Siembra de odios

El doloroso asesinato de Mónica Spear y de su esposo, Henry Thomas Berry, ha producido en Venezuela una ola de indignación más que justificada, no sólo por ser una figura pública altamente apreciada en nuestra sociedad, sino por la forma absolutamente injustificada como ocurrieron los hechos. Nadie puede explicar las razones que condujeron a los asaltantes a disparar a mansalva en contra del vehículo, sin ni siquiera tomar en cuenta que, con los esposos, iba su menor hija. Una actuación criminal que se desarrolle de esa manera debe obligar a una profunda reflexión: han sido muchos años de siembra permanente de odios y de resentimientos. La palabra del jefe del Estado tiene un particular peso en la sociedad, más aún, cuando posteriormente se repite en campañas de propaganda gubernamental que la transforman en una bandera política.

Esta realidad ha venido ocurriendo por más de catorce años. Es imposible olvidar que Hugo Chávez, en el primer acto público como presidente de la República, justificó el robo desde el punto de vista moral y que Nicolás Maduro, ha diseñado una campaña de opinión, en la cual ha afirmado que una mayoría de comerciantes ha declarado una guerra económica para derrocar al gobierno, robando a los ciudadanos con la injustificada elevación de los precios. Para colmo, ha afirmado que todos esos comerciantes han recibido dólares preferenciales que pertenecen al pueblo. Es imposible, que esa campaña no produzca un profundo resentimiento en contra de aquellos ciudadanos que, por alguna razón, muestren un nivel de vida elevado. Un automóvil, medianamente lujoso, o cualquier otro signo de riqueza, pueden conducir a un asesinato.

Además, se han cometido graves errores en el diseño de las distintas políticas dirigidas a combatir el delito. A mi criterio, esos errores tienen dos causas fundamentales: la tendencia a la centralización que tiene la Revolución Bolivariana y una inexplicable negativa a asesorarse con expertos en el campo criminológico. En el primer caso, se ha considerado equivocadamente que el camino para lograr la eficiencia en esa lucha es mediante la creación de una Policía Nacional, en lugar de fortalecer presupuestariamente a las gobernaciones y a los municipios para que puedan disponer de excelentes policías estadales y municipales. Además, es imprescindible despolitizar a la Fiscalía, al Poder Judicial y al sistema carcelario. Es inexplicable, que pueda considerarse como una política acertada liberar a los detenidos para ser enviados a Cuba a rehabilitarse.

En el segundo caso, se le teme convocar a expertos por temor a que salga a la luz pública información veraz sobre la realidad del delito en Venezuela y se recomienden acciones no convenientes políticamente. Estoy convencido, que cualquier experto en el área criminalística recomendaría eliminar a la Milicia Bolivariana y a los Colectivos Armados, por ser una posible fuente de delincuentes armados. También, estoy seguro, que recomendaría una reorientación del presupuesto nacional a fin de dirigir mayores recursos en la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado. Eso obligaría a profundizar en investigaciones que han sido archivadas sin ningún resultado. Lo que no se puede hacer fue lo que hizo Nicolás Maduro: señalar que el asesinato de Mónica Speer y su esposo había sido un acto de sicariato, La verdad, sólo fue un asesinato más de los 20.700 que ocurrieron en Venezuela en el año 2013.

Caracas, 10 de enero de 2014.

fochoaantich@gmail.com.

@FOchoaAntich

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