¿Sí o sí, señor Presidente?

Las declaraciones del Presidente de la República en Medellín, dentro del marco del Foro Económico Mundial, no pueden pasar desapercibidas.

En frente de importantes personalidades internacionales, el Jefe del Estado dijo que, en el caso de que pierda el Sí en el plebiscito, la consecuencia no será que se pueda negociar un acuerdo mejor, sino que se volverá a la guerra. “Así de sencillo”, afirmó.

Y agregó: “tenemos información amplísima de que ellos están preparados para volver a la guerra y la guerra urbana, que es más demoledora que la guerra rural”.

De otro lado, abundó en comentarios adicionales.

Con respecto a la oposición, señaló que “el único que se ha quedado por fuera (del apoyo a la paz) por voluntad de ellos ha sido el partido del Presidente Uribe, a quien se ha hecho todo tipo de ofertas”.

Con estas dos afirmaciones queda aún más claro en qué es que estamos.

Aquí de lo que se trata es que todo el mundo apoye, sin fórmula de juicio, los acuerdos a los que ha llegado el Gobierno con las Farc.

No hay lugar para las discrepancias, porque si ellas se ventilan el país corre el riesgo de que ese grupo regrese a hacer terrorismo en las ciudades.

La advertencia hecha por el Presidente Santos fue clara.

En el evento de que pierda el SI, ya se sabe lo que sucederá.

Igual criterio aplica con respecto al ex Presidente Uribe.

Aquello de que se le han hecho todo tipo de ofertas, dicho con el objetivo, que no consigue, desde luego, de mostrarse amplio y tolerante, en realidad de verdad ha consistido en conseguir que el fundador y jefe del Centro Democrático firme un contrato de adhesión.

Colombia, pues, según el criterio del Presidente, carece de alternativas.

Lo único posible es apoyar lo que él está haciendo y aceptar sin reparos lo que firme con los herederos de “Tirofijo”.

Si la oposición no lo respalda, en todo, se quedará por fuera de la paz.

Si el pueblo le dice No al plebiscito, la consecuencia será la guerra urbana declarada por los interlocutores de hoy en Cuba.

Esto es lo que se le está diciendo a los colombianos desde la presidencia de la República.

¿Y el deber del Gobierno de preservar el orden público? ¿Y la democracia? ¿Y el derecho a opinar libremente? ¿Y la esencia de los mecanismos de participación? ¿Y la importancia social de buscar consensos mínimos?

¿En qué quedan todos esos principios y valores que distinguen a las sociedades democráticas?

Vamos por muy mal camino.

La búsqueda de la paz, que es un propósito que todos compartimos, no puede llevarnos a un espacio en el cual solamente es aceptable lo acordado en la mesa de conversaciones en La Habana.

Colombia es mucho, mucho más que ese escenario de diálogo.

Y los ciudadanos, todos sin excepción, tienen el derecho a decidir finalmente si aprueban o rechazan lo que se firme.

Con las advertencias que hizo el Presidente en Medellín, la notificación consiste en que la nación está obligada a aceptarlo todo.

No hay otro camino, según el doctor Santos.

Afortunadamente, muchos miles de compatriotas creen que sí lo hay.

Y que vale la pena buscarlo acudiendo a los mecanismos que están consagrados en la Constitución nacional.

Está bien buscar la paz, pero ese empeño no puede llevarnos a aceptar, sin derecho a opinar y decidir, lo que resuelvan un Presidente con muy bajos niveles de aceptación y una organización que es rechazada por la inmensa mayoría de compatriotas.

La alternativa no es, no puede ser, no debe ser, sí o sí, señor Presidente.

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