“Soy amigo de Platón, pero más de la verdad”

“Soy enemigo de Aristóteles, pero más enemigo de la falsedad” dijo un lógico polaco del siglo XX, respondiendo el aforismo del estagirita, quien señaló: “Soy amigo de Platón, pero más amigo de la verdad”.

Aristóteles pensaba que la verdad obliga por encima de la amistad. Esta afirmación, que parece tan clara, no aplica, parece ser, para algunos políticos y algunos periodistas. Lo ocurrido esta semana, ilustra lo que acabo de afirmar. No es que en la política no quepa la denuncia del oponente; al contrario, la presupone pues es un camino para que la gente se informe y saque sus propias conclusiones. La democracia no es unanimismo, como pretende el presidente, ni darse besitos, como quieren los ingenuos. Sólo la verdad, por dura que sea, saca a la luz quién merece dirigir los destinos de un pueblo.

Pero la imputación debe estar soportada en verdades que puedan probarse y corroborarse intersubjetivamente, más allá de toda duda, especialmente cuando es hecha por una autoridad judicial del país, precisamente, la encargada de investigar los delitos. Si la denuncia se soporta en falsedades o enunciados no sustentados por los hechos, o en insinuaciones que se esconden bajo el manto de la imparcialidad, para dañar al oponente a un gobierno, estamos en el mundo de la mala política, de lo peor de la política, de la perversión que justifica el que para condenar al contradictor, todo vale.

En Colombia, estamos llegando a extremos inimaginables, y, dada la presencia de agentes violentos que no dudan en asesinar, muy peligrosos.

¿Qué justifica que a menos de tres semanas de las elecciones más cruciales de la historia del país,  la máxima autoridad investigativa cite una rueda de prensa en la que acusa a un experto en comunicaciones digitales, a quien señala de pirata informático, de ingresar a los correos electrónicos de las Farc y del mismísimo presidente, para decir, inmediatamente que trabaja para la campaña del candidato Oscar Iván Zuluaga? Cuando le preguntan si las posibles infiltraciones a las comunicaciones digitales eran conocidas por el candidato o por el expresidente y senador electo Álvaro Uribe, dice que no tiene evidencia de ello.

La pregunta es, si no tiene evidencia contra Zuluaga y Uribe, ¿por qué cita una rueda de prensa y los menciona? Una autoridad de tal trascendencia no puede actuar como un activista político, como un mal activista político, para hacerle un favor a su correligionario en la Casa de Nariño. Se supone que un ente investigador en una democracia no cita ruedas de prensa para ofrecer conjeturas o para deslizarlas debajo de la mesa. Entre otras cosas, al experto la fiscalía lo acusa de espiar a las Farc. Si fuera ello cierto ¿es eso un delito? ¿No se trata de un grupo ilegal que le hace la guerra al Estado colombiano? El mundo al revés: una autoridad institucional protegiendo a un grupo que quiere acabar con la institucionalidad misma.

Afortunadamente el candidato Zuluaga dio la cara inmediatamente, señalando que el experto en cuestión trabajaba en su campaña para realizar trabajos de seguridad informática y soporte en redes sociales. Y como quien nada debe nada teme, pidió investigar hasta llegar al fondo del asunto y sancionar judicialmente a quien haya cometido ilícitos, si es que estos sucedieron. Y lo dijo a sabiendas de que la máxima autoridad investigativa es aliado de su oponente, el señor presidente. Quien nada debe, nada teme. Zuluaga es amigo de la verdad, por sobre todas las cosas.

Contrasta esta actitud con las del primer mandatario y el Fiscal General de la nación: ¿cómo explicar que el señor J.J Rendón y el señor Chica hayan sido contactados por los miembros de las más tenebrosas Bacrim, en 2010, para acordar un proceso de entrega que culminaría en una serie de ventajas para esos señores, consignadas en un documento de 108 páginas, como los implicados reconocen; y que alguien haya recibido–Chica acusa a Rendón y este a Chica-doce millones de dólares? ¿y que posteriormente, según ellos dicen, le informasen al presidente de tal negociación y le entregaran el texto del posible acuerdo, y que el presidente haya dado curso de dicho documento a la anterior fiscal, pero permitido que ésta lo engavetara y no le hubiera exigido que estas dos personas fueran investigadas, como corresponde, por concierto para delinquir agravado? Por mucho menos han sido condenados a prisión o están siendo juzgados un buen número de congresistas colombianos por hablar con los paramilitares ¿Y qué pensar de que la campaña presidencial reeleccionista, con el aval del primer mandatario, haya contratado a Rendón, en 2014, como asesor o director estratégico de la actual campaña, a pesar de todo lo que sabía acerca de la conducta del venezolano? Parodiando una frase de autor anónimo: La inteligencia lo persigue, pero él es más rápido.

¿Y dónde está la respuesta del señor presidente ante la hipótesis expuesta por Uribe, según la cual el señor Rendón entregó 2 millones de dólares (de los 12 aportados por las Bacrim), para cubrir los gastos extras de la campaña del 2010 para la primera magistratura? Uribe ha dicho que tiene testigos, pero que requiere que sean protegidos por la fiscalía. ¿Y qué dice el señor Fiscal? Lo de Uribe es una hipótesis, no una afirmación apodíctica; solo pide que se investigue ese posible curso de acción. Si no resulta cierta la hipótesis, será un gran alivio para el país. Es que Uribe es enemigo de Santos,  pero más enemigo de la falsedad: no afirma, no quiere equivocarse. Y si lo denuncian por calumnia, pues enfrentará los hechos como una hipótesis y no como un aserto.

Finalmente, para mí es sorprendente que el director de un diario de gran influencia nacional descubra a su fuente por el simple hecho de que un ciudadano de la oposición lleve a un testigo que desea denunciar maniobras ilícitas de las Farc, no para que publique lo que afirme, sino para que lo evalúe. Este director, todo parece indicar, actuó contra las más elementales normas de la ética periodística. Y en el periodismo uno puede ser amigo del presidente, pero más amigo de la verdad, y en este caso, de la ética de la profesión.

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