Sintonía, ruido político y la hora de la verdad

Por lo tanto, vemos que uno de los orígenes evidentes del desacuerdo entre humanos es el uso de ruidos para las palabras. Alfred Korzybski

La generación que crecimos bajo la influencia de la radio aprendimos algo muy elemental para la vida: había que buscar con una perilla en el dial del radio la igualdad o coincidencia de frecuencia entre la emisora que emitía y el aparato que recibía. Mientras tanto, el ruido de interferencia nos decía que no habíamos logrado nuestro objetivo. El ‘ruido’ era un indicador de no haber logrado nuestra búsqueda. Esa retroalimentación de tecnología ‘primitiva’ nos convirtió en buscadores de nuestra realización de escuchas con un sentido crítico de la verdadera satisfacción que se lograba al encontrar la sintonía perfecta de la emisora buscada.

Si trasladamos esa experiencia al campo de las ideas políticas, la sintonía se da cuando registramos una concordancia de opiniones, argumentos, pensamientos sobre el país o el gobierno que queremos, por ejemplo. Por ello, en una política sana que busca el bienestar del país, no el posicionamiento personal, es importante conocer ese ‘ruido’ tan especial que impide la sintonía de ideas positivas.

Por otra parte, si aplicamos la alegoría del ruido a la política encontramos las ideas inarticuladas, confusas, o la desinformación que dejan una sensación desagradable como el ruido; en la comunicación política esa anomalía impide que la información llegue con claridad. Un alboroto callejero en el que no se sabe lo que se dice o quiere, tiene la función de semejarse al ruido político; por ello el terrorismo recurre al ruido de impacto para imponerse sobre el ruido político inocuo, o ruido blanco, permanente, como el de una aspiradora o un secador de pelo que ahoga lo que es realmente importante.

Si bien el ruido físico es fácil de identificar, porque no nos permite oír ni escuchar ‘lo otro’, el ruido político es difícil de discernir como tal, porque siendo un ruido de opinión, es respetable, al tomarlo como idea; es decir, la representación mental clara y entendible de algo. Pero en el caso colombiano, la verdadera naturaleza del ruido político nada tiene que ver con lo que se dice o deja de decir en diferentes áreas de la vida cotidiana, política y cultural, sino con la intención del que opina, o su inhabilidad para hacerlo, añadida a veces, a la credulidad o falta de pensamiento crítico del receptor; es decir, es un ruido sicológico mal intencionado por lo que su propósito es confundir, neutralizar, incapacitar ideológicamente, sacar alguna ventaja. Es una operación de guerra sicológica llevada a cabo con palabras respetables.

Un ejemplo de las viejas generaciones es Cantinflas quien era el prototipo de la desestabilización graciosa, como lo es el humor. Sin saber por qué, y sin ser entendido, tenía millones de seguidores, pues era letal contra sus adversarios políticos ya que los confundía. Otro, más cercano a nuestros días, lo fue Jaime Garzón con su mamadera de gallo. Cuando se hace reír a la gente, generalmente no piensa. Esa es la función de la mamadera de gallo: neutralizar o emberracar con el chiste, sin opción de revirar so pena de ser estigmatizado por la falta de humor. Eso se llama cobardía a mansalva amparada en un derecho a la expresión.

Otra manera del ruido sicológico en política, que le hace mucho daño a la empatía normal del ser humano por los otros, es la concepción de contradictor político igualada a la de enemigo, que atrofia cualquier capacidad negociadora. Con el odio de clase, por ejemplo, los camaradas, asumen su ideología para emitir y escuchar lo suyo como un dogma indiscutible, convirtiéndose en ruido que generalmente niega la realidad de la satisfacción ciudadana a pesar de las afugias; por ese motivo, a ese ruido se le designa como bla…bla…bla…, o carreta marxista. Es lo que vemos en Venezuela en donde ese ‘ruido’ impide ‘escuchar’ con atención; es decir, analizar, las propuestas del otro, bien sea para aceptarlas o rechazarlas. Debido a esa sordera que induce a la manipulación, se toman las suposiciones sobre el adversario sin tener en cuenta el contexto en el que se origina la suposición. Por ejemplo, Maduro puede ser estúpido para hablar; pero a pesar de su colección de burradas, eso no lo incapacita para hacerse apoyar de los militares; o manipular con el miedo, salirse con la suya acudiendo a las reglas del juego limpio cuando le conviene. Todo lo anterior se llama astucia que es la habilidad para comprender las cosas y obtener provecho o beneficio mediante engaño, o evitándolo.

Por ese motivo, los cazadores políticos de Maduro, que son más inteligentes que el tigre dictador, están a merced de su impredecible habilidad depredadora, que aparece inesperadamente a la espalda del inteligente opositor. La estupidez de Maduro, que no le importa morir, como cualquier fiera, es su peor arma ‘estúpida’, más eficiente que el ruido sicológico que nuestras inteligentes preconcepciones nos impiden ver o calcular para entender su juego. Una preconcepción es creer que un dictador es un ser normal que piensa y siente como nosotros. No. Es un sociópata al que no le importa nadie. Por otra parte, la dirigencia opositora que muchos han tachado de inepta, ha sido capaz de zanjar diferencias y darle jaque mate al dictador, mediante un elemento inesperado y unificador: Juan Guaidó.

Y cuando hablo del ruido político venezolano (bla…bla…bla…) en los medios y las redes, sobre la crisis actual, las hazañas, fracasos, esperanzas y frustraciones de la ‘revolución’; los asesinatos, robos y pillaje del gobierno y sus aliados; el espionaje y las trampas de los diferentes servicios secretos; los invisibles tentáculos e influencia del imperio criminal infiltrado en el alto poder mundial que impide acciones inteligentes y decisivas contra el régimen; los banqueros o gobiernos cómplices negociadores y protectores de fortunas ilegítimas; los inescrupulosos cubanos liderados por una familia de depredadores, intervencionistas, dictadores y asesinos, etc., cuando todo eso se contempla en busca de una verdad contundente que pueda crear una convicción mundial sobre ese mal, esa verdad nos elude. ¿Por qué? Hay una perspectiva pragmática y otra espiritual sobre el asunto.

La primera tiene que ver con la realidad de que siendo esta una era de corrupción política generalizada, ejecutivos no calificados y tinieblas morales en los gobiernos y la sociedad, se ha creado una perspectiva de indiferencia política porque creen que los problemas ‘al otro lado del mundo’ no los afectan. Esa actitud ‘privilegiada’ se basa en la idea de que las decisiones que se puedan tomar sobre Venezuela no los tocarán directamente, o al menos no de inmediato, si pueden salvaguardar o garantizar sus intereses económicos o políticos. Esa forma de pensar es peligrosa. Y a pesar de que generalmente entendemos sus consecuencias, todavía vemos esa indiferencia entre nuestros compañeros políticos o de negocios, grupos de amigos, e incluso nuestra familia. Pero todo eso cesará cuando la realidad nos dé en las narices y veamos el primer portaviones gringo en el Golfo de Maracaibo; o un Sukhois sobrevolando Bogotá, como lo prometió Chávez.

La otra razón del ‘ruido’ son las noticias; creemos que ‘estar informado’ es ver televisión, leer periódicos, escuchar la radio. Buscamos lo ‘nuevo’ de la situación; pero no nos preguntamos si eso que es ‘nuevo’ es verdad; porque en política hay un nivel de información para las masas y otra realidad que manejan los que hacen la política y sus intenciones. De esa manera, por desechar lo que no es nuevo, ponemos a un lado la verdad de lo que nos interesa y dejamos de buscarla en donde seguramente más probablemente está: las fuentes de los que saben, los especialistas que no son necesariamente periodistas.

¿Se acuerdan del alboroto que armaron ciertos opinadores porque los norteamericanos utilizarían las bases de Malambo, Atlántico; Palanquero, en el Magdalena Medio; Apiay, en el Meta; las bases navales de Cartagena y el Pacífico; el centro de entrenamiento de Tolemaida y la base del Ejército de Larandia, en el Caquetá? El que sabía, Uribe, veía venir una posible confrontación con Venezuela, pero los anti gringos de siempre le cayeron encima.

Sin embargo, en 8/8/2009 opinaba Semana lo siguiente: “En un mundo perfecto lo mejor sería no tener bases norteamericanas en suelo colombiano. Mejor aún, no tener ni ayuda militar ni la presencia de un solo soldado gringo en el país. Pero en el mundo real la democracia colombiana está fuertemente amenazada por el narcotráfico, la guerrilla, los grupos criminales, y el Estado no tiene suficiente capacidad para enfrentar solo este desafío.” (Fuente: Por qué sí a las bases) Agreguémosle a lo anterior que las históricas amenazas y abusos de los diferentes gobiernos venezolanos contra Colombia, amparados en su capacidad bélica, hoy se pueden hacer realidad con el loco Maduro.

Y ahora la W acaba de difundir al igual que El Tiempo la noticia del envío de 5.000 ‘troops’ a Colombia sin explicar que ‘troop’ (tropa, un ‘mass noun’ o sustantivo total o no contable en inglés ) en plural no significa tropa, sino diversas unidades militares, que pueden ser: un equipo de francotiradores, una brigada, un pelotón, una compañía (en la caballería); o un escuadrón de batallón, una división, un cuerpo (2 o más divisiones); un ejército de campo; un grupo de ejércitos, etc., no 5000 marines para cuidar la frontera. Es decir, que la W no sabe qué significa ‘troops’ (unidades militares) en la información que maneja Mr. Bolton el asesor de seguridad nacional de Trump, pero sacan pecho especulando sin saber cómo están organizadas las fuerzas armadas norteamericanas. Por eso allá dijeron que todas las opciones estaban sobre la mesa: las suaves y las duras; es decir, la posible intervención militar. Les sugiero a los de la W que lean “How the US Army is organized.” Y como si fuera poco, el mismo día oí en la W la pelotera de Roy Barreras y Armando Benedetti, abanderados de la paz, que siguen ignorando el peligro madurista.

Por otra parte, la perspectiva espiritual del asunto sobre el origen de las dictaduras es más compleja y difícil. Sin embargo, un verdadero líder tiene en cuenta esa fuente, como una posibilidad, aun si no cree en ella, sabiendo que tampoco puede negarla totalmente. (Leer mi artículo “Dios contra Satanás – el drama oculto de los avatares humanos”)

Pero a todo lo anterior le llega su hora de la verdad; ese momento decisivo frente al cual revelamos lo que somos, al asumir o negar una verdad acumulada a lo largo de la historia. Por todo lo anterior, si admitimos que La Biblia es un libro de testimonios diversos cuyo registro fue inspirado por Dios para enseñarnos como contrarrestar la estupidez de la humanidad, encontramos en ella las historias de reyes y personajes perversos, su actuación y trágico final que son la versión antigua de los dictadores modernos. Los enemigos del alma de los dictadores son los mismos de la humanidad son el demonio, el mundo y la carne, como predicaba el viejo catecismo católico; y a veces los enemigos son los de la propia casa. Detectar cómo opera ese proceso es entender el funcionamiento de la corrupción en todos sus modos y niveles que es la base de las dictaduras.

Ese es el mecanismo que vemos cuando a los dictadores les levantan estatuas que después son derribadas; cuando gozan de buena imagen entre sus aduladores, pero son traicionados por los mismos; cuando a las masas les encanta verlos en sus desfiles militares, pero después critican el armamentismo. En Colombia y Venezuela les echan vainas a los gringos, pero Maduro quiere hablar con Trump, como sea, y predica unas supuestas, futuras, hermosas relaciones con EE.UU; pero esas masas antigringas que vitoreaban a Chávez y Maduro son las mismas que hoy huyen, los maldicen y quieren sacarlos del poder para refugiarse, idealmente, en EE.UU.

Que no nos sorprendan entonces las inevitables lecciones del destino de los dictadores: Chávez murió solo en Cuba; los militares asesinos y narcotraficantes, al igual que Maduro, viven temiendo la cárcel, el destierro o la muerte; a pesar de que Dios es infinitamente bueno, misericordioso y los perdonaría, esa conciencia de salvación no les cabe en el alma porque lo negaron con sus acciones. Maduro podrá mantenerse con intrigas y asesinatos, pero el tiempo y la muerte lo alcanzarán cuando su papel de tonto útil ya no sea necesario.

¿Por qué Lenín, Stalin, Pinochet, Franco, Sadam Hussein, Nerón, Bonaparte, Gadafi, Nabucodonosor, el Faraón, los emperadores romanos y los reyes malos de Israel, Mussolini, los dictadores africanos y latinoamericanos, los países sin Dios, las enfurecidas turbas comunistas y chavistas que atacaban en Rusia, España y hoy en día en Venezuela los templos católicos; y asesinaban sacerdotes y fieles; por qué, digo, esos caníbales del poder nos recuerdan a Satanás? Porque Luzbel fue el primer rebelde y con engaños pretendió usurpar el legítimo trono de Dios arrastrando tras de sí a muchos ángeles incautos.

Como Satanás, desde un principio los dictadores, quieren ser adorados; fue tan imbécil el diablo que pretendió que Cristo se postrara ante él. Y no logrará someter a la humanidad mientras exista la Verdadera Iglesia Invisible conformada por quienes han asumido a Cristo en todo su ser. No es una iglesia numerosa, pero es de poder, que transforma, echa fuera demonios, sana; una iglesia que puede cambiar países al mantenerse firme en la palabra de Dios, que no está corrompida pues vive a Jesús, orando día y noche por Colombia y la humanidad con el poder de la verdadera oración."El Señor dice que la oración eficaz y ferviente de cualquier hombre o mujer – va a lograr mucho (Santiago 5:16)"

Hace unos días el Presidente Duque nos pidió que oráramos en el Espíritu de Isaías 41: 10-13 que nos dice: “10 No temas, porque yo estoy contigo; no te desalientes, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré, ciertamente te ayudaré, sí, te sostendré con la diestra de mi justicia. 11 He aquí, todos los que se enojan contra ti serán avergonzados y humillados; los que contienden contigo serán como nada y perecerán. 12 Buscarás a los que riñen contigo, pero no los hallarás; serán como nada, como si no existieran, los que te hacen guerra. 13 Porque yo soy el SEÑOR tu Dios, que sostiene tu diestra, que te dice: "No temas, yo te ayudaré."

Pero esa palabra inspirada por Dios a Isaías para salvaguarda de su pueblo debe ser ASUMIDA RADICALMENTE. No solamente recitada, sino meditada, vivida, imaginada como si fuera Dios mismo quien habla a nuestros corazones, porque es SU PALABRA dicha a través de un profeta y su palabra permanece inmutable, cambia a las personas, las purifica, las vuelve poderosas en la Voluntad de Dios para hacer el bien. De igual forma debe asumirse el Salmo 23 o cualquier pasaje bíblico que Dios nos inspire.

Si al VIVIR LA PALABRA DE DIOS nos damos cuenta que nos transforma en el bien AL HACER LA VOLUNTAD DE DIOS para ser mejores ciudadanos y personas, seguramente podríamos concluir que, siendo VERDAD SU PALABRA, nos hará mejores políticos porque seremos percibidos no como alguien SINTONIZADO con un partido que discierne con inteligencia el ruido político, sino como esa persona en quien incondicionalmente se puede confiar para hacer lo mejor para el país, sin llegar a creerse un santo o libertador de la patria; porque a lo largo de la vida ha aprendido que a todos nos llega la hora de la verdad; y, por si acaso, es bueno estar en buenos términos con la vida, Dios, los otros y nuestra conciencia. Ojalá a Maduro y sus secuaces el Buen Dios les dé, a tiempo, la gracia del arrepentimiento o el sentido común, antes de que un baño de sangre agobie más a nuestro país hermano. Sería un milagro llevado a cabo a través de esfuerzos humanos.

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