», murió en cuestión de horas. ¿Le aplicó el Dr. Schur a Freud la dosis mínima como ejemplar adelantado de una muestra de autonomía con el ‘libre desarrollo de la personalidad’? De cualquier manera, los detalles ilustran un punto importante pero a menudo pasado por alto en el debate político, médico y moral contemporáneo sobre la eutanasia y el suicidio asistido por un médico, como parte de la autonomía de las personas.

Estos tres personajes han influido en nuestro modo de pensar, sin que nos demos cuenta. Así, según Marx, la conciencia se falsea o se enmascara por intereses económicos; en Freud por la represión del inconsciente y en Nietzsche por el resentimiento del débil. Sin embargo, lo que hay que destacar de estos maestros no es ese aspecto destructivo de las ilusiones éticas, políticas o de las percepciones de la conciencia, sino una forma de interpretar el sentido. Lo que quiere Marx es alcanzar la liberación por una praxis que haya desenmascarado a la ideología burguesa. Nietzsche pretende la restauración de la fuerza del hombre por la superación del resentimiento y de la compasión. Freud busca una curación por la conciencia y la aceptación del principio de realidad. Los tres tienen en común la denuncia de las ilusiones y de la falsa percepción de la realidad, pero también la búsqueda de una utopía. Los tres realizan una labor arqueológica de búsqueda de los principios ocultos de la actividad consciente, si bien, simultáneamente, construyen una teleología, un reino de fines, en el que ingenuamente muchos creen y aplican en su profesión.

Como Marx, Freud y Nietzsche que comparten el compromiso de desenmascarar ‘las mentiras y las ilusiones de la conciencia’, ciertos comunicadores y políticos contemporáneos han asumido un estilo de interpretación que elude los significados obvios o evidentes para imaginarse los menos visibles y las verdades menos halagadoras… sencillamente porque venden más, enmascarando esa intención con una respetable ‘crítica a la sociedad’ desde el periodismo o la política. Sospechan de los valores de otras personas; de la libertad del hombre que se ve limitada por el estado, la religión u otros factores. Sospechan que las asociaciones políticas contrarias a su creencia están sustentadas sobre un error; para ellos toda creencia es ciega ignorando que existe la racional; e intentan liberar al hombre de una supuesta conciencia falsa que le ha sido impuesta.

Y al asumir ese estilo, se autoproclaman jueces de la conciencia. Así, suponen, imaginan o forman una opinión o juicio a partir de ciertos indicios o conjeturas como sospechas de corrupción. Dudar, o recelar de una persona es su derecho como periodistas. Ese es un mal negocio porque la gente se mama de tanta sospechadera y agresión. Para muestra un botón. En un reciente artículo de Álvaro Ramírez González, EL DERRUMBE DE SEMANA, nos cuenta la razón del fracaso de la revista:

“Por muchos años fui suscriptor de la Revista Semana. Creo entender que Felipe López Caballero compró esa revista, que entonces no tenía prestigio, circulación, ni futuro económico. Le hizo una cirugía editorial, a su formato de diagramación, a sus colores y calidad de papel, convirtiéndola en muy poco tiempo en “una revelación”. Todos los ejecutivos de Colombia, oficinas y hoteles, tenían en sus escritorios y salas de espera a Semana.” Y Después de muchos elogios sobre la revista y su cambio de política editorial contra Uribe prosigue:

“Santos Rubino cambió la línea editorial de la revista y metió allí a María Jimena Duzán, Daniel Coronel, León Valencia y a Daniel Samper Ospina, reconocidos y envenenados anti-uribistas.

“Un día recibí una llamada de un señor de Ibagué. Me dijo: “somos ya 35.000 suscriptores que hemos desertado, ofendidos y hastiados de esa línea editorial, de ese maltrato sistemático al Presidente Uribe y de esa deformación sistémica también de la realidad”. “Si siente lo mismo, señor Ramírez, ¡únase a nosotros!”

“Cuenten conmigo”, le respondí, y esa misma semana cancelé mi suscripción, que tenía hacía muchos años.

“Semana recibió de Juan Manuel Santos, toneladas de contratos y de dinero, al tiempo que se dedicó a agredir y maltratar al expresidente Álvaro Uribe. Abusó de sus lectores y se dedicó a deformar los hechos políticos, sociales y económicos, en una clara protección a Santos, cuya imagen y aprobación se arruinaron por su pésima y tramposa calidad gerencial. Los lectores de Semana entendíamos los hechos de una manera y la revista los mostraba de otra. Esa desconexión con sus lectores, esa despiadada persecución a Uribe y esa horrenda línea editorial con María Jimena Duzán, Daniel Coronel y Daniel Samper Ospina, alejaron y espantaron a sus lectores y arruinaron a Semana. Su crisis económica ya es un secreto a voces y el reciente fracaso de Semana virtual, es mucho más notorio.

“Cuando el nicho de mercado de lectores y suscriptores que logró inundar Semana, era de personas y ejecutivos pensantes, gente preparada, una línea editorial tan despiadada con un líder tan popular como Uribe, y una deformación de la realidad nacional tan brusca y burda, tenían que producir una estampida. Nos fuimos casi todos y se acabó la Revista Semana. Hoy quedan ruinas, soledad y una profunda crisis económica. ¡Otra víctima de los Santos!“

Lo mismo me pasó a mí y varios amigos hace muchos años: cancelé mi suscripción por las mismas razones. Sin embargo, como el lector puede colegir la ‘especialidad’ de Daniel Coronell, María Jimena Duzán, Daniel Samper Ospina y Antonio caballero, es la sospecha, la paranoia, que atraería solamente a los paranoicos lectores que son pocos, pues los verdaderos locos están en el crimen. Sin embargo, Antonio Caballero se contradice en sus escritos y actitud cuando dice: “No hay que encontrar algo turbio detrás de cualquier acción justa.” (Citado por Plinio Apuleyo Mendoza en “Los perros ladran…”)

Por mi parte, no siendo paranoico, pero sí normalmente suspicaz, porque he visto el mal disfrazado de ángel de luz, por recomendación metodológica de mi madre, me hago la siguiente reflexión. En los negocios, como en la vida, los que cumplen la ley no deberían temer. Sin embargo, es importante reconocer que, contra todos los principios generales de imparcialidad, la sospecha es suficiente para sugerir que ciertas actividades periodísticas pueden involucrar algunos intereses no necesariamente mediáticos y me pregunto:

¿Cuál es el interés profundo de sacar a Duque, Uribe y sus amigos de circulación? ¿El simple odio de los ingenuos? ¿O hay otras motivaciones inconfesables en sus promotores? Así nos deja pensando la conducta de ciertos periodistas de la W, que con sus ‘debates’ inducen a la gente a pensar mal y después dice Vicky que la gente piensa ‘tal cosa’, cuando en realidad han sido dirigidos hacia esa conclusión como se vio en la acostumbrada guachafita de la W contra el ministro Carrasquilla el 11 de septiembre de 2018. Por otra parte, a autoridades y senadores, como Jorge Robledo quien supone de todo y juzga, de acuerdo con su política del marxismo suspicaz , la ley del karma, se les puede devolver terminando ellos de sospechosos antes de demostrar que son inocentes de la culpabilidad que cada quien se imagina.

En el caso de Robledo contra Carrasquilla ¿Cuánto le cuestan al estado y la sociedad la sospecha inquisitorial de Robledo cuando no se ha oído a la contraparte en un tema técnico y abstruso que nadie entiende, en el que lanza epítetos y suposiciones insultantes, que no necesariamente le dan la razón y en el que utiliza la supuesta ‘autoridad’ de documentos sin ningún acerbo probatorio de nada? Por lo pronto la reputación del ministro Carrasquilla ha sido lesionada impunemente con un interrogatorio de sospecha difundido en los medios. Se me cayó el respeto que le tenía a Robledo.

La política de la sospecha vuelve axiomático cualquier capricho o locura: una inclinación o falsa ilusión compartida; la raza, el populismo económico, la religión o condición sexual diferente; una voz para los marginados, el odio, cualquier desafuero que se le ocurra al mandamás de turno, como ser ‘enemigos de la paz’; el creerse el defensor de la moral pública, etc. Cuidado con Marx, Nietzsche y Freud, los maestros de la sospecha; porque con la misma paranoia que juzguemos, nuestra mente nos juzgará en el más allá, si no es que la pagamos en el más aquí.

Lean “El libro tibetano de los muertos” en la que un lama experto en contenidos de conciencia tiene que guiar al moribundo a través de las alucinaciones de las vivencias de la propia mente que se presentan en forma de demonios y espantos como resultado del mal hecho. Por eso morir como un justo, que refleja el bien que hicimos en la vida, y la verdad con la que vivimos, es tan importante. Marx, Nietzsche y Freud no tuvieron ese final por la vida que llevaron y los frutos que dejaron: la sospecha como un programa de vida. ¿Podrá haber convivencia y reconciliación entre las personas; y colaboración entre las naciones? ¿Cómo es posible la paz con una política de la sospecha?

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