¿Será efectiva la presión que ejerce el presidente Duque sobre el ELN?

Faltó estrategia, equipo estable, decisión de avanzar y aprovechamiento del tiempo, por parte de ambas partes.

Colombia todavía no termina de cerrar el viejo alzamiento armado. Si bien se logró un Acuerdo con las Farc que es un hecho histórico, a pesar de las dificultades en la implementación, falta un acuerdo con el ELN.

Esta guerrilla sigue siendo una fuerza política que agencia su proyecto de “resistencia armada” con presencia en 120 municipios, en Arauca, Chocó, Magdalena Medio, Catatumbo, Cauca y Nariño, de manera principal, pero igualmente en el Bajo Cauca y Nordeste Antioqueño, sur del Cesar y en el Perijá, y zonas de la Guajira.

Con la salida de las Farc del conflicto armado, el ELN ha ocupado parte de sus territorios y está en un lento y sostenido proceso de crecimiento.

Hoy tiene más presencia territorial, más combatientes, más recursos económicos de los que tenía hace ocho años. Este crecimiento es la constatación fehaciente que el Estado no puede controlar de manera efectiva los territorios y que su soberanía y legitimidad siguen siendo cuestionadas por ilegales con motivación política o ilegales con motivación codiciosa, como lo son esa amplia gama de bandas criminales que pululan en Colombia.

Desafortunadamente los ocho años del presidente Juan Manuel Santos y su esfuerzo por adelantar un proceso de paz con el ELN, no nos deja el mejor de los balances.

Faltó estrategia, equipo estable, decisión de avanzar y aprovechamiento del tiempo, por parte de ambas partes.

Pero lo central es que ninguno de los dos, ni el Presidente Santos ni el ELN, estaban plenamente comprometidos con la salida negociada. Ambas partes, por razones diferentes, tienen muchas dudas de la posibilidad de avanzar de manera efectiva.

El gobierno del presidente Iván Duque ha exigido para que se dé un eventual proceso con el ELN cosas muy concretas, como la exigencia de precisar sobre un listado de personas presuntamente secuestradas por el ELN y la necesidad de que suspenda esta repudiable práctica, al punto de un cese unilateral con ubicación bajo supervisión internacional, hasta la exigencia de abandono de todas las prácticas ilegales.

Este último punto lo interpreta el ELN y algunos analistas como una exigencia de que el ELN deje de existir, pues la esencia de su alzamiento armado es recurrir a un amplio espectro de medidas que son ilegales, empezando por el porte de armas o uniformes de uso exclusivo de la fuerza pública, para poner solo dos ejemplos.

La alianza que apoya al presidente Iván Duque se divide en dos grandes fuerzas.

De un lado, hay quienes no les interesa ningún proceso con el ELN y que seguirán apostando por su aniquilamiento. Esto es completamente inviable con una fuerza tan experimentada como lo es el esa guerrilla y, como ya lo dije, que viene creciendo en la última década y está lejos de la derrota o de volverse irrelevante.

Hay una segunda postura, donde creo que está el presidente Duque, que no descarta y tiene interés en un proceso con el ELN.

Desde que inició el Gobierno, el pasado 7 de agosto, el tema de un proceso con el ELN ha estado en la agenda mediática. Ee éste se habla todas las semanas.

El presidente dijo que se tomaría 30 días para evaluar en qué estado estaba ese proceso, que se debería interpretar como una mirada y valoración a los ochos años de intercambios y diseño de un proceso entre el presidente Santos y el ELN.

Fue una “evaluación” muy limitada donde el Alto Comisionado para la Paz, Miguel Ceballos, no realizó un amplio intercambio con la multiplicidad de actores involucrados.

El presidente Duque, el 9 de septiembre, dijo que tenía interés en un proceso con el ELN, con la exigencia de claridad sobre un listado de 20 personas supuestamente en poder del ELN, de las cuales esa guerrilla liberó a nueve en Chocó y Arauca, lo cual se dio en medio de un pulso por las condiciones para su liberación.

En las últimas semanas, se han venido dando hechos, que liderados por el Presidente Duque de manera directa y en otras ocasiones por el Comisionado Miguel Ceballos, se pueden interpretar como presiones adicionales al ELN, complementarias a la exigencia de suspensión del secuestro.

Primero fue un hecho mediático donde se anunciaba que cesaba en sus funciones el equipo negociador del anterior Gobierno.

Luego, vino el anuncio que ya Venezuela no sería país garante, eso lo dijo de manera directa el presidente Duque desde la Asamblea de la ONU en Nueva York y tuvo un amplio despliegue mediático y respuestas tanto del gobierno de Venezuela y del ELN. Y la semana pasada se anunció que se reactivaba una orden internacional de búsqueda y captura para el comandante del ELN, Nicolás Rodríguez Bautista, la famosa circular roja de Interpol.

Todas estas medidas quieren poner presión sobre el ELN para que acepte un proceso con condiciones. A todo esto el ELN ha respondido que tiene un proceso de diálogos y negociaciones firmado con el Estado colombiano y que espera cumplimiento de ese compromiso por parte del presidente Iván Duque y que no está dispuesto a ninguna acción unilateral, que todo se puede y se debe discutir en el marco de una mesa formal y de manera bilateral.

Ante estos hechos la pregunta es si las medidas y exigencias del presidente Iván Duque van a ser aceptadas por el ELN y si se puede valorar que serán efectivas.

A lo cual tengo como respuesta que no, lo cual nos deja ante dos actores muy alejados y una gran incertidumbre de que sea posible un proceso y un acuerdo entre actores que hoy están muy lejos de una mesa para negociar y acordar un pacto de paz.

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