Sin derecho a la esperanza

En varias regiones del país los partidos políticos les quitaron a los ciudadanos el derecho a la esperanza. La alternativa es el voto en blanco.

Con los candidatos formalmente inscritos terminó la feria de los avales y comenzó la verdadera tragedia electoral. Y es que son muchas las ciudades y departamentos de Colombia que enfrentan el drama de unos tarjetones en los que se repiten las mismas caras de siempre y escasean las verdaderas alternativas. Un sólo dato de entrada debería escandalizarnos: en 69 municipios del país existen más electores que habitantes y lo más triste de todo es que ni el gobierno nacional ni los organismos electorales han hecho nada para remediar de fondo esta situación tal como lo viene denunciando desde hace años la Misión de Observación Electoral (MOE).

Pero detengámonos en lo de ahora. ¿Qué partido político se salvó de las componendas, los líos de avales y los candidatos cuestionados? Difícil excluir a alguno. En Cambio Radical, los verdaderos dueños del partido, los señores Char, están convencidos de que dirigir una colectividad es lo mismo que administrar las tiendas Olímpica: los avales para ellos son una pura mercancía. Y qué decir del partido liberal acompañando candidatos que no pasan la prueba más elemental de la ética como ocurre en Antioquia y Santander. En el conservatismo causa decepción ver a un tipo joven como David Barguil sentado en la misma mesa principal promoviendo candidatos al lado de un señor condenado por la Yidispolítica como Iván Díaz Mateus. Y cuando creíamos que todo estaba dicho sobre el partido de la U que apoya en el Valle a la parejita del momento, ‘Dilian y Angelino’, el partido del presidente resultó respaldando a un candidato en Norte de Santander, William Villamizar, con varias investigaciones a cuestas que en un hecho insólito inscribió a su hermano también para la gobernación por si acaso la procuraduría le echa mano de aquí al 25 de octubre. Sí. Se vale todo en la política colombiana, hasta que los candidatos tengan llantas de repuesto para gobernar en cuerpo ajeno por si algo les sale mal.

En el Polo, entre Venus Albeiro Silva y Jaime Dussán, han desplazado a figuras como Jorge Robledo que pinta más bien poco en este proceso electoral y en el Centro Democrático no está claro si pesó más Álvaro Uribe que Fabio Valencia en la escogencia de aspirantes. Ni siquiera la Alianza Verde se salva. Aunque Claudia López y otros intentaron atajar algunas avionadas, no estoy tan seguro de que logren que su candidato a la alcaldía de Bogotá vaya hasta el final porque las negociaciones de unos cuantos por debajo de la mesa para adherir a la doctora Clara López siguen su camino mientras Carlos Vicente de Roux se desgasta proponiendo ideas serias.

Ni hablar de los partidos dizque de indígenas y de negritudes a los que un día habrá que investigar por la forma en que ‘adjudican’ sus avales, como también tendremos que revisar la farsa en que se ha vuelto la inscripción de aspirantes por firmas con ciudadanos que ponen sus rúbricas en varios formularios a la vez para ayudarles a los que quieren hacer política sin partido.

En muchas regiones del país, los dirigentes de turno les negaron a los ciudadanos su derecho a un futuro mejor; les robaron la posibilidad de un posconflicto bien administrado que tendrá como escenario varios de esos rincones del país y que estará en manos de unos completos mercachifles.

Lo más grave de todo es que los ciudadanos no pongan resistencia frente a este asalto. Por eso nunca sobra recordar que hay una casilla en el tarjetón que siempre estará ahí a la espera de los inconformes. Tal vez el voto en blanco no puede garantizar que en caso de repetir unas elecciones lleguen otros mejores pero por lo menos lo ayuda a uno a dormir más tranquilo con la conciencia limpia por no cohonestar las fechorías de nuestros malos políticos.

Amigo ciudadano: pregúntese quién le da auténtica confianza en esta elección y si ningún nombre lo convence, no dude en darles la espalda como los partidos políticos lo hicieron con usted. Vote en blanco para castigar a quienes le robaron desde hace años el derecho a la esperanza en su región.

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